EL
LENGUAJE DE LA LUZ
Por
Simeón Hidalgo Valencia (24 de junio de 2019)
Los amantes de las
expresiones artísticas medievales solemos poner especial atención en comprobar
cómo incide el sol sobre ellas, sea en las amanecidas, sea en los ocasos en las
épocas clave del año como son los solsticios y equinoccios.
Hoy voy a mostrar el “milagro de la luz”, aunque más
que milagro diría yo su “lenguaje”, observado en dos de los lugares emblemáticos
de la Comarca de Izaga, en Navarra, que solamente tiene lugar en la puerta
solsticial que da inicio al verano en el hemisferio norte de nuestro planeta
Tierra. Puerta que abre y cierra el dios Jano de tres rostros representado en
las pinturas de San Martín de Ardanaz de Izagaondoa.
Quien quiera toparse
con este lenguaje de la luz incidiendo sobre la obra escultórica o
arquitectónica de los tallistas y maestros medievales y descubrir el mensaje de
ese lenguaje, tendrá que molestarse y acudir a su encuentro, pues nada se
regala sin esfuerzo.
Pues
bien. El primer fenómeno luminoso que me llenó de asombro fue el que descubrí
en la amanecida del 21 de junio en San Martín de Guerguitiáin, del que fui un
privilegiado, pues hacía muchos años, si no algún siglo, que no se producía,
dado que la ventana absidial de la iglesia mencionada estaba cegada por el
contrafuerte añadido para “sujetar” el corrimiento del ábside. Desde su reforma
desapareció. Con la salida del sol pude comprobar que el replanteo de este
edificio del maestro Petrus se realizó en el solsticio de verano y a la vez
observé el prodigio de la luz al penetrar por su ventana absidial. No tengo
palabras para definirlo. Es más expresivo y profundo admitir ese círculo
luminoso en mi interior y caminar bajo su luz.
Para el segundo caso me
traslado a San Martín de Artáiz, donde el lenguaje de la luz es una sucesión de
descubrimientos que me han hecho cambiar la interpretación tradicional que se
ofrece sin tenerlo en cuenta, pero que si se ha observado, escuchado y admitido,
cambia en gran parte esa visión tradicional, por el simple hecho de que no se
había estudiado esta iglesia desde el punto de vista de la luz, fuera en los
equinoccios, cuando se replanteó, sea en los solsticios, con especial interés
en el de verano, dado que es en esta época del año cuando los canecillos de la
zona norte se iluminan con la amanecida y con el ocaso.
En el libro “La iglesia románica de San Martín de
Artáiz. Una lectura particular”, ofrezco el sorprendente lenguaje de la luz
que, al menos a mí, me ha abierto nuevas pistas y claves para comprender el
porqué de esta construcción medieval y el paraqué de la misma.
Voy
a mostrar el último suspiro de la luz incidiendo en uno de los canecillos de la
zona norte del ábside en el instante anterior a ponerse el sol. Como digo en el
breve comentario que hago en el libro, pues la luz habla por sí misma para el
que quiere verla y la acepta:
“¿Que
simboliza este último canecillo con una cabeza sobre un rostro humano? La luz
incide progresivamente sobre el rostro del animal que, al iluminarse, no parece
un ser fiero, como se apuntaba en el apartado “El bestiario de San Martín de
Tours de Artáiz”, ni enseña sus fauces dispuesto a devorar, sino que parece
tranquilo y sosegado. Incluso diría que hasta sirve de protección al rostro
humano que tiene debajo. ¿Rostro de un león, figura de Jesús que protege a
quien se abre a la luz hasta el ocaso de su vida?
¿Son, sin más, casualidades o expresiones
y mensajes conscientes que se transmiten por el código de la luz?
Si es lo segundo, el reto será
aprender ese código para poder hacer la lectura correcta y comprender el mensaje,
proceso básico para admitirlo y aplicarlo en el día a día de la propia vida.