DE LISES Y PALACIOS: ARTÁIZ Y OLITE
Por Simeón Hidalgo Valencia (17-05-2015)
A medida que voy avanzando en los distintos trabajos que llevo entre
manos, me encuentro con que en diferentes lugares se repiten grabados, marcas,
símbolos y signos que no tienen carácter de firmas como se suele decir de los
canteros, sino que sea en sillares de piedra, sea en puertas, jambas o dinteles
de madera, responden a algo más que una simple firma. Responden al mundo de
creencias que los humanos llevamos impresas en nuestro ADN y que reproducimos,
casi sin darnos cuenta, a lo largo del tiempo y del espacio.
En esta ocasión voy a presentar a mis lectores algunos grabados o
tallas, tanto de la comarca de Izaga, como de los palacios reales de Olite,
partiendo del Palacio de Aldunate en el lugar de Artáiz.
Fue el domingo, día 10 cuando, siguiendo la investigación que en estos
momentos me ocupa sobre las torres medievales de este lugar de Artáiz, tuve la
suerte de poder ver por dentro el palacio, gracias a la amabilidad de los
hermanos Jesús Joaquín y Esteban Villanueva. El objetivo era medir internamente
las torres de dicho palacio que se levanta, como gran caserón, al borde de la
carretera que cruza el lugar. En su momento se hablará sobre ellas.
Palacio Aldunate de Cabo de Armería
del lugar de Artáiz.
Ahora me voy a detener en algo que muy pocos habrán conocido si no han
tenido la suerte de entrar al patio porticado del palacio, cuya gloria ha
venido a menos, pero que mantiene la pátina del linaje noble que lo habitó.
Fue Esteban quien me lo indicó antes de que yo me diera cuenta y
levantara los ojos hacia el dintel de madera de roble que cierra el vano que da
acceso a las antiguas caballerizas y más recientes zahúrdas donde se criaban
cerdos.
-Mira estos dibujos que hicieron en la madera. ¿Qué representan?
Mi primera reacción fue de admiración ante lo que me señalaba, dado que
el dintel en cuestión contiene, nada más ni nada menos que, seis detalles
tallados colocados con simetría. Están muy bien tallados y bastante bien
conservados y constituyen una muestra etnográfica digna de mencionar y valorar.
Primer dintel tallado de una de las
cuadras del palacio.
A primera vista no me costó ver las dos flores hexapétalas. Más tardé
en identificar los motivos centrales, dado que en esta zona la madera está más
estropeada y no era posible aplicar in situ el moderno tratamiento del
Photoshop, pero cuando lo hice inmediatamente descubrí que esos motivos los
había visto ya no muy lejos de Artáiz y que además podían tener relación con
dos marcas recogidas en los palacios de Olite, tanto en el Palacio Viejo, como
en el Palacio Nuevo construido por el rey Carlos III, el Noble. Más aún me
costó identificar los dos grabados exteriores, que más que otra cosa me
semejaron mariposas, pero al centrarme en ellos con más atención y al
observarlos en casa ampliados en el ordenador identifiqué claramente de qué se
trataba y por ello decidí titular este artículo como lo he hecho.
Comencemos en un primer momento por
identificar los motivos de este dintel a través de un breve comentario, para
pasar después a una personal interpretación de los mismos, pues si se han
colocado de esta forma será porque en la intención de su autor o promotor eso
era importante.
TALLAS 1ª Y 6ª, ESAS QUE ME PARECIERON AL
INICIO “MARIPOSAS”.
Dado el estado reseco y desvaído del dintel expuesto a la intemperie a
lo largo de varios siglos no resulta fácil identificar los motivos que en sus
extremos se tallaron.
Si tenemos paciencia y miramos con atención se llega a descubrir lo que
realmente son. Tanto en la talla primera como en la sexta del dintel se
descubren flores de lis.
Flor de lis que se refleja, como
en un cristal o en agua reposada, por lo que en realidad vemos dos flores de
lis en cada talla. Una hacia arriba. Otra, su reflejo, hacia abajo. Tengo que
puntualizar que es la primera vez que he visto reflejada la flor de lis de esta
forma. Así pues, en realidad lo que se ha tallado son cuatro flores de lis en
los extremos.
TALLAS 2ª Y 5ª
El motivo de las tallas segunda y quinta es más reconocible y aunque
aparentemente son distintos en el diseño, en su fondo viene a ser el mismo. Se
representa una vez más el motivo de la flor hexapétala. Me llama la atención
que los pétalos de sendas tallas son los que marcan la diferencia fundamental
al estar los primeros en el plano del dintel y los segundo rehundidos en el
mismo.
TALLAS 3ª Y 4ª
Las tallas tercera y cuarta, las centrales, más deterioradas que las
anteriores, vuelven a representar otra vez el motivo de la flor de lis, pero en
esta ocasión una mira hacia arriba y la otra mira hacia abajo. Además su diseño
varía de las anteriormente vistas, pues añaden tres ramificaciones que se unen
en la base del cuerpo de la flor.
¿CUÁL ES MI LECTURA PERSONAL?
Una vez identificados los motivos de las tallas cabe preguntarse lo que
Esteban se preguntaba. ¿Qué significa todo esto?
Para mí tiene un claro significado y siempre que he visto marcadas
jambas o dinteles de puertas o ventanas, sean éstas residenciales o correspondientes a estancias para los
animales, recuerdo el pasaje del Éxodo donde para evitar la mano segadora de la
vida se indica a los israelitas que pinten con la sangre del cordero
sacrificado las de sus casas. Así el Ángel de Yahvé no levantaría su mano ni contra sus moradores
ni sus animales.
Este rito protector lo he visto y recogido en muchos lugares, en los
que no me voy a detener pues daría como para escribir un libro sobre el tema,
recogiendo por ejemplo todo lo que he visto por la Merindad de Sangüesa en
Navarra.
Cuando me encuentro con la flor de lis no puedo menos que mencionar su
relación con la denominada pata de la oca, que los canteros medievales repetían
con frecuencia en los sillares que realizaban y que no es más que la runa de la
vida que protege tanto a las personas como a sus animales. Símbolo protector y
talismán básico desde las creencias antiguas.
Me llama la atención que se representen en posiciones invertidas en la
talla primera y en la sexta formando un todo, así como las lises
correspondientes a las tallas tercera y cuarta y me viene a la memoria sendos
capiteles de la fachada de Iriso que he comentado en alguna otra ocasión.
También allí se tallan en piedra sendas flores de lis. Una hacia arriba. Otra
hacia abajo.
Sin duda nos están hablando de las dos realidades de las que ningún ser
vivo, y menos los humanos nos podemos zafar: la vida y la muerte y aquí en el dintel
del Palacio Aldunate de Artáiz no se cansan en repetirlo, pero junto a este
recuerdo a la vez impiden que por ese vano penetre el mal en el interior, sea
la forma que adopte.
Más fuerza, si cabe, tienen las lises tercera y cuarta, pues si nos
fijamos bien se tallan a la vez las patas de la oca. La runa “Feoh” y la runa
“Eolh” que añade un pequeño pie que prolonga
la línea central, hacen relación a la protección y a la defensa frente a lo
intruso que pudiera traer calamidades tanto a las personas como a sus ganados.
Hemos de tener en cuenta que estamos en una sociedad en la que se vive
en contacto con la Naturaleza, en la que los ciclos vitales no se controlan
como en la actualidad, en que las epidemias,
las pestes y las guerras diezmaban o hacían desaparecer a pueblos
enteros, por lo que las creencias en los elementos protectores estaban a la
orden del día y venían heredados de mucho más atrás, desde los orígenes de la
humanidad.
Aunque en la época en que este dintel se talla, posiblemente en el
siglo XV-XVI la iglesia católica regía con sus normas toda la sociedad, no por
eso habían desaparecido las costumbres antiguas de pedir protección a través de
símbolos catalogados como “paganos”, pero que están presentes en todo lugar de
la Tierra, pues como he comentado anteriormente están en el ADN de la
humanidad.
Cristianizados muchos de estos ritos entran a formar parte de la
liturgia de la Iglesia y en los dinteles, jambas o puertas de las casas se
graban cruces, anagramas de Jesús o de María, se entronizan Sagrados Corazones,
se rocían con agua bendita las casas, se sube a los altos en romerías a
implorar a santos y ángeles y desde allí se bendicen campos y cosechas en las
direcciones cardinales,… todo para solicitar la protección de las personas, sus
animales y sus cosechas y ahuyentar los males. Las cruces de Mayo que se
colocaban antiguamente en los campos de cereal no tenían otra misión. Con ellas
se protegía al campo del pedrisco y con la buena cosecha habría prosperidad.
Las dos flores hexapétalas, una rehundida, otra saliente, también nos
pueden estar hablando de la dualidad de la vida y de la muerte, del bien y del
mal, del triunfo y la derrota, de la prosperidad o de la pobreza a lo largo de
la vida, pues en definitiva es la vida lo que ellas representan y desde antiguo
se graban también en lugares sagrados como soles que lanzan sus rayos de calor
a la Tierra haciendo prosperar la vida.
Varios siglos antes de que este dintel del Palacio Aldunate se tallara,
ya el comitente que indicó los motivos que habían de custodiar al crismón
central en el tímpano de la iglesia de San Martín de Artáiz, para mí el gran
señor feudal del lugar y gran obispo de Pamplona, Pedro de París o de Artajona,
recurrió prácticamente a los mismos motivos protectores que se muestran en el
dintel. Quizás una forma de cristianizar el símbolo, dado que bien mirado
también se puede interpretar como otro tipo de Crismón.
En definitiva estamos ante símbolos todos ellos de protección y de vida
que custodian el recinto de los bienes del señor en forma de animales:
caballos, bueyes, vacas, ovejas, cerdos,… sin ellos su poder se vería mermado
sensiblemente. Por ello se los protege con amuletos ancestrales.
DEL PALACIO ALDUNATE DE ARTÁIZ A LOS PALACIOS DE OLITE.
Para terminar el comentario sobre este primer dintel quiero levantar la
mirada y comparar los diseños de estas flores de lis de Artáiz con las que he
encontrado en el Palacio de Olite en algunos de sus sillares.
Su parecido me sorprendió desde el primer momento y he recurrido a
cortar por la mitad las lises de Artáiz por ver si el resultado eran las
singulares medias lises de Olite.
La marca de cantería de Olite
que representa la mitad longitudinal de una flor de lis la he encontrado por
dos veces. Una en cada palacio.
En el Palacio Antiguo, hoy Parador Nacional, hay una de ellas que es la
que aquí recojo y que está en la parte interior de uno de los sillares que
forman el dintel de la chimenea de la habitación 107.
Como se puede apreciar es un sillar reutilizado al que para adaptarlo a
su nuevo lugar se le cortó su parte superior.
El diseño completo de la flor coincide con el de las dos flores
centrales del dintel de Artáiz, lo que me hace pensar en una época cercana para
los edificios, dada la singularidad de estos modelos, al igual del que viene a
continuación.
Esta segunda marca de cantería está en la Torre de las Tres Finiestras
o Torre de Los Cuatro Vientos del Palacio Nuevo. Se ha recogido una sola vez y
muestra la mitad superior derecha de una flor de lis.
El mismo resultado se obtiene si seleccionamos esa misma parte de las
flores de lis del Palacio Aldunate de Artáiz.
Como las de Artáiz, éstas de los Palacios de Olite desempeñarían la
misma función protectora, más que ser la firma de un cantero determinado.
…
Pasemos ahora a un segundo dintel en la zona de las antiguas cuadras.
Es mucho más sencillo y escueto que el anterior y si nos detenemos para
observar sus símbolos descubriremos también parte de su significado, que como
en el caso anterior está relacionado con el mundo de creencias ancestrales que
perviven en el siglo XV-XVI y que para los que estamos habituados a recoger
estas marcas y estudiar su posible significado, nos resulta extremadamente conocidas
las que aquí se reproducen, dado que son muy frecuentes en los sillares de los
canteros. La novedad es que también se graban en la madera.
Es el siguiente
He hablado en plural refiriéndome a lo que ahora se graba en este dintel,
porque al menos son seis signos los que yo distingo. Todos ellos los he visto
grabados en la piedra de los canteros medievales.
1º. Una línea vertical en el centro de la figura.
2º. Un aspa o cruz de San Andrés.
3º. Un triángulo en la parte izquierda.
4º. Un triángulo en la parte derecha.
5º. Dos triángulos tangentes que a veces he denominado pajarita o reloj
de arena.
6º. Una estrella de seis rayos.
Me detengo en los dos siguientes:
Este símbolo cuando lo recogemos en los sillares medievales tendemos a
calificarlo como una marca de cantería y más de uno afirma que es la firma de
un cantero.
Personalmente sí digo que es una marca de cantería por el mero hecho de
que ha sido un cantero quien la ha realizado, pero al ser una marca de las que
se repiten a lo largo del tiempo y del espacio lo de la firma de un cantero
concreto se desvanece y más cuando lo vemos ahora grabado en la madera. ¿O es
que esto es la marca o firma de un maestro carpintero?
Más me parece otro de esos símbolos protectores que he visto grabado en
algunas claves de puerta y que a su vez forma parte de los símbolos rúnicos.
Formado por dos triángulos tangentes bien pudiéramos estar ante la
unión de los complementarios; lo divino y lo humano, lo masculino y lo
femenino, la celeste y lo terrestre,… más claro de verse cuando está en
posición vertical.
Si nos centramos en sus líneas
diagonales descubriremos una estrella de seis rayos, también muy repetida en
los grabados de sillares por los canteros a lo largo del tiempo y del espacio y
que aquí se usa igualmente realiza en la madera.
Volvemos a encontrarnos con un símbolo “pagano” de la espiritualidad
ancestral con alusión al sol y su poder de generar la vida, luz frente a las
tinieblas, fortuna frente al infortunio, que cristianizado se convierte en el
anagrama de Jesucristo, desde la órbita creyente católica imperante en la época
que se realiza.
…
Después de todo lo comentado pienso que el simple hecho de analizar
estos grabados y de relacionarlos con los encontrados en otros lugares puede
abrir el campo de visión para situarlos en su lugar correspondiente y
valorarlos más por su valor simbólico asumido por las civilizaciones de todo el
mundo, pues todos los llevamos impresos en nuestro subconsciente.
Los grabados de los dinteles del Palacio Aldunate de Artáiz, desde mi
punto de vista, son símbolos protectores destinados a ahuyentar todo posible
mal que intente penetrar y dañar la riqueza animal de sus poseedores. Símbolos
a la vez de las creencias antiguas, que se mantienen vivas a pesar del
rigorismo católico de la época, que de alguna manera reflejan la libertad de
espíritu de quien los mandó tallar.