lunes, 27 de febrero de 2017

ZOROQUIAIN . LA VENTANA DE SAN ANDRÉS


ZOROQUIAIN - LA VENTANA DE SAN ANDRÉS

Por Simeón Hidalgo Valencia (27 de febrero de 2017)

Zoroquiain es uno de esos lugares del Valle de Unciti tocados, como otros muchos pueblos de los valles prepirenaicos colindantes, por la despoblación. Sus casas  deshabitadas han dado, la mayoría de ellas, con sus cubiertas y muros por los suelos. Sus calles silenciosas sólo oían, durante años, el rugir de los tractores y poco a poco  la vegetación se las comía. Parecía que estaba destinado a su desaparición.

Parecía, porque a pesar de que no se volverá a oír el lenguaje de las campanas de la ya desacralizada Parroquia de San Andrés, sí renace la vida y se vuelven a escuchar los pasos humanos por sus calles y el griterío de los niños, pues Zoroquiain también ha tenido la suerte de ser tocado por la ilusión de unos jóvenes que le dan ya vida, que han comprado las ruinas de algunos solares y la propia iglesia y se deciden a darle una segunda oportunidad.[1] Zoroquiain recobra la vida.

Desde que estuve allí por primera vez han pasado ya diez años y ha sido uno de esos lugares que he visitado con frecuencia y cuando lo hacía mis sentimientos se entristecían progresivamente al verlo avanzar hacia su ruina. Ahora, cuando me acerco, es otra cosa. Siento emoción al observar pequeños detalles que demuestran que hay gentes que limpian sus zarzales, consolidan tapiales, colocan letreros anunciadores para llegar a los pueblos que le rodean, plantan árboles, mantienen sus calles limpias, sacan a la luz presas antiguas de molinos harineros y se reúnen en sana convivencia al aire libre.

 
Ha sido ahora, porque renace la vida, cuando me he animado a dar fe de la pieza, quizás, más antigua de Zoroquiain. Más que la casa palaciega mandada hacer por “Martín Irigoien el año de 1799” con su “San Miguel de Aralar en pantaloneta” y el rostro humano algo siniestro que luce en el alfeizar de su ventana central. Más que la propia iglesia, aunque esté formando parte de ella, pero que a simple vista cualquiera puede descubrir que no formaba parte de su fábrica original. Fábrica que se cataloga como medieval, pero que tiene todos los visos de haber sido remodelada hacia el siglo XVI-XVII, si no en el XVIII a juzgar por varias coincidencias con la iglesia de Santa Eulalia en Lizarraga de Izagaondoa, levantada de nueva planta en 1741-1742.

Si  nos fijamos en su fachada sur veremos dos ventanas de medio punto cuyos dinteles, alféizar y dovelas del arco están formados por sillares, que destacan del sillarejo, en su día revocado, con que se levanta el resto del edificio, salvo los encuentros esquineros de la nave y de la torre, así como de los vanos del campanario.

¿A qué pieza me refiero? Al cabezal interior de la ventana más cercana a la cabecera de la iglesia, situada en su lado sur.  Cabezal traído no se sabe desde qué otro lugar, pero que muy bien pudiera corresponder a una de las ventanas de la desaparecida  “Basílica de Basaba” donde fueron a parar la talla de la Virgen de la iglesia de Arrueta, denominada posteriormente de Basaba, hoy venerada en la iglesia de Santo Tomás de Najurieta, y la copa románica de la pila bautismal custodiada hasta 1664 en la dicha parroquial de Najurieta y desde ese año reutilizada en la iglesia de Idoate.[2]



Pienso que este cabezal fue rescatado por su interés iconográfico y se reciclaría del medio punto al ojival según el capricho y cierto mal gusto del abad de turno o del maestro cantero al que se encomendó la obra.

En el Libro de Fábrica de Najurieta se dice que en la visita regular del 8 de mayo de 1871 D. Ramón Pérez, su abad, da cuentas y anota entre sus gastos el  siguiente: ”Item veinte y seis reales por una licencia para la venta de la piedra y materiales de la Basílica de Basaba que estaba arruinada---------26r.[3] Hay que suponer que mucho antes de esta fecha las piezas o tallas de cierto valor ya habían sido recogidas y recicladas en otras construcciones. La que nos ocupa tuvo que llegar, si procedía de aquí, con posterioridad al año 1661, pues conocemos que “esta ermita se encontraba en pie en la época y estaba atendida por ermitaños. Así sabemos que por esos años, 1661, lo era “Miguel de Çoraquiain hermitaño en la basílica de Nuestra Señora de Basaba del lugar de Najurieta”.[4]

Este cabezal, original de medio punto, se debió colocar en las obras del siglo XVIII consistentes en la construcción de la bóveda y adaptación del vano de las ventanas a la primera, como se ve muy bien por el interior de la nave, de tal manera que la remodelación de estos dos huecos mantuvo al exterior el plan original de los anteriores huecos, quizás del siglo XVI, pero los transformó,  tanto en flecha como en luz, a menor tamaño. Bienvenidas sean estas reformas pues nos han permitido conservar esta pieza singular con sus grabados de tallista rural llenos de simbolismo, alguno de los cuales se repite en otras iglesias cercanas, como veremos.
Entremos, pues a analizar cada uno de los siete grabados que este cabezal contiene, comenzando del extremo inferior izquierdo, según miramos, pasando al inferior derecho y así sucesivamente para terminar en el grabado central superior que es la cumbre de todos los demás, el más importante desde el punto de vista de la fe cristiana. Comencemos por los cuatro símbolos correspondientes y veamos luego dos símbolos que rompen la simetría de la composición, pero que no hay que dejarlos de lado.

Figura nº 1 

Dentro de un círculo resaltan otros cuatro. Como se puede ver este símbolo ha sido borrado en parte por la adaptación del cabezal a su nueva ubicación y estilo.
El valor del cuatro puede hacer referencia, desde una primera fase de lectura de los símbolos, a los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, como se puede ver también en los cuatro tambores de los fustes de las columnas interiores de la portada de San Martín de Guerguitiain. Sería interesante saber la colocación original de esta pieza pues además pudiera servir de orientación a las gentes indicando los puntos cardinales. Esta base natural, desde una perspectiva cristiana, nos ofrece una nueva lectura viendo en ella la base espiritual en que fundamenta el cristiano su fe: los cuatro evangelios canónicos. Incluso podemos ver la cruz si nos centramos en el espacio alrededor de los círculos.
Este grabado tiene un diámetro máximo de 14cm y mínimo de 13,5cm, dado que no se ha realizado la talla con perfección. Los círculos interiores oscilan alrededor de 5,2cm.
  
En la iglesia de San Martín de Artáiz también existe un canecillo en el lado norte de la iglesia que reproduce cuatro semiesferas, cuyo simbolismo pudiera estar relacionado con lo dicho.



  

Figura nº 2 


La figura inferior derecha representa una cruz griega floreada inscrita en un círculo cuyo diámetro mide 9,8cm. Como el anterior grabado no aparece completo por la misma razón.
Si el círculo externo se traza con compás y se talla con precisión geométrica, observamos que en la talla de la cruz se ha trabajado más a mano alzada. Hay ciertas irregularidades.
Lo que importa, sin embargo, es la simbología que, básicamente, coincide con la anterior, pero aquí la presencia clara de la cruz floreada puede hacernos pensar en los frutos que el propio creyente en Cristo ha de producir al estar sus convicciones bien enraizadas.


Figura nº 3 

Manteniendo la base en el cuatro pasamos al ocho en la segunda figura de nuestra izquierda a través de dos figuras que se cruzan. Igualmente se inscribe en el círculo esta rueda de la vida, sol de ocho rayos o flor de ocho pétalos en trazado abierto a todas las direcciones del universo.
La totalidad se expande  a través de una talla imperfecta, realizada al estilo popular de cantero artesano, pero que conoce los símbolos, los entiende y los plasma como mejor sabe profesionalmente como lo hicieron otros, o quizás él mismo en las iglesias cercanas de Alzórriz y de San Martín de Guerguitiain,  aunque en estas últimas la base es el seis, pero el simbolismo el mismo.

  
                   San Martín de Guerguitiain.            

Ntra. Sra. de la Candela – Alzórriz.   

El diámetro de esta talla oscila entre los 13 y los 14,3cm.              

Figura nº 4 

El siguiente símbolo de la parte derecha corresponde a la Estrella de David o Sello de Salomón en el que dos triángulos equiláteros- uno descendente, símbolo de lo trascendente y lo divino, y otro ascendente, símbolo de lo terreno y humano-, se entrecruzan en un todo que muestra la alianza entre Dios y su pueblo elegido, el pueblo judío, en forma de estrella de seis puntas.
Pero como símbolo trasciende al pueblo judío y aparece en otras espiritualidades de todo el mundo, entre las que cabe destacar la cultura cristiana y la islámica.
Su ejecución en este caso es más perfecta y el diámetro del círculo en el que se inserta mide 13cm.


Zoroquiain pertenece al ayuntamiento de Unciti y curiosamente el escudo de este ayuntamiento es la Estrella de David o Sello de Salomón. 



Antes de mostrar la cumbre de los grabados, hay que dar a conocer otros dos que están como agazapados entre los expuestos y que rompen de alguna manera el equilibrio y disposición de las tallas de este cabezal románico.

Figura nº 5 

Este grabado se encuentra entre la figura nº 4 y la que figura en el centro superior del cabezal. Es de pequeño tamaño, 8 por 5,8cm. Pasa desapercibida si miramos la ventana desde el suelo.
Si nos fijamos en las partes hundidas veremos tres formas triangulares cercanas al triángulo isósceles. Su base tiene un añadido en forma de arco. Los puntos más elevados apuntan hacia la talla superior que da pleno sentido a lo que vemos, pero al no ser triángulos equiláteros tengo que confesar que se me escapa por ahora su posible significado así como la intención del artesano que trabajó esta pieza rompiendo el equilibrio de la misma, como pasa con la siguiente del lado derecho, según miramos.

Figura nº 6 

Situada entre las figuras nº 2 y nº 4 este grabado también cuesta verlo desde tierra con claridad y distinguir sus componentes, dado que el conjunto es difícil de asimilarlo a algo conocido, pero observando con atención podemos diferenciar claramente la figura de una flecha y lo que pudieran ser otras tres marcas de cantería: un trisquel, una ele y una línea.
Me pasa lo mismo que con la figura anterior, que no logro intuir, por ahora, el sentido de estos grabados, que en su conjunto miden 13,7 por 12,2cm.



Y llegamos al último grabado que ocupa el lugar correspondiente a la clave del arco, si se hubiera despiezado en dovelas. En parte también se ha perdido en la adaptación al estilo y al lugar donde fue recolocada la pieza, pero se distingue bastante bien de qué se trata.

Figura nº 7 

Nada menos que un crismón. Crismón no catalogado ni en los listados generales[5], ni en el libro de Domingo Iturgáiz Ciriza o.p. titulado “El crismón románico en Navarra”[6], ni en el Catálogo Monumental de Navarra.
Éste lo doy a conocer por primera vez y lo rescato del anonimato como todo el cabezal románico reutilizado en la parroquial de San Andrés de Zoroquiain.
Es un crismón muy simple. Las dos letras iniciales de Χριστός = Cristo lo componen, la Ji y la Rho. Monograma que sobresale en relieve rodeado por seis, pudiéramos decir, corazones. Diseño que se sale de lo habitual y que además no presenta las letras griegas  Alfa y Omega, en alusión a que Cristo es “el Primero y el Último, el Principio y el Fin.”, según el libro del Apocalipsis 22,13.
Este grabado mide 15,5 por 14,5cm.


Otra pieza más del patrimonio de la Comarca de Izaga que sale a la luz. Sencilla, humilde, como el maestro cantero que la labró en época románica, quizás para la ermita de Basaba, en el Valle de Unciti, colocada, en el reparto de sus despojos en la parroquial de Zoroquiain donde aún se conserva, pero ahora, después de este sencillo escrito, puede que no pase desapercibida y otros más sabios que yo en el conocimiento de los símbolos puedan completar lo que a mí se me escapa.

Como digo yo, hay que saber mirar para poder ver lo que a insignes doctores o apresurados turistas, se les escapa. Unos porque quizás no pateen el campo y nuestros pueblos y otros porque siguen los pasos que llevan a los grandes monumentos, según las afamadas guías. Pero también en la sencillez de un pueblo despoblado durante años y que ahora renace en él de nuevo la vida, se pueden encontrar detalles medievales cuyo mensaje interroga también a las gentes del siglo XXI. Zoroquiain es un pequeño ejemplo. 

Mi agradecimiento a Iosu Biskarret Puyo por facilitarme el poder calcar los grabados.


[1] Asociación vecinal de Zoroquiain en https://errekazar.wordpress.com/acerca-de/
También en SIMEÓN HIDALGO; Las claves de Izagaondoa; 2014; págs..:57-75.
[3] Archivo Diocesano de Pamplona; libros parroquiales. Caja 21-2
[4] Información de Xabier Ituláin Irurita para el trabajo “La pila bautismal de Idoate. Entre Unciti e Izagaondoa- Navarra.
[6] DOMINGO ITURGÁIZ CIRIZA O.P.; El crismón románico en Navarra; Ayuntamiento de Pamplona, 1998.