martes, 18 de noviembre de 2014

LA OTRA REALIDAD - I: EL ROSTRO DE GUERGUITIÁIN





LA OTRA REALIDAD - I: EL ROSTRO DE GUERGUITIÁIN

Por Simeón Hidalgo Valencia (18-11-2014)


El maestro Petrus dejó su firma en el centro de un capitel de la iglesia de San Martín de Guerguitiáin, en el valle de Izagaondoa, reino de Navarra, allá por los finales del siglo XII o comienzos del XIII, convirtiéndose así en uno de los rebeldes de su época, como comenté en el artículo dedicado a los maestros románicos que firmaron su obra. [1]
La enmarcó con sendos zarcillos de la vid y con zarcillos de la vid realiza este popular y sencillo rostro cuya profunda mirada hipnotiza cuando la miramos atentamente y transmite sentimientos positivos al espectador.

Está en la portada de la iglesia tallada en el capitel central derecho según miramos. Está a la altura de los ojos de las personas de aquel tiempo, que eran más bien bajas, para que la vieran sin problemas pues, como ya es conocido, las tallas de la portada tenían, y siguen teniendo, la importante labor de catequización de las gentes analfabetas que acudían a la casa de Dios. Lo que ellos entendían a nosotros se nos escapa y a pesar de nuestros estudios, carreras y másteres somos analfabetos para comprender y asimilar lo que en ellas se comunica.

En el cuento que escribí tratando de interpretar la portada de Guerguitiáin[2] comenté lo que pienso verían en ese rostro los aldeanos del lugar o los peregrinos que por allí pasaran y es el mismo maestro quien a manera de visita guiada les hace la explicación.

“De nuevo pregunta a los pequeños, en especial al grupo de antes que continúa con sus cuchicheos y risitas por lo bajo, sobre los nuevos motivos dibujados en el capitel central de la derecha. Logra captar su atención y uno de ellos, de unos 12 años, dice:
-Yo veo tres. El primero esta cara. Aquí están los ojos, que los ha hecho con los zarcillos, esta es la nariz, los bigotes y este punto es el mentón.
-¡Muy bien explicado! ¿Quién sabría decirnos a quién representa?
Un coro de voces infantiles contesta al unísono: ¡A Jesús, nuestro Señor y nuestro Salvador! De tanto escuchar la historia cuando iban a ayudar o a ver la marcha de la construcción de la iglesia, se lo han aprendido de memoria.”

Eso es lo que el maestro les dice en general, pero en particular al niño de 12 años a quien toma como aprendiz, le pone la tarea de descubrir la clave que le haga descubrir el verdadero mensaje de esta portada y que descubrirá cuando sea ya un anciano.

Lo primero que hace cuando llega por la mañana a dirigir la reparación de la iglesia, es contemplar su portada. Ahí está la cara que tiene la solución al enigma. La observa fijamente y se pregunta qué es lo que tiene que ver. A la vez, el sueño de la noche pasada le invade de paz interior e intuye que ha de salirse de lo normal y abrir la puerta al revés para poder dar con la respuesta al mandato de su maestro. ¡Qué fácil resultó en el sueño abrir la puerta! ¡Hazlo al revés! ¡Dale la vuelta a la realidad!
De repente tiene una intuición y rápidamente manda a un obrero que prepare en el suelo, allí mismo, en la explanada de la iglesia, una plancha para dibujar. A mediodía se encuentra haciendo una copia de la cara de Jesús lo más exacta y proporcionada posible.
 Cuando la termina se aparta unos pasos y la contempla en la distancia. Como la del capitel transmite paz y sosiego. Es la faz de nuestro Señor y nuestro Salvador.

 Pero la intuición anterior le lleva a rodear el dibujo y contemplarlo desde el lado opuesto. Lo que ve le deja paralizado. Un nuevo rostro, oculto hasta este momento, aparece ante sus ojos. Parece salido de la profundidad de la tierra y ser la viva imagen del diablo.


“Siente miedo ante lo desconocido, pero a la vez se acuerda del maestro Petrus y de su mirada de complicidad. Ahora la puede interpretar y se da cuenta de que sus grabados, en esta pequeña iglesia en medio de la naturaleza, tienen doble significado. Rápidamente decide destruir la plancha donde ha realizado el dibujo. Mejor que nadie lo vea y menos el monje encargado de la vida espiritual del lugar, pero no puede resistirse a releer la portada e intentar descifrar la totalidad de su mensaje.
En medio de estas reflexiones no percibe una presencia a sus espaldas.
-¡La obra de reparación parece sólida, maestro albañil! Escucha. ¡Seguro que estos muros aguantarán bien el paso de los siglos, pues lo que estás descubriendo tiene que pasar de generación en generación!
Al volverse tiene ante sí a la mujer del bosque. Lleva consigo su saco de hierbas medicinales recién cosechadas. Una diadema de flores silvestres adorna su ya blanquecina y larga cabellera. El maestro albañil intuye que ella sabe leer el mensaje de la piedra.
-Las creencias antiguas siguen vivas, pero pocos se atreven ya a celebrar sus ritos abiertamente. El maestro Petrus las conocía y a su manera las transmitió escondidas bajo la apariencia de la nueva religión. Tú has encontrado en su Dios crucificado a nuestro Dios cornudo, que ellos le dieron esa apariencia horrible y malvada y lo llamaron Diablo. Nuestra Diosa es la madre de todo lo que vemos, la Madre Tierra, la Señora de la luz...
-¿Por qué me revelas estas cosas, mujer, sabiendo que corres peligro? Le pregunta el maestro albañil.
-Porque es la Diosa la que te ha traído a la tierra de tu infancia, para cerrar tus ojos al fin de tus días y acogerte en su seno, así como te insufló la vida en el momento de tu nacimiento. Porque has sido tú el elegido para mantener en pie estos muros donde se resume grabada nuestra fe. Porque no has olvidado el mandato de tu maestro y sigues buscando la verdad labrada en estas piedras, sólo reconocible por los seguidores de las creencias antiguas.”

Otra realidad se percibe en una imagen aparentemente simple y popular, que ahora denominamos “Inversión Perceptual” y de la que muchos ejemplos podemos poner. Pensamos que es algo moderno, pero ya en los finales del siglo XII o en los comienzos del XIII el maestro Petrus lo usó en su obra para que el discípulo o persona inquieta y rebelde como él, vea más allá de lo aparente y ejercite mente y espíritu cruzando la frontera de dogmas e imposiciones.


¿Quién no conoce este dibujo de W. E. Hill realizado en 1915 en el que dos realidades opuestas conviven?

Mirar y observar la realidad en profundidad, no sólo verla, nos hará estudiar los matices de las formas hasta dar con la otra verdad, con el otro mensaje que aquí se esconde.

¿Qué ves en este dibujo?

 ¿Dónde está su abuela?

Pues también en el rostro de Guerguitiáin están presentes dos realidades.


Personalmente las he plasmado en la siguiente composición del cuadro que para el Petrus Museum he realizado. Es un único rostro, pero lo he invertido como antes para poder ver dos realidades distintas, aunque bien pensado quizás sea la misma que evoluciona a lo largo de los tiempos.





[2] SIMEÓN HIDALGO VALENCIA; El mensaje en piedra del maestro Petrus; 2012.

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