sábado, 11 de abril de 2020

ARTÁIZ XV- DESCENDER A LOS INFIERNOS


ARTÁIZ XV – DESCENDER A LOS INFIERNOS

Por Simeón Hidalgo Valencia (06-06-2014)



-Pues la verdad sea dicha, personalmente me resultaría muy difícil interpretar en profundidad las manifestaciones artísticas de religiones como la judía, la islámica o la budista, por ejemplo.

- ¿Por qué dices eso? ¿No has estudiado Historia del Arte Universal a lo largo de la carrera de Historia? ¿O no te fue bien?

- ¡Que si estudiamos Arte! ¡A lo largo de los diez semestres de la carrera! ¡Y era uno de los temas que se me daba mejor!

- ¿Entonces?

-Lo digo porque una cosa es conocer las formas, los estilos, las expresiones y otra, quizás lo principal, vivir y conectar con la mentalidad, el pensamiento, las creencias de donde surgen. Pienso que en estos casos me falta una parte esencial para poder ver más allá de lo que externamente veo y poder captar todo lo que estas expresiones artísticas comunican.

- ¿Quieres decir que para comprender el arte de cualquier civilización has de sintonizar lo más posible con su mundo de creencias?

-Así es. ¿No se tendrá más facilidad para ver la totalidad de una manifestación artística si además se comparte la fe que la origina? Por eso digo que me muevo mejor y comprendo más en profundidad las manifestaciones artísticas del entorno de mis propias creencias, que es lo cristiano.

-Entonces ¿Si no crees o profesas una determinada religión no puedes comprender sus manifestaciones artísticas?

-Quizás si. No lo sé. Es la duda que yo tengo a la vista de lo que personalmente siento. Ya te digo. Llego más lejos en el arte cristiano que en el islámico, por ejemplo. En lo islámico puedo identificar lo externo de sus manifestaciones, pero se me escapa su mundo interno, su simbolismo, su fe, pues al fin y al cabo el arte es la plasmación externa del mundo de las ideas y creencias del artista.

-Pues ya conoces lo que pienso respecto a la religión. Para mí, Dios no existe y sin embargo intento conectar con lo que aquí se representa. A mí también me dice algo todo lo que hemos visto hasta el momento. También en esta hermosa fachada de Artáiz hay mensajes para los simples humanos que no creemos en Dios. Hay valores básicos aquí esculpidos que no son ni cristianos, ni judíos, ni budistas, ni islámicos, ni corresponden a una creencia en exclusiva, pero que a todas ellas pertenecen, al igual que a los agnósticos y ateos. Aunque a lo mejor puede ser también que a los que os profesáis creyentes, vuestra misma fe os ciegue y os impida ver el vasto mundo de ideas que hay en el mundo y por pretender ir más allá os olvidéis del más acá, es decir, del denominador común que tenemos las personas de cualquier raza o lugar.

Así dialogan dos amigos entendidos en Arte frente a la fachada de San Martín de Artáiz. El matiz es que uno se declara creyente en Jesús y el otro ateo. Los dos parten de lo que ven. Los dos con ojos críticos de expertos observan esta metopa.

Yo he seguido su conversación sin intervenir, pues no tenía vela para ese entierro y discretamente, mientras seguía sacando fotografías de cada escena y detalle, me he interesado por su reto para ver quién de los dos interpretaba correctamente la siguiente metopa y por la reacción de ambos he tenido la impresión de que tanto al creyente como al ateo esta escena se les resistía. He dejado mi trabajo y me he sentado en el banco de piedra, a la sombra de la acacia. He sacado mi tablee y me he puesto a describirla.

La escena que aquí se reproduce recoge una de las creencias de los cristianos. La de que Jesús, en el tiempo que estuvo muerto fue o bajó a "los infiernos" o sehol judío, que no el infierno de los cristianos con diablos, fuego y tormento eterno, para rescatar de "ese lugar indefinido" a las almas de las personas que en su vida habían sido buenas y llevarlas al "cielo", comenzando por Adán, el padre de la humanidad.

Curiosamente esta escena, como casi la totalidad de las que se muestran en Artáiz, no está sacada de la Biblia, aunque tenga un componente espiritual cristiano y se recuerde en la liturgia que se celebra en la iglesia católica en la celebración de la noche de Pascua de resurrección.
Quien esto desconoce muy difícilmente puede identificar la escena y mucho menos leer básicamente lo que en ella se comunica. De ahí que a ambos amigos les resultara difícil, si no ya describir lo que veían, sí interpretar e identificar correctamente a los personajes.


-Esta otra metopa, comenta el guía a los visitantes, nos narra una de las afirmaciones del credo cristiano. La denominada “anástasis” o descenso de Jesús a los infiernos para rescatar a los justos del Antiguo Testamento. Personas buenas anónimas, reyes, profetas, jueces, patriarcas, hasta llegar a Adán y Eva.
No responde a la representación de ningún texto bíblico, porque este pasaje no está en la Biblia, aunque sí es una creencia de la tradición de la iglesia a la que uno de sus hombres sabios, san Epifanio, allá por el siglo IV, dedicó una hermosa narración.
Con el tiempo entró a formar parte de la liturgia del Rezo de las Horas para el Sábado Santo. Dice así:

Antes de leer él mismo, pide como siempre un voluntario o voluntaria para hacer la lectura. Un señor entrado en años se ofrece. Su cara le resulta conocida al guía de la visita. Saca sus gafas de lectura, se las coloca con parsimonia y con voz recia y bien templada, lee.

“¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está sobrecogida, porque Dios se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde antiguo. Dios hecho hombre ha muerto y ha conmovido la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a oveja perdida. Quiere visitar a «los que yacen en las tinieblas y en las sombras de la muerte». Él, Dios e Hijo de Dios, va a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor se acerca a ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor esté con todos vosotros». Y Cristo responde a Adán: «Y con tu espíritu». Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz». Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho hijo tuyo. Y ahora te digo que tengo poder de anunciar a todos los que están encadenados: «Salid», y a los que están en tinieblas: «Sed iluminados», y a los que duermen: «Levantaos». Y a ti te mando: «¡Despierta, tú que duermes!», pues no te creé para que permanezcas cautivo del abismo. ¡Levántate de entre los muertos!, pues yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí y yo en ti formamos una sola e indivisible persona.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo. Por ti, yo, tu Dios, me revestí de tu condición de siervo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aún bajo tierra. Por ti, hombre, me hice hombre, semejante a un inválido que tiene su lecho entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto del paraíso, fui entregado a los judíos en el huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi cara, que recibí por ti, para restituirte tu primer aliento de vida que inspiré en tu rostro. Contempla los golpes de mis mejillas, que soporté para reformar, según mi imagen, tu imagen deformada. Mira los azotes de mi espalda, que acepté para aliviarte del peso de tus pecados, cargados sobre tus espaldas; contempla los clavos que me sujetaron fuertemente al madero de la cruz, pues los acepté por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos al árbol prohibido.

Me dormí en la cruz y la lanza penetró en mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste y de tu costado salió Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño de la muerte. Mi lanza ha eliminado la espada de fuego que se alzaba contra ti.

¡Levántate, salgamos de aquí! El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí que comieras «del árbol de la vida», símbolo del árbol verdadero: «¡Yo soy el verdadero árbol de la vida!» y estoy unido a ti. Coloqué un querubín, que fielmente te vigilara, ahora te concedo que los ángeles, reconociendo tu dignidad, te sirvan.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y desde toda la eternidad preparado el Reino de los cielos”.


Los asistentes escuchan en silencio y con atención. Sus miradas fijas en la metopa comprueban que, tal como se escucha, así el cantero medieval lo describe en la piedra y comprenden ahora que esta escena muestra claramente la creencia cristiana de la victoria de Jesús sobre la muerte, representada en la calavera dominada por la cruz que porta. El infierno o Hades está representado por la cabeza de un monstruo, Leviatán, por cuya gran boca salen los justos rescatados por Jesús.

-Pero no todos ganan la batalla, les comenta el guía, a juzgar por la presa humana que retiene otro fiero animal en la parte superior izquierda de la metopa.

Terminada la lectura, el voluntario lector de voz recia se quita las gafas lentamente, las guarda en su funda y comenta:

-Ahora entiendo lo que mi amigo quería decir el otro día, cuando vinimos por nuestra cuenta a ver esta magnífica fachada. Si no estás en la onda, sólo veras lo externo, ¡y si lo ves!  El escrito de este San Epifanio me lo ha hecho comprender. Otra cosa es que yo me lo crea… ¡pero no viene nada mal ampliar el conocimiento!