lunes, 31 de agosto de 2015

DON JESÚS CABODEVILLA SAGÜÉS

DON JESÚS CABODEVILLA SAGÜÉS


Por Simeón Hidalgo Valencia (31-08-2015)




D. Jesús Cabodevilla Sagüés nació el 2 de Enero de 1915 en Zabalceta, valle de Unciti, Navarra.

Cumplir 100 años de vida sólo sucede una vez y es como para celebrarlo con alegría por mucho tiempo.

Por eso, para D. Jesús es un año de celebraciones y de homenajes, de regalos y parabienes, de repasar, contar y repetir retazos de su vida ante reporteros, vecinos y familiares, rodeado por el cariño de todos ellos, sin perder por un instante la sonrisa.


Así lo sentí yo el viernes pasado en Artáiz, cuando la sencillez y la sonrisa de D. Jesús me cautivaron, mientras me contaba algunas anécdotas de su extensa vida, pero antes de todo comprobé ese cariño reflejado en sus seres queridos, hijos y nietos, y no pude más que acordarme del capitel de su querida iglesia de San Martín en el que se reflejan las tres fases de la vida humana.

Allí está el niño. Allí está el adulto. Allí está el anciano. Y es a este anciano, quien aparentemente es el más débil y achacoso, al que tocan los dioses en forma de águila y lo introducen en una esfera superior, pues este anciano lleva la sabiduría y la experiencia consigo, pues la vida es la mejor maestra y de ella ha aprendido a valorar lo que es realmente importante y a relativizar lo que otros, con menos experiencia y nivel espiritual, nos empeñamos en darle la importancia que no tiene. ¡Cuánto se valoraba antiguamente las sentencias de los ancianos! Sus decisiones se seguían porque estaban llenas de sabiduría y de experiencia. 

El pueblo de Artáiz, agradecido a su vecino centenario, le ha querido rendir el homenaje que se merece y D. Jesús, allí estaba el viernes porque fue el elegido por sus paisanos para tirar el cohete anunciador de las fiestas y así lo hizo con toda tranquilidad, ante la mirada sonriente de todos.


  
… y comenzaron las fiestas un año más.



EL NIÑO

Después del chupinazo me contó que los años más felices de su vida fueron los de la niñez. Como eran muchos hermanos sus padres le pusieron, siendo él muy joven, bajo la tutela de su tío que era sacerdote y así vivió en Aspurz hasta los 7 años y luego en Beriáin hasta los 11, porque le destinaron allí a su tío cura, hasta que volvió a Zabalceta.

Asistió a las escuelas de Aspurz, de Beriáin y a la de Cemboráin, donde la maestra atendía a más de veinte niños en el aula unitaria. Recuerda que cuando nevaba, no por eso se cerraba la escuela, sino que les subían desde Zabalceta hasta Cemboráin en caballerías.

Como las clases eran por la mañana y por la tarde y como entre Zabalceta y Cemboráin hay más o menos un kilómetro y medio,  llevaba el “companaje” y lo comía en casa Garciarena, que eran parientes, pero a jugar se iba a casa Macaya, con sus amigos, hasta que empezaban las clases de la tarde.

Me cuenta que era un chico tranquilo, que no reñía, pero “sólo hasta que me salió el genio”. Quizás esa tranquilidad le venía, me comenta, de que, según le contaban, hasta los dos años no habló y me narra la anécdota de lo primero que dijo, que piensa que no sería tal porque eran cuatro palabras seguidas en frase hecha. “Mucho para ser lo primero”.

Como era costumbre se organizaban misiones en los pueblos y solían venir frailes capuchinos y al ver a uno de ellos dijo: “Ese fraile tiene luna”, refiriéndose a la calva que lucía, que era una con la tonsura.

Me cuenta también que había un chico de Ayerra que cogía lombrices y las masticaba, pero “el pobre cuando tenía 16 años se murió de repente estando en la huerta”.

En sus años de infancia solían jugar con sus compañeros de escuela al Castillo, que consistía en poner las cartas de dos en dos apoyadas por el canto superior y hacer pisos hasta que se les caía el castillo. También jugaban a las Chapas con una “perra gorga” o “diez céntimos” de peseta apostando a ver si salía cara o cruz, pero no jugaban dinero, sino cartas. Debía ser bueno a este juego porque tenía una caja llena de cartas usadas ganadas.

Cuando terminó la escuela tuvo que aprender los oficios del campo, “que entonces estaba muy atrasado todo”. Comenzaban las primeras segadoras y recuerda que su padre, el Señor Ángel, que murió a los 64 años, compró una de segunda mano. Esto era ya en Artáiz, donde regresó con sus padres en 1928 cuando tenía 13 años. En Artáiz vivieron en la casa Garcivilla cuyo dueño era el tío Nicanor, que era hermano de su madre la Sra. Telesfora Sagüés Oroz, y como el tío Nicanor no tuvo descendencia, aunque se casó dos veces, al morir en 1943 heredaron los hermanos y desde entonces su vida se desarrolló en Artáiz.


EL ADULTO

La vida nos tiene reservados a cada uno momentos que nos hacen madurar aunque no queramos.

Con 21 años experimentó los horrores de una guerra civil que desoló a España y fue destinado, junto a otros 7.000 requetés a Zaragoza. La estrategia de los superiores fue darles vueltas y vueltas en los camiones para que el bando contrario creyera que era un gran ejército y así se evitó el enfrentamiento directo.

Pero D. Jesús tomó la decisión de pasarse al ejército. Para ello aprendió a conducir y se sacó el carnet para poder conducir los camiones oruga de entonces.

Para ser admitido tenía que pasar la prueba de conducir la máquina cuesta arriba hasta la cumbre empinada y bajar por la otra ladera de la cuesta, con el riesgo de salir despedido si no tenía pericia en el cambio de vertiente. Resulta que le tocó el primero en hacer la prueba y como nunca lo había visto hacer ni había practicado antes le dijo al jefe de turno: “Tengo que tirar los pantalones”, expresión que equivalía a decir que tenía ganas de orinar. Se le concedió el permiso y, mientras, empezó la prueba el segundo y así tuvo tiempo de ver cómo se hacía y pasó la prueba.

En el ejército, como mantenía la boina roja, me cuenta que le respetaban todos y que en alguna ocasión algún jefe le dijo a ver si era soso o sordo y sin inmutarse contestó: “Las dos cosas, pero obediente”.

Se licenció en el año 39, un poco más tarde que los requetés y volvió a la vida del campo.

Se casó en Pamplona cuando tenía 33 años con Dña. Ángela Iribarren, que había nacido en Redín, en la Casa Fernandorena. La ceremonia se realizó en la iglesia de San Saturnino y tuvieron 7 hijos (seis chicos y una chica) y con su trabajo y esfuerzo los sacaron adelante. Ahora, además tiene 9 nietos, aunque resignado me comenta que “me gustaría haber sido ya bisabuelo, pero…”

Toda una vida de esfuerzos, de sacrificios, de trabajar de sol a sol, de ahorro para comprar la maquinaria adecuada para el campo, de afrontar la pérdida de su querida Ángela que se fue el 16 de Junio en el año 2000 a los 78 años. Él entonces tenía ya 85.


EL ANCIANO

“El tiempo pasa. Nos vamos poniendo viejos” dice una canción y desde la altura de los años parece que se ve la misma desde una perspectiva muy distinta, como cuentan los afortunados como D. Jesús, que han superado los 80, los 90 o los 100 años.

A estas edades, estas personas sabias, porque han aprendido de la vida, se convierten en maestros si los queremos escuchar, pues se han alimentado de la experiencia y del sentido común que hace poner el acento más en la esencia interna que en la mera apariencia externa y  pasajera.

D. Jesús ahora está en la Residencia de Pamplona, donde también se le hizo un homenaje por parte del Ayuntamiento y el mismo Sr. Alcalde le felicitó y le regaló unos gemelos, un libro sobre Pamplona y un hermoso ramo de flores, que se lo puso a la Virgen.

En la residencia está contento, tiene libertad, come bien, hace gimnasia y yoga y se siente afortunado porque a pesar de tener que llevar audífono “no me duele nada y la cabeza está muy bien”.

Como siempre en estos casos, le pido la receta para llegar al siglo y me dice con la ilusión y el ánimo de un chaval  y a la vez con la sabiduría de la vida que:

“HE TENIDO SUERTE”. “DIOS LO HA QUERIDO ASÍ”.


El domingo, día 30 de Agosto, sus paisanos de Artáiz le han hecho su propio homenaje, pues, que se recuerde, no ha habido otro centenario en la comarca. Don Jesús es el primero y su familia y el pueblo se ha volcado con cariño hacia su persona y él ha correspondido siempre con la sonrisa y el cariño reflejado en su rostro y como el anciano de su querida y famosa iglesia de San Martín nos muestra el camino de la sabiduría que nos hará entrar en una esfera superior y ver la vida desde la mirada divina del águila.


Por muchos años D. Jesús.







 




Del pueblo de Artáiz a
Jesús Cabodevilla
en su 100º aniversario.
Fiestas 2015

El tiempo pasa...