DON JESÚS CABODEVILLA SAGÜÉS
Por Simeón Hidalgo Valencia (31-08-2015)
D. Jesús Cabodevilla Sagüés nació el 2 de Enero de 1915 en Zabalceta,
valle de Unciti, Navarra.
Cumplir 100 años de vida sólo sucede una vez y es como para celebrarlo
con alegría por mucho tiempo.
Por eso, para D. Jesús es un año de celebraciones y de homenajes, de
regalos y parabienes, de repasar, contar y repetir retazos de su vida ante
reporteros, vecinos y familiares, rodeado por el cariño de todos ellos, sin
perder por un instante la sonrisa.
Así lo sentí yo el viernes pasado en Artáiz, cuando la sencillez y la
sonrisa de D. Jesús me cautivaron, mientras me contaba algunas anécdotas de su
extensa vida, pero antes de todo comprobé ese cariño reflejado en sus seres
queridos, hijos y nietos, y no pude más que acordarme del capitel de su querida
iglesia de San Martín en el que se reflejan las tres fases de la vida humana.
Allí está el niño. Allí está el adulto. Allí está el anciano. Y es a este
anciano, quien aparentemente es el más débil y achacoso, al que tocan los
dioses en forma de águila y lo introducen en una esfera superior, pues este
anciano lleva la sabiduría y la experiencia consigo, pues la vida es la mejor
maestra y de ella ha aprendido a valorar lo que es realmente importante y a
relativizar lo que otros, con menos experiencia y nivel espiritual, nos
empeñamos en darle la importancia que no tiene. ¡Cuánto se valoraba
antiguamente las sentencias de los ancianos! Sus decisiones se seguían porque
estaban llenas de sabiduría y de experiencia.
El pueblo de Artáiz, agradecido a su vecino centenario, le ha querido
rendir el homenaje que se merece y D. Jesús, allí estaba el viernes porque fue
el elegido por sus paisanos para tirar el cohete anunciador de las fiestas y
así lo hizo con toda tranquilidad, ante la mirada sonriente de todos.
… y comenzaron las fiestas un año más.
EL NIÑO
Después del chupinazo me contó que los años más felices de su vida
fueron los de la niñez. Como eran muchos hermanos sus padres le pusieron, siendo
él muy joven, bajo la tutela de su tío que era sacerdote y así vivió en Aspurz
hasta los 7 años y luego en Beriáin hasta los 11, porque le destinaron allí a
su tío cura, hasta que volvió a Zabalceta.
Asistió a las escuelas de Aspurz, de Beriáin y a la de Cemboráin, donde
la maestra atendía a más de veinte niños en el aula unitaria. Recuerda que
cuando nevaba, no por eso se cerraba la escuela, sino que les subían desde
Zabalceta hasta Cemboráin en caballerías.
Como las clases eran por la mañana y por la tarde y como entre
Zabalceta y Cemboráin hay más o menos un kilómetro y medio, llevaba el “companaje” y lo comía en casa
Garciarena, que eran parientes, pero a jugar se iba a casa Macaya, con sus
amigos, hasta que empezaban las clases de la tarde.
Me cuenta que era un chico tranquilo, que no reñía, pero “sólo hasta que me salió el genio”. Quizás
esa tranquilidad le venía, me comenta, de que, según le contaban, hasta los dos
años no habló y me narra la anécdota de lo primero que dijo, que piensa que no
sería tal porque eran cuatro palabras seguidas en frase hecha. “Mucho para ser lo primero”.
Como era costumbre se organizaban misiones en los pueblos y solían
venir frailes capuchinos y al ver a uno de ellos dijo: “Ese fraile tiene luna”, refiriéndose a la calva que lucía, que era
una con la tonsura.
Me cuenta también que había un chico de Ayerra que cogía lombrices y
las masticaba, pero “el pobre cuando
tenía 16 años se murió de repente estando en la huerta”.
En sus años de infancia solían jugar con sus compañeros de escuela al
Castillo, que consistía en poner las cartas de dos en dos apoyadas por el canto
superior y hacer pisos hasta que se les caía el castillo. También jugaban a las
Chapas con una “perra gorga” o “diez céntimos” de peseta apostando a ver si
salía cara o cruz, pero no jugaban dinero, sino cartas. Debía ser bueno a este
juego porque tenía una caja llena de cartas usadas ganadas.
Cuando terminó la escuela tuvo que aprender los oficios del campo, “que entonces estaba muy atrasado todo”.
Comenzaban las primeras segadoras y recuerda que su padre, el Señor Ángel, que
murió a los 64 años, compró una de segunda mano. Esto era ya en Artáiz, donde
regresó con sus padres en 1928 cuando tenía 13 años. En Artáiz vivieron en la
casa Garcivilla cuyo dueño era el tío Nicanor, que era hermano de su madre la
Sra. Telesfora Sagüés Oroz, y como el tío Nicanor no tuvo descendencia, aunque
se casó dos veces, al morir en 1943 heredaron los hermanos y desde entonces su
vida se desarrolló en Artáiz.
EL ADULTO
La vida nos tiene reservados a cada uno momentos que nos hacen madurar
aunque no queramos.
Con 21 años experimentó los horrores de una guerra civil que desoló a
España y fue destinado, junto a otros 7.000 requetés a Zaragoza. La estrategia
de los superiores fue darles vueltas y vueltas en los camiones para que el
bando contrario creyera que era un gran ejército y así se evitó el
enfrentamiento directo.
Pero D. Jesús tomó la decisión de pasarse al ejército. Para ello
aprendió a conducir y se sacó el carnet para poder conducir los camiones oruga
de entonces.
Para ser admitido tenía que pasar la prueba de conducir la máquina
cuesta arriba hasta la cumbre empinada y bajar por la otra ladera de la cuesta,
con el riesgo de salir despedido si no tenía pericia en el cambio de vertiente.
Resulta que le tocó el primero en hacer la prueba y como nunca lo había visto
hacer ni había practicado antes le dijo al jefe de turno: “Tengo que tirar los pantalones”, expresión que equivalía a decir
que tenía ganas de orinar. Se le concedió el permiso y, mientras, empezó la
prueba el segundo y así tuvo tiempo de ver cómo se hacía y pasó la prueba.
En el ejército, como mantenía la boina roja, me cuenta que le
respetaban todos y que en alguna ocasión algún jefe le dijo a ver si era soso o
sordo y sin inmutarse contestó: “Las dos
cosas, pero obediente”.
Se licenció en el año 39, un poco más tarde que los requetés y volvió a
la vida del campo.
Se casó en Pamplona cuando tenía 33 años con Dña. Ángela Iribarren, que
había nacido en Redín, en la Casa Fernandorena. La ceremonia se realizó en la
iglesia de San Saturnino y tuvieron 7 hijos (seis chicos y una chica) y con su
trabajo y esfuerzo los sacaron adelante. Ahora, además tiene 9 nietos, aunque
resignado me comenta que “me gustaría
haber sido ya bisabuelo, pero…”
Toda una vida de esfuerzos, de sacrificios, de trabajar de sol a sol,
de ahorro para comprar la maquinaria adecuada para el campo, de afrontar la
pérdida de su querida Ángela que se fue el 16 de Junio en el año 2000 a los 78 años. Él
entonces tenía ya 85.
EL ANCIANO
“El tiempo pasa. Nos vamos
poniendo viejos” dice una canción y desde la altura de los
años parece que se ve la misma desde una perspectiva muy distinta, como cuentan
los afortunados como D. Jesús, que han superado los 80, los 90 o los 100 años.
A estas edades, estas personas sabias, porque han aprendido de la vida,
se convierten en maestros si los queremos escuchar, pues se han alimentado de
la experiencia y del sentido común que hace poner el acento más en la esencia
interna que en la mera apariencia externa y pasajera.
D. Jesús ahora está en la Residencia de Pamplona, donde también se le
hizo un homenaje por parte del Ayuntamiento y el mismo Sr. Alcalde le felicitó
y le regaló unos gemelos, un libro sobre Pamplona y un hermoso ramo de flores,
que se lo puso a la Virgen.
En la residencia está contento, tiene libertad, come bien, hace
gimnasia y yoga y se siente afortunado porque a pesar de tener que llevar
audífono “no me duele nada y la cabeza
está muy bien”.
Como siempre en estos casos, le pido la receta para llegar al siglo y
me dice con la ilusión y el ánimo de un chaval
y a la vez con la sabiduría de la vida que:
“HE TENIDO SUERTE”. “DIOS LO HA
QUERIDO ASÍ”.
El domingo, día 30 de Agosto, sus paisanos de Artáiz le han hecho su
propio homenaje, pues, que se recuerde, no ha habido otro centenario en la
comarca. Don Jesús es el primero y su familia y el pueblo se ha volcado con
cariño hacia su persona y él ha correspondido siempre con la sonrisa y el
cariño reflejado en su rostro y como el anciano de su querida y famosa iglesia
de San Martín nos muestra el camino de la sabiduría que nos hará entrar en una
esfera superior y ver la vida desde la mirada divina del águila.
Por muchos años D. Jesús.
Del pueblo de Artáiz a
Jesús Cabodevilla
en su 100º aniversario.
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