ZOROQUIAIN -
LA VENTANA DE SAN ANDRÉS
Por
Simeón Hidalgo Valencia (27 de febrero de 2017)
Parecía, porque a pesar
de que no se volverá a oír el lenguaje de las campanas de la ya desacralizada
Parroquia de San Andrés, sí renace la vida y se vuelven a escuchar los pasos
humanos por sus calles y el griterío de los niños, pues Zoroquiain también ha
tenido la suerte de ser tocado por la ilusión de unos jóvenes que le dan ya
vida, que han comprado las ruinas de algunos solares y la propia iglesia y se
deciden a darle una segunda oportunidad.[1]
Zoroquiain recobra la vida.
Desde que estuve allí
por primera vez han pasado ya diez años y ha sido uno de esos lugares que he
visitado con frecuencia y cuando lo hacía mis sentimientos se entristecían
progresivamente al verlo avanzar hacia su ruina. Ahora, cuando me acerco, es otra
cosa. Siento emoción al observar pequeños detalles que demuestran que hay
gentes que limpian sus zarzales, consolidan tapiales, colocan letreros
anunciadores para llegar a los pueblos que le rodean, plantan árboles,
mantienen sus calles limpias, sacan a la luz presas antiguas de molinos
harineros y se reúnen en sana convivencia al aire libre.
Si nos fijamos en su fachada sur veremos dos
ventanas de medio punto cuyos dinteles, alféizar y dovelas del arco están
formados por sillares, que destacan del sillarejo, en su día revocado, con que
se levanta el resto del edificio, salvo los encuentros esquineros de la nave y
de la torre, así como de los vanos del campanario.
¿A qué pieza me
refiero? Al cabezal interior de la ventana más cercana a la cabecera de la
iglesia, situada en su lado sur. Cabezal
traído no se sabe desde qué otro lugar, pero que muy bien pudiera corresponder
a una de las ventanas de la desaparecida “Basílica de Basaba” donde fueron a parar la
talla de la Virgen de la iglesia de Arrueta, denominada posteriormente de
Basaba, hoy venerada en la iglesia de Santo Tomás de Najurieta, y la copa
románica de la pila bautismal custodiada hasta 1664 en la dicha parroquial de
Najurieta y desde ese año reutilizada en la iglesia de Idoate.[2]
Pienso que este cabezal
fue rescatado por su interés iconográfico y se reciclaría del medio punto al
ojival según el capricho y cierto mal gusto del abad de turno o del maestro
cantero al que se encomendó la obra.
En el Libro de Fábrica
de Najurieta se dice que en la visita regular del 8 de mayo de 1871 D. Ramón
Pérez, su abad, da cuentas y anota entre sus gastos el siguiente: ”Item veinte y seis reales por una licencia para la venta de la piedra
y materiales de la Basílica de Basaba que estaba arruinada---------26r.[3]
Hay que suponer que mucho antes de esta fecha las piezas o tallas de cierto
valor ya habían sido recogidas y recicladas en otras construcciones. La que nos
ocupa tuvo que llegar, si procedía de aquí, con posterioridad al año 1661, pues
conocemos que “esta ermita se encontraba
en pie en la época y estaba atendida por ermitaños. Así sabemos que por esos
años, 1661, lo era “Miguel de Çoraquiain hermitaño en la basílica de Nuestra
Señora de Basaba del lugar de Najurieta”.[4]
Este cabezal, original
de medio punto, se debió colocar en las obras del siglo XVIII consistentes en
la construcción de la bóveda y adaptación del vano de las ventanas a la
primera, como se ve muy bien por el interior de la nave, de tal manera que la
remodelación de estos dos huecos mantuvo al exterior el plan original de los
anteriores huecos, quizás del siglo XVI, pero los transformó, tanto en flecha como en luz, a menor tamaño.
Bienvenidas sean estas reformas pues nos han permitido conservar esta pieza
singular con sus grabados de tallista rural llenos de simbolismo, alguno de los
cuales se repite en otras iglesias cercanas, como veremos.
Entremos, pues a analizar
cada uno de los siete grabados que este cabezal contiene, comenzando del
extremo inferior izquierdo, según miramos, pasando al inferior derecho y así
sucesivamente para terminar en el grabado central superior que es la cumbre de
todos los demás, el más importante desde el punto de vista de la fe cristiana. Comencemos
por los cuatro símbolos correspondientes y veamos luego dos símbolos que rompen
la simetría de la composición, pero que no hay que dejarlos de lado.
Dentro de un círculo
resaltan otros cuatro. Como se puede ver este símbolo ha sido borrado en parte
por la adaptación del cabezal a su nueva ubicación y estilo.
El valor del cuatro
puede hacer referencia, desde una primera fase de lectura de los símbolos, a
los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, como se puede ver también en
los cuatro tambores de los fustes de las columnas interiores de la portada de
San Martín de Guerguitiain. Sería interesante saber la colocación original de
esta pieza pues además pudiera servir de orientación a las gentes indicando los
puntos cardinales. Esta base natural, desde una perspectiva cristiana, nos
ofrece una nueva lectura viendo en ella la base espiritual en que fundamenta el
cristiano su fe: los cuatro evangelios canónicos. Incluso podemos ver la cruz
si nos centramos en el espacio alrededor de los círculos.
Este grabado tiene un
diámetro máximo de 14cm y mínimo de 13,5cm, dado que no se ha realizado la
talla con perfección. Los círculos interiores oscilan alrededor de 5,2cm.
En la iglesia de San
Martín de Artáiz también existe un canecillo en el lado norte de la iglesia que
reproduce cuatro semiesferas, cuyo simbolismo pudiera estar relacionado con lo
dicho.
Figura nº 2
La figura inferior
derecha representa una cruz griega floreada inscrita en un círculo cuyo
diámetro mide 9,8cm. Como el anterior grabado no aparece completo por la misma
razón.
Si el círculo externo
se traza con compás y se talla con precisión geométrica, observamos que en la
talla de la cruz se ha trabajado más a mano alzada. Hay ciertas
irregularidades.
Lo que importa, sin embargo,
es la simbología que, básicamente, coincide con la anterior, pero aquí la
presencia clara de la cruz floreada puede hacernos pensar en los frutos que el
propio creyente en Cristo ha de producir al estar sus convicciones bien
enraizadas.
Manteniendo la base en
el cuatro pasamos al ocho en la segunda figura de nuestra izquierda a través de
dos figuras que se cruzan. Igualmente se inscribe en el círculo esta rueda de
la vida, sol de ocho rayos o flor de ocho pétalos en trazado abierto a todas
las direcciones del universo.
La totalidad se
expande a través de una talla
imperfecta, realizada al estilo popular de cantero artesano, pero que conoce
los símbolos, los entiende y los plasma como mejor sabe profesionalmente como
lo hicieron otros, o quizás él mismo en las iglesias cercanas de Alzórriz y de
San Martín de Guerguitiain, aunque en
estas últimas la base es el seis, pero el simbolismo el mismo.
San
Martín de Guerguitiain.
Ntra.
Sra. de la Candela – Alzórriz.
El diámetro de esta
talla oscila entre los 13 y los 14,3cm.
El siguiente símbolo de
la parte derecha corresponde a la Estrella de David o Sello de Salomón en el
que dos triángulos equiláteros- uno descendente, símbolo de lo trascendente y
lo divino, y otro ascendente, símbolo de lo terreno y humano-, se entrecruzan
en un todo que muestra la alianza entre Dios y su pueblo elegido, el pueblo
judío, en forma de estrella de seis puntas.
Pero como símbolo
trasciende al pueblo judío y aparece en otras espiritualidades de todo el
mundo, entre las que cabe destacar la cultura cristiana y la islámica.
Su ejecución en este
caso es más perfecta y el diámetro del círculo en el que se inserta mide 13cm.
Zoroquiain pertenece al
ayuntamiento de Unciti y curiosamente el escudo de este ayuntamiento es la
Estrella de David o Sello de Salomón.
Antes de mostrar la
cumbre de los grabados, hay que dar a conocer otros dos que están como
agazapados entre los expuestos y que rompen de alguna manera el equilibrio y
disposición de las tallas de este cabezal románico.
Este grabado se
encuentra entre la figura nº 4 y la que figura en el centro superior del
cabezal. Es de pequeño tamaño, 8 por 5,8cm. Pasa desapercibida si miramos la
ventana desde el suelo.
Si nos fijamos en las
partes hundidas veremos tres formas triangulares cercanas al triángulo
isósceles. Su base tiene un añadido en forma de arco. Los puntos más elevados
apuntan hacia la talla superior que da pleno sentido a lo que vemos, pero al no
ser triángulos equiláteros tengo que confesar que se me escapa por ahora su
posible significado así como la intención del artesano que trabajó esta pieza
rompiendo el equilibrio de la misma, como pasa con la siguiente del lado
derecho, según miramos.
Situada entre las
figuras nº 2 y nº 4 este grabado también cuesta verlo desde tierra con claridad
y distinguir sus componentes, dado que el conjunto es difícil de asimilarlo a
algo conocido, pero observando con atención podemos diferenciar claramente la
figura de una flecha y lo que pudieran ser otras tres marcas de cantería: un
trisquel, una ele y una línea.
Me pasa lo mismo que
con la figura anterior, que no logro intuir, por ahora, el sentido de estos
grabados, que en su conjunto miden 13,7 por 12,2cm.
Y llegamos al último
grabado que ocupa el lugar correspondiente a la clave del arco, si se hubiera
despiezado en dovelas. En parte también se ha perdido en la adaptación al
estilo y al lugar donde fue recolocada la pieza, pero se distingue bastante
bien de qué se trata.
Nada menos que un
crismón. Crismón no catalogado ni en los listados generales[5],
ni en el libro de Domingo Iturgáiz Ciriza o.p. titulado “El crismón románico en Navarra”[6],
ni en el Catálogo Monumental de Navarra.
Éste lo doy a conocer
por primera vez y lo rescato del anonimato como todo el cabezal románico reutilizado
en la parroquial de San Andrés de Zoroquiain.
Es un crismón muy
simple. Las dos letras iniciales de Χριστός
= Cristo lo componen, la Ji y la Rho. Monograma que sobresale en relieve
rodeado por seis, pudiéramos decir, corazones. Diseño que se sale de lo habitual
y que además no presenta las letras griegas Alfa y Omega, en alusión a que Cristo es “el Primero y el Último, el Principio y el
Fin.”, según el libro del Apocalipsis 22,13.
Este grabado mide 15,5 por 14,5cm.
Otra pieza más del
patrimonio de la Comarca de Izaga que sale a la luz. Sencilla, humilde, como el
maestro cantero que la labró en época románica, quizás para la ermita de
Basaba, en el Valle de Unciti, colocada, en el reparto de sus despojos en la
parroquial de Zoroquiain donde aún se conserva, pero ahora, después de este
sencillo escrito, puede que no pase desapercibida y otros más sabios que yo en
el conocimiento de los símbolos puedan completar lo que a mí se me escapa.
Como digo yo, hay que
saber mirar para poder ver lo que a insignes doctores o apresurados turistas,
se les escapa. Unos porque quizás no pateen el campo y nuestros pueblos y otros
porque siguen los pasos que llevan a los grandes monumentos, según las afamadas
guías. Pero también en la sencillez de un pueblo despoblado durante años y que
ahora renace en él de nuevo la vida, se pueden encontrar detalles medievales cuyo
mensaje interroga también a las gentes del siglo XXI. Zoroquiain es un pequeño
ejemplo.
Mi
agradecimiento a Iosu Biskarret Puyo por facilitarme el poder calcar los
grabados.
[2] http://simeonhidalgo.over-blog.com/article-la-pila-bautismal-de-idoate-nuevos-datos-104861819.html
También
en SIMEÓN HIDALGO; Las claves de Izagaondoa; 2014; págs..:57-75.
[3] Archivo Diocesano de Pamplona;
libros parroquiales. Caja 21-2
[4] Información de Xabier Ituláin
Irurita para el trabajo “La pila bautismal de Idoate. Entre Unciti e
Izagaondoa- Navarra.
[5] Catálogo de crismones medievaleshttp://www.claustro.com/Crismones/Webpages/Crismon_lista.htm#Z
[6] DOMINGO ITURGÁIZ CIRIZA O.P.; El
crismón románico en Navarra; Ayuntamiento de Pamplona, 1998.