ARTÁIZ
- DE LUZ Y OSCURIDAD.
Por
Simeón Hidalgo Valencia (24 de Junio de 2016)
Luz es belleza, es
bondad, es armonía, es vida, es positividad, es hermandad, es justicia, es
solidaridad, es aceptación, es…
Oscuridad es fealdad,
es maldad, es desorden, es muerte, es negatividad, es enemistad, es injusticia,
es egoísmo, es rechazo, es…
Y de esta pasta estamos
hechos los humanos.
¿Quién vencerá? ¿A qué
duendecillo escucharemos?
Hago esta sencilla
reflexión porque siempre me ha intrigado cómo los antiguos maestros canteros
plasmaron esta realidad en sus trabajos medievales reflejando el sentir y el
vivir de su época y transmitiendo a las venideras el pensamiento y las
creencias antiguas con hermosas tallas llenas de expresividad, conscientes como
eran de la convivencia de estas dos realidades en todas las facetas de la vida,
tanto individual como pública.
En la iglesia de San
Martín de Artáiz, Navarra, lo he podido comprobar recientemente al contemplar
cómo la luz del solsticio de verano iluminaba progresivamente, aunque por breve
tiempo, la tiniebla del lado norte, lado considerado como de la oscuridad y del
mal en la simbología de estos edificios religiosos. El este simboliza el
nacimiento y la vida, el oeste la muerte y el ocaso, el sur nos habla de la
vida iluminada por el sol invicto.
Pues bien. En la
hermosa iglesia románica de San Martín de Artáiz se puede contemplar esta
dualidad. Al sur el hermoso, bello, joven y atemporal canecillo trifaz
iluminado, según los momentos del día, durante todo el año con matices
temporales que refuerzan, mire cómo y cuándo se lo mire, su belleza y su
equilibrio. A mí me hace pensar en todo lo positivo que cada persona tenemos en
potencia, con todos sus matices a lo largo de la vida de cada cual. En el
pasado, en el presente y en el incierto futuro. Este dios antiguo de rasgos
supe modernos traspasa el tiempo y el espacio desde que aquí se colocó a
finales del siglo XII, posiblemente con la idea de cristianizarlo en forma de
la Trinidad cristiana. Colocado en el cuarto canecillo de la fachada sur
contando desde el hastial occidental, tiene su oponente también en el cuarto canecillo
de la fachada norte.
Lo que en el norte se
muestra es todo lo contario. Oscuridad, fealdad, rostro maltrecho, maldad en el
rictus de sus labios de un ser cornudo al que la luz no llega salvo en época
solsticial de verano. Pan o Fauno cornudo antiguo protector de los pastores y
sus ganados, dios de la fertilidad y sexualidad masculina, relegado por el
cristianismo a la figura malvada del diablo, como en el caso de Guerguitiáin. Quizás
sea una oportunidad que el dios sol le brinda para que acepte la luz y vuelva a
ser quien fue allá por los tiempos iniciales antes de caer en desgracia. Pero
mucho me temo que se haya acostumbrado a su nuevo rol y seguirá en sus trece,
recalcitrante e impenitente, rechazando la belleza y la bondad. Cada cual ha de
estar en su papel y aconsejar a los humanos en un camino o en otro, pues la
libertad de elección del propio sentido de la vida, aunque parezca que no,
existe.
Quería yo descubrir
cómo se comportaba la luz sobre este personaje maligno y hasta Artáiz me llegué
de nuevo para seguir estudiando este edificio en época del solsticio de verano
y a pesar del estorbo de la casa de la abadía al oeste y del arbolado que hay
en el lado norte, pude hacerme una idea de la incidencia de la luz sobre esta
zona, oscurecida el resto del año.
Llegué a las 4,50 horas
solares de la tarde, cuando el sol daba sobre la pared occidental e iluminaba
al músico que toca el arpa y al león de de la parte izquierda de la portada
según miramos, así como a las cabezas maltratadas del alero a sendos lados del
hastial oeste. Todo el resto de los personajes estaban apagados.
Sólo tuve que esperar
unos minutos para que la luz incidiera progresivamente sobre los canecillos del
lado norte, dado que esta iglesia está orientada perfectamente de este a oeste en
tiempo equinoccial, por lo que ahora, en el solsticio de verano, el sol, en su
amplia órbita, se oculta por el noroeste llegando en su ocaso a iluminar hasta
los dos primeros canecillos de la parte norte del ábside antes de desaparecer
en el horizonte.
A las 5,27 horas
solares de la tarde un punto de luz tocó la cabeza de este maligno personaje
suavemente, con cuidado para no ser repelido y fue ampliándose subiendo y
bajando por su rostro con intención purificadora, por si por esta vez, cual
nueva oportunidad, admitiera la gracia de la luz que regenerara su espíritu y
su rostro deforme y maligno. Así estuvo hasta las 6,13horas solares, en que
definitivamente la luz se vio rechazada por la impenitente actitud negativa de
tan depravada criatura y ante el rechazo la luz siguió su camino iluminando el
resto de los capiteles hasta que se ocultó a las 7,23 horas solares.
Tuve la suerte de
contemplar este fenómeno que pocas personas habrán observado y sobre todo pude
reflexionar en lo que la luz representa en los dos personajes situados en
sendos cuartos canecillos del sur y del norte. Todo un mensaje calculado de la
mano del comitente que mandó construir esta iglesia de San Martín de Artáiz,
con conocimientos sobrados de Teología adquiridos posiblemente en París y plasmados magistralmente en piedra por manos expertas de un artista cantero anónimo.
Luz y oscuridad.
Belleza y deformidad. Bondad y maldad,… actitudes duales que todas las personas
llevamos en nuestro ser.
Oportunidad ofrecida y
rechazada.
La vida misma.
Magnífico reportaje y interesantes y bellas conclusiones. Los maestros canteros de finales del XII habían llegado a un punto de sincretismo que es compatible con la lectura que hace en la actualidad de estos canecillos. Gracias.
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