martes, 27 de abril de 2021

LA PORTADA DE LA DESAPARECIDA IGLESIA DE GARITOAIN - NAVARRA.

 

LA PORTADA DE LA DESAPARECIDA IGLESIA DE GARITOAIN - NAVARRA.

Por Simeón Hidalgo Valencia (27 de abril de 2021) 

Se han cumplido diez años desde que escribí el artículo “Garitoáin. Los ojos del vigía” en el que comentaba uno de los capiteles de la desaparecida iglesia del siglo XIII de Santa Fe, denominada posteriormente de San Babil, que hoy se encuentra colocada en la ermita de Santa Bárbara, en la Higa de Monreal. 

En la recién estrenada primavera del 2011 subí en coche a la ermita para hacer un reportaje fotográfico de esa portada gótica e incluir en dicho artículo la figura de uno de los trifrontes de la Comarca de Izaga, testimonio, junto a los dos del siglo XII de San Martín de Artáiz y al del siglo XIII de San Pedro de Iriso, de cultos precristianos que se mantenían vivos en esta zona de Navarra y que la Iglesia los cristianizó, dado que le venía muy bien esa imagen para hablar del misterio de La Trinidad. Como se estudiaba en el Astete: “Tres personas distintas y un solo Dios verdadero”. Más tarde, en el 2002 apareció otra figura trifronte entre las pinturas góticas descubiertas en la iglesia de San Martín de Ardanaz de Izagaondoa. Esta figura, con sus dos llaves, señorea sobre el tiempo. Hace relación al primer mes del año denominado ¡IANVARIVS” en honor del dios romano Jano.

En ese capitel de la portada, junto a la figura del triple rostro en el encuentro de sus lados, a su izquierda está tallado también otro detalle importante desde el punto de vista del simbolismo y del mensaje, que aparece igualmente en la portada hermana de Iriso por partida doble: la flor de lis. Ya lo recogió D. Nicanor Sánchez en 1970 cuando todavía se perfilaban nítidamente tanto el trifronte como la flor.  Cuando yo los documenté de nuevo, 41 años más tarde, costaba más apreciarlos.  El tiempo le ha jugado una mala pasada a su dueño y señor y la flor de la vida parece marchitarse y llamar a la muerte, como una de las de Iriso. 

La otra vista del capitel se mantiene más limpia. En ella se ha tallado lo que parece ser un árbol o una flor de cinco pétalos. Símbolo igualmente de vida a no ser que quien ideó esta portada con estos detalles, pretendiera mostrar el árbol originario del conocimiento del bien y del mal del paraíso, prohibido, frente al árbol de la vida en forma de flor de lis. Estaríamos haciendo básicamente la misma lectura que se plantea en Iriso o también en Lizarraga de Izagaondoa, igualmente del siglo XIII, entre los árboles de la higuera y del roble. Muerte y vida. Pecado y redención. La antigua y la nueva etapa de la vida de la Humanidad. 

El capitel izquierdo, según miramos la portada, tiene solo dos elementos esculpidos. En la cara de la izquierda parece representarse de nuevo un árbol y en la cara de la derecha la cabeza de un bóvido: El toro. 

Es precisamente este capitel el que motiva este artículo, pues en su día no lo comenté y lo dejé para hacerlo más tarde. (¡Y así ha sido! ¡Nada más que diez años han pasado!). Me lo ha recordado recientemente mi amigo Mikel Burgui pues leí de nuevo hace unos días su artículo de 2020 titulado “El culto al toro en Gallipienzo, Eslava y Uxue. Unas uvas de Gallipienzo y otras de Uxue” [1] y recordé que los bóvidos o toros de la Comarca de Izaga estaban pendientes en mis artículos. En concreto éste, que no es tan conocido ni comentado ya que no forma parte de ninguna estela romana ni de ningún taurobolio, pero que de alguna forma nos indica lo que he comentado más arriba de la permanencia en la Comarca de Izaga de ritos y costumbres antiguas consideradas por la ortodoxia cristiana como paganas. En este caso, ritos antiguos que se hacían en honor de la diosa Cibeles y de Atis su servidor amante. 

El neófito de estos cultos recibía el bautizo de sangre. Se sacrificaba a un toro sobre una plataforma agujereada debajo de la cual había un espacio vacío donde se colocaba el iniciado semidesnudo. La sangre del toro caía directamente sobre la persona y de esta manera se la consideraba renacida y regenerada por la diosa. 

Este capitel es del siglo XIII y viene a confirmar, igual que el Trifaz del capitel derecho, que el cristianismo parece que no estaba bien arraigado en esta zona de Navarra y que pervivían de algún modo los ritos antiguos. Si el Trifaz se asimila con la Trinidad, ¿el Toro y su sangre derramada sería una metáfora de Jesús sacrificado cuya sangre redime a quien en él cree? Aunque en la tradición artística no se representa a Jesús en la figura del toro ¿pudiera ser éste de Garitoain un caso aparte? 

En la misma Comarca de Izaga tenemos al menos dos lugares en los que también aparece la representación de cabezas de bóvidos en los canecillos del alero de sus iglesias. Una es San Martín de Artáiz. Otra la de La Purificación de Villaveta. En ambas ocasiones, pero con más claridad en las dos imágenes de Villaveta llama la atención cómo los cuernos del bóvido forman un círculo recordando al dios Apis, portador del disco solar sobre su cabeza. Dios solar y de la fertilidad nacido de la diosa Isis, que era la vaca sagrada que, al ser fecundada por el dios supremo, el sol, crea a Apis. 

De alguna manera estas imágenes siguen la tradición antigua con relación al toro extendida por las antiguas civilizaciones. Alrededor de 900/1000 años antes de Garitoain, Artáiz y Villaveta ya se levantaban aras y altares y se sacrificaban a estos animales en ritos sagrados de iniciación. Los restos arqueológicos encontrados en Uxue-Ujué, Gallipienzo, Sos, Arellano, etc. son testigos de ello.

Gallipienzo.


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