NOVIEMBRE: EL MATATXERRI
Por Simeón Hidalgo Valencia
(01-11-2014)
Comenzamos hoy el mes de Noviembre, que etimológicamente hace relación
al número nueve, pues era el noveno mes del calendario primitivo de Roma, que
era de diez meses. Ya hablé de él en el año 2011 y documentaba dos de las
características de este mes con sendas imágenes de la exposición etnográfica
que ese año montamos con mucha ilusión y con gran éxito, cuando éramos “Grupo
Cultural” [1].
Hoy me voy a detener en la faena que los calendarios o almanaques
medievales representaban en este mes en relación a la vida de entonces. La
matanza del “txerri” o del cerdo, que en previsión del cercano invierno y con
el fin de tener las despensas llenas y alimento variado en caso de quedarse
bloqueado por las intensas nevadas que entonces había, se hacía en este mes,
teniendo como referencia a uno de los santos más populares: San Martín de
Tours, cuya festividad es el 11 de Noviembre.
“A todo cerdo le llega su San Martín” se decía y se sigue diciendo y todavía en
algunos lugares del valle de Izagaondoa se sigue haciendo la matanza del cuto a
la manera tradicional, aunque para evitar que sufra en demasía se apliquen
métodos actuales.
Si nos fijamos en los dos calendarios que se conservan en Navarra, el de
Ardanaz de Izagaondoa y el del claustro de la Catedral de Pamplona veremos que
no era el cuchillo lo que se empleaba para matarlo.
En el calendario de Ardanaz parece un palo o garrote, aunque la pintura
no está completa, pero esta laguna nos la colma el más moderno y de mayor
categoría de la catedral pamplonesa. El instrumento que se empleaba para matar
al “txerri” era un hacha como muy bien se distingue en el de la clave del
claustro catedralicio. El matarife asesta un fuerte golpe en la cabeza del cerdo
con el contrafilo del hacha, lo que le deja sin sentido. En este estado se lo
sangraba.
La faena de la matanza del cuto ha estado vigente hasta fechas bastante
recientes en nuestros pueblos y era todo un rito la matanza; el recoger la
sangre en el caldero revolviéndola para evitar que cuajara; el chamuscado
empleando como material combustible fuera la paja, los helechos o las oyagas;
la extracción de las vísceras; la
minuciosa limpieza de las tripas en un “aska” concreto del pueblo usado “ex
profeso” para este menester como se hacía en Idoate, que se empleaban para
hacer luego los embutidos de todo tipo: chorizo, morcilla, mondongo, “txistorra”,
salchichón, “birica” [2],… y seguir con el
despiece del resto, preparando los lomos que una vez partidos en ruedas se
pasaban por la sartén y se guardaban dentro de una tinaja llena de aceite para
su conservación, sin olvidarnos de introducir en sal los deliciosos jamones, o
la cabeza y patas del animal.
Desde el morro hasta el rabo del cerdo se aprovecha todo, se dice
normalmente. Así es, pues nada se desperdicia.
Me cuentan que, en Idoate, para reponer fuerzas a mitad de la faena se
servía un “amarretako” consistente en pimientos escabechados y sardinas viejas
con aceite y ajo y que por la noche, para cenar, la “etxekoandre” preparaba las
“txaltxitxas”- así decía mi abuela-
que “se hacían con magro de cerdo partido
en trozos muy pequeños y que se freían con ajo y aceite hasta que quedasen bien
friticos”.
En Noviembre esta era la tarea principal en las casas y en los campos
se terminaba la siembra y se recogían los últimos frutos, pues el paso de las
grullas en busca de mejores climas anunciaba, como hoy en día, la llegada de
los fríos invernales y si los silos, desvanes, pajares, graneros y despensas no
estaban colmadas, la escasez de alimentos podía poner en peligro la vida tanto
de los habitantes de la casa como de sus animales a poco que se alargara unos
días los fríos de Febrero, como revela el dicho popular que me contaba D.
Paulino de Lizarraga hace unos años cuando le entrevisté junto a la Sra.
Esther, su mujer.
“-¿Sabéis algún dicho o refrán de la
zona?
P.-
Yo sé aquel del pastor que a finales de Febrero exclamó:
“Febrero, Febreruelo
ya no te tienen miedo
mis corderuelos”.
Y el
tiempo le contestó:
“Con tres días que me quedan
y los que me da mi hermano Marzo
te dejo, pastor incauto,
con el palo bajo
el brazo”.
De ahí la importancia de aprovisionar abundantes alimentos, dado que el
tiempo podía jugar malas pasadas y mermar en un plis-plás la economía de los
hogares.
A continuación algunas escenas de la matanza en casa Hirigoyen o Irigoiengoa, Pancho o El Americano, en Idoate.
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