LA ORIENTACIÓN DE LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE ARTÁIZ - I
Por Simeón Hidalgo Valencia (23 de Septiembre de 2015)
He vuelto una vez más a Artáiz para encontrarme con la magia de la luz
del equinoccio y contemplar a algunos de los personajes de su magnífica portada
medieval revivir por momentos, iluminados por el sol.
El día 23 de Septiembre es el equinoccio de otoño y el sol se levanta
marcando el punto exacto del Este y, como en el 21 de Marzo, el equilibrio
entre la luz y las tinieblas es perfecto.
He vuelto una vez más a Artáiz el 21 de Septiembre adelantándome un par
de días, dado que las previsiones meteorológicas dan para el 23 nubes y lluvias
desde el amanecer.
He vuelto, pues a Artáiz, con la esperanza de ver la salida del sol y
poder comprobar con mis propios ojos que este edificio se replanteó en uno de
los dos equinoccios.
Ya estuve en fechas cercanas al solsticio de verano este mismo año y
descarté que su replanteo se hiciera en el solsticio de verano.
-Quizás tenga más suerte en el
equinoccio de otoño, me dije, a no
ser que se hubiera replanteado el día de su titular San Martín, el 11 de
Noviembre, o en el solsticio de invierno-.
Y la tuve, por lo que no me pesó lo más mínimo el madrugón que me di
levantándome a las 4,30 horas solares para, después de ponerme en forma, poder
estar con la alborada esperando la salida del sol a las 6,00 horas solares.
También esta vez elegí como atalaya de observación la propia torre
campanario. Allí estaba apostado desde las 5,50 horas, cámara en ristre
dispuesto a plasmar lo que la Naturaleza me regalara. ¡Y buen regalo que me
hizo!, pues pude ver, por primera vez en mi vida, “el milagro de la luz” en
esta iglesia tan importante del
denominado románico rural de Navarra.
Como en el caso del solsticio de verano en San Martín de Guerguitiáin
lamenté no tener el don de la ubicuidad y estar a la vez en el campanario,
frente al exterior del ábside, dentro de la iglesia, o contemplando la portada
de la misma, para recoger al mismo tiempo los efectos de la luz en cada lugar
señalado, pero lo que vi en las dos
horas que estuve observando el recorrido y la incidencia del sol en estos
lugares del edificio me ha desvelado secretos del mismo que sólo se revelan a
los que los buscan. Aquí sí se hace realidad el dicho popular de que “a quien madruga, Dios le ayuda”.
¿Qué es lo que he aprendido que no sabía acerca de la iglesia de San
Martín de Artáiz?
1º Que su replanteo se hizo en época equinoccial. No podemos precisar
si en el comienzo del otoño o de la primavera, aunque eso no importa tanto dado
que en ambos casos la Tierra se encuentra en la mitad de su movimiento de
precesión, por lo que la salida del sol marca los puntos exactos del Este al
amanecer y del Oeste en su ocaso. Desde mi observatorio comprobé cómo el rayo
central solar punteaba la cumbrera del tejado como eje central del edificio.
Personalmente me inclino por el equinoccio de la primavera, pues facilitaría la
labor de replanteo y cimentación con la llegada del buen tiempo.
2º Ahora puedo señalar a los turistas el lugar geográfico exacto en el
que aparece el sol en el horizonte en los equinoccios y teniendo el mismo como
referencia calcular los que corresponden tanto al solsticio de verano como al
solsticio de invierno, hacia el que a partir de hoy nos dirigimos.
3º He podido observar, por primera vez, cómo incide el sol en cada uno
de los canecillos de debajo del alero de la portada en el momento del amanecer,
que habitualmente permanecen en la sombra hasta la llegada de este momento del
año. En estos días próximos a los equinoccios y posiblemente en los primeros
momentos del solsticio de invierno (tendré que comprobarlo) los que madruguen
como yo podrán ver cómo el sol da vida, de distinta manera, a cada uno de los siete
personajes. Con el declive del sol del atardecer volverán a iluminarse.
4º Se me ha confirmado la interpretación que hago de “la mujer
parturienta” de Artáiz en mi libro “La
iglesia de San Martín de Guerguitiáin. Una lectura particular.”, pues es la
única que gira su rostro hacia el sol (en contraposición al resto de personajes
que están de frente al espectador) y éste, como señor de vida, ilumina desde el
primer momento tanto su rostro como el puchero que sostiene en su mano derecha,
que se repite en el canecillo central del exterior del ábside y recibe el
primero la luz equinoccial, con todo lo que ello significa.
He vuelto una vez más a Artáiz y la luz se ha revelado convirtiéndose
en camino y alimento para todas las personas.
… continuará.