sábado, 25 de abril de 2015

TRABAJAR EN AUZOLAN

Por Simeón Hidalgo Valencia (25-04-2015)


Quien me siga por estos caminos del blog se habrá dado cuenta de que en bastantes de los artículos que llevo escritos desde que me hice bloguero, he defendido la costumbre antigua de trabajar en auzolan.

Auzolan es trabajar en comunidad para la comunidad. Trabajar unidos los vecinos de un pueblo por el propio bien del pueblo en tareas que benefician a todo el pueblo, sea adecentando caminos, cementando las calles, canalizando las aguas, preparando unas fiestas, siendo solidarios con un vecino que tenga la desgracia de que se le queme la casa, echando una mano en el trabajo de los campos, reparando la iglesia del pueblo, etc., etc.

Como digo, he defendido esta forma de trabajo que une a los vecinos y que hace que se consideren las cosas como propias, aunque sean de la comunidad, porque la mano y la ilusión de cada cual se ha puesto en esa empresa y por ende se cuida, se aprecia y valora.

Pero además de defender esta forma de trabajo, siempre que se ha terciado lo he puesto en práctica, junto a otras personas, amigos unos, vecinos otros, amigos de amigos alguno más, y más ahora que estoy jubilado y que puedo colaborar en proyectos para la sociedad.


Uno de esos proyectos que me tiene enganchado es la adecuación de la Casa Zandueta de Lizarraga, que cedida por 20 años por la Asociación Aspace a la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa, ésta  la está convirtiendo en un proyecto museístico, que pretende dar vida cultural al Valle de Izagaondoa y su comarca siguiendo las huellas del maestro cantero medieval, Petrus, que yo personalmente lo he bautizado con el apellido “de Guerguitiáin”.

Los vecinos y vecinas de Lizarraga de Izagaondoa ya saben que formamos parte del paisaje del pueblo, pues los sábados allí acudimos y hasta algún día entre semana. Algunos nos visitan y entran a ver lo que hacemos. Otros nos miran, es lógico, con cierto recelo, pero para todos tenemos un saludo amable y las puertas abiertas, porque como yo digo, lo que estamos haciendo no es única y exclusivamente para nuestra Asociación, ni para Lizarraga, ni para el Ayuntamiento,  sino para todos los vecinos y vecinas del Valle de Izagaondoa.

Por ello, trabajando en auzolan, si se apunta alguien que no es de la Asociación ni del Valle, ni de los pueblos que lo conforman, es bien recibido, pues toda ayuda y colaboración es poca y poco a poco, con la colaboración de todo el que se anima a echar una mano, el auzolan sigue y se están viendo los resultados.

Mi experiencia me dice que a la larga los frutos son positivos y valorados, aunque en el día a día haya que sortear más de una dificultad o zancadilla pero si se es constante, se tienen las metas claras y se lucha por lo que realmente se valora y ama, se consiguen resultados insospechados, como sucedió ya con la Exposición Etnográfica del Valle de Izagaondoa, que fue un éxito gracias al esfuerzo, la colaboración y participación de más del 50% de los habitantes del Valle.

Eso es lo que veo que está pasando en lo que será el PETRUS MUSEUM. La ilusión de unos cuantos que acuden voluntarios cada sábado lo está haciendo posible, pero hay personas detrás que han ido respondiendo a la llamada que, hace años, alguien les hizo cuando a este alguien se le encendió la bombilla de la imaginación y tuvo la idea de valorar a este personaje medieval que quiso darse a conocer precisamente en este valle y comenzó a dar pasos y contactar con gentes para transmitirles su propio entusiasmo por el proyecto.


Trabajar en Auzalan saca proyectos muy interesantes para adelante y como además la vida está bastante achuchá, económicamente hablando, la participación voluntaria hace que los costos se reduzcan a lo mínimo, pues prácticamente son los materiales los que hay que conseguir y si además la mayoría de estos materiales son reciclados, mucho mejor.

En el tiempo que llevamos trabajando calculo que se han ahorrado más de 20.000€ al menos, demostrando otra de mis tesis que también he defendido en estos escritos: “Se puede hacer mucho y muy bien con muy poco dinero siempre y cuando se busque el camino del auzolan y del reciclaje”. En la Casa Zandueta de Lizarraga lo estamos poniendo en práctica y al poco monetario que hay le sacamos mucho provecho.

También he comentado en ocasiones, y he sido mal interpretado, que los organismos públicos, léanse Corporaciones Locales o Gobiernos Autonómicos, aunque me quedo más con lo más cercano que son las Corporaciones Locales, deberían ser locomotoras del entusiasmo vecinal que aunaran a todos los vecinos y vecinas en la empresa común que se emprenda y recuperar este gran invento de nuestros antepasados, que es el auzolan.  Sus ventajas son evidentes.

¡Cuánto no se podría mejorar en el Valle de Izagaondoa, por ejemplo, y lo cito porque es lo que tengo más cercano, si se iniciara una campaña de sensibilización vecinal en temas que a todos nos atañan, mirando todos más allá de nuestras propias casas, fincas, piezas de labranda o pastoreo, pueblo… y diéramos el salto a crear conciencia de Valle y de comunidad entre los pueblos que lo integran!

Este tipo de auzolan también es necesario para pervivir como Valle, pues, como también he escrito en alguna ocasión “la suma de todos los pueblos da como resultado final el Valle de Izagaondoa”.


A lo dicho: ¡TRABAJEMOS EN AUZOLAN!




viernes, 10 de abril de 2015

LA ERMITA DE SAN ZOILO DE CÁSEDA

LA ERMITA DE SAN ZOILO DE CÁSEDA

Por Simeón Hidalgo Valencia (10-04-2015)


Hace muchos años que conocí esta singular ermita y últimamente he estado vinculado a ella por el estudio que realicé en 2012 sobre sus marcas de cantería. Además en el 2013 acudí a la visita guiada organizada por la Asociación Grupo Valle de Izgaondoa para visitar Cáseda y Gallipienzo y San Zoilo fue parada obligada.

Como el 18 de Abril del presente año 2015 volvemos por estas tierras se me ha ocurrido escribir unas líneas, dar unas pinceladas y adjuntar algunas fotos de esta preciosa ermita tan singular de Navarra, como es San Zoilo de Cáseda.

Como digo en la Presentación del trabajo “Las marcas de cantería de San Zoilo de Cáseda” cuando retomé este trabajo en edificios góticos, “uno de los que primero vinieron a mi mente fue la Ermita de San Zoilo de Cáseda, pues desde que la descubrí allá por el año 1978, se me quedó grabada en lo más recóndito de mi memoria por dos razones:
En primer lugar por su ubicación, que me recordó a un eremitorio, monasterio o algo parecido, donde el espíritu de la soledad, recogimiento y ascetismo  pudiera encontrar el ambiente propicio para el retiro del mundo y el reencuentro con uno mismo en plena naturaleza, allá en la hondonada.
En segundo lugar por su esbelta y ondulante silueta arquitectónica. Era la primera vez que veía una cubierta de estas características  que mostrara al exterior su auténtico diseño.
Por eso fue  San Zoilo de Cáseda quien encabezó la lista de los edificios que visitaría en esta segunda fase.”

Y por eso he vuelto con amantes del arte medieval en varias ocasiones para mostrarles esta joya casedana de la primera mitad del siglo XIV, a la que acuden todos los años en peregrinación las gentes de sus alrededores.

A los que no la conozcan les recomiendo se apunten a la visita del día 18, pues estoy seguro de que les va a gustar lo que oigan y vean de la historia del edificio, de la vida del joven mártir cordobés San Zoilo, de cómo llegaron parte de sus reliquias a Cáseda, del actual edificio entre hospedería y monasteriolo, del simbolismo de su portada, de sus poderosos clérigos hacedores, de su recinto interior propio de una gran iglesia parroquial, de sus capiteles y ménsulas esculpidas y, cómo no, de sus al menos 1.084 sillares marcados por los canteros con al menos 133 signos diferentes.

Además no hay que olvidar el entorno en que esta ermita está situada, en el retiro monacal silencioso de su paisaje que solaza y sosiega el espíritu y abre vías de espiritualidad en el ser humano. Su recinto defensivo, su riachuelo bajo el puente, su aljibe medieval camuflado, su patio empedrado, sus marcas protectoras,…

Desde el primer momento en que los visitantes aparquen sus coches distinguirán una silueta ondulada única que les fascinará y atraerá su atención y sus ganas de conocer más al detalle lo que la portada les depara en las escenas de sus capiteles  o en el tímpano de la entrada, que una vez comentados les permitirán acceder al interior del recinto con otro sentimiento.

En definitiva, San Zoilo les dejará huella y, sin duda alguna, más de uno volverá a repetir la visita y aconsejará a otros amantes del mundo medieval que la realicen cuando puedan.

No me voy a detener en explicar aquí los detalles. Basten algunas imágenes por el momento. Los que vengan a San Zoilo el sábado, día 18 de Abril serán afortunados de poder conocer esta joya del siglo XIV.

El cartel anunciador con las condiciones de la visita de todo el día se puede ver en http://www.valledeizagaondoa.com/page2.php


Portada de San Zoilo de Cáseda. 



Escenas de los capiteles de la portada de San Zoilo de Cáseda. 


Esta punta de flecha es la marca que más veces se repite en San Zoilo de Cáseda.
Se ha recogido grabada en 188 sillares.



Interior de San Zoilo de Cáseda.


miércoles, 1 de abril de 2015

ABRIL . LA VIDA SE EXPLAYA

ABRIL – LA VIDA SE EXPLAYA

Por Simeón Hidalgo Valencia (01-04-2015)

En otros tiempos, cuando la vida transcurría sin manipulaciones genéticas, regida por los ritmos bucólicos de la Naturaleza, al mes de abril se le representaba como una virgen doncella con flores o vegetación en ambas manos, símbolo del nacimiento renovado de la vida y del florecer de los árboles y de los campos.

El proceso de revivir de la Naturaleza tenía lugar con la llegada de la primavera y la vida se explayaba por doquier. A las diosas femeninas, se llamaran Afrodita, Venus, Cibeles, Ceres, Fortuna o Vesta, se las veneraba con alegres fiestas.

En el mes de abril hasta los humanos revivimos y buscamos la luz, el sol, el amor… sentirnos vivos y vitales.

Los calendarios medievales de Navarra así lo recogen siguiendo la tradición.


En el del claustro de la Catedral de Pamplona, ricamente policromado y de gran categoría, se representa a una doncella con sendas ramas o pequeños árboles poblados de hojas. Es lo que estamos viviendo en estos primeros días de la primavera por los campos, en los bosques o en los jardines de nuestras ciudades. Árboles floridos y botones de hojas a punto de abrirse.

Lo singular de esta escena claustral es que la vida se representa también a través del árbol considerado como el más noble, que representa la nueva ley, los nuevos tiempos, bajo cuyas ramas se toman decisiones importantes por los ancianos del lugar. El roble.

Si nos fijamos con atención veremos, hasta prematuramente, el fruto entre sus ramas tallado perfectamente. Las bellotas.

La leyenda dice:  + MENSIS APRILIS


También en el calendario de Arteta se representa, de manera más popular, a una doncella portando sendos objetos en sus manos. En su mano derecha parece claramente que es una flor que sostiene por el tallo, a juzgar por los  seis pétalos que se aprecian. En su mano izquierda resulta más difícil ver una flor, pues tiene más apariencia de una especie de cruz.

Yo al menos no llego a apreciar más, a no ser que tenga relación con lo que expreso al final de este artículo, como facetas extremas de la propia vida.
En el arco que la cobija se puede leer: APRILIVS



En el ejemplar de Ardanaz de Izagaondoa aparece, igualmente, la escueta leyenda :APRILIVS: y en su sencilla silueta se distingue a la doncella sin rostro que cubre su cabellera con tocado popular y porta en sendas manos, sujetándolas por la parte inferior de su tallo, sendas flores de lis, símbolo por antonomasia de la vida.

Es la Naturaleza que renace y nos habla de vida, aunque la parca siga haciendo de las suyas día tras día y nos ronde con su guadaña para segarla sin que sepamos en qué momento se presentará.

Lo importante es que cuando llegue sepamos abrirle la puerta y hospitalariamente recibirla, pues es el paso obligado que hemos de dar cada cual para que la vida se explaye en plenitud, ya que la muerte es parte de la vida.


Así se nos dice en la portada de la iglesia del lugar de Iriso de Izagaondoa. Entre sus tallas nos presenta a estas dos flores de lis.
Una hacia arriba. La otra hacia abajo.

Vida y Muerte…

…¡Vida al fin! 



viernes, 27 de marzo de 2015

AIBAR: LA IGLESIA DEL SEÑOR GARCÍA DE FORTUÑONES

AIBAR: LA IGLESIA DEL SEÑOR GARCÍA DE FORTUÑONES

Por Simeón Hidalgo Valencia (27-03-2015) 


Tengo que confesar que cuando visité por primera vez la villa de Aibar me impresionó la fisonomía de su silueta triangular en cuyo vértice superior se levanta la iglesia de San Pedro. Sus empinadas calles serpentean hasta llegar a ella y siguen sus pasos hasta lo más alto de la cumbre, donde actualmente está el camposanto. 

Hasta allí subí a descansar en su solana, tomarme el almuerzo, echar una cabezada y divisar el amplio paisaje que desde ahí se divisa, cuando hace ya muchos años me acerqué para recoger y estudiar las marcas que los canteros grabaron en las piedras medievales.

Ya no quedan en lo alto, de aquella época más antigua, sino los restos de su altivo castillo y una parte de la iglesia principal dedicada a San Pedro.  Testigos ambos, cada cual en lo que le toca, de racias musulmanas, de guerras fronterizas y civiles, de siervos que trabajan la tierra del gran valle, de amos que la señorean y oprimen y de hombres libres que deciden su propio destino.

Pero no voy a hablar de esa iglesia dedicada a San Pedro, ni del castillo humillado, aunque sus glorias se mantengan en los cuarteles de la enseña de Aibar. Torres y llaves. Curiosa simbología que enlaza con tiempos  clásicos y creencias romanos. 



Quiero detenerme en otro edificio que surge en los arrabales de la villa y en el llano, que no se ve ni tiene aires de grandeza, pero que a mí, personalmente, me atrae mucho más por su sencillez de formas y líneas, sea denominada como ermita o como iglesia de Santa María.

¿Que por qué  me atrae esta sencilla iglesia de Aibar?

Porque de alguna manera he conectado con su propia historia, porque me atrevo a aventurar quién fue su comitente, porque sus piedras me hablan de canteros medievales que graban signos en ellas a la manera de romanos o egipcios, signos de los que poco sabemos aún con certeza, al margen de obsoletas hipótesis decimonónicas. Aunque algunas claves más convincentes se van descubriendo por estudiosos actuales, todavía el camino se sigue desbrozando para encontrar la solución.

Además, porque con un poco de imaginación podemos ver los andamios de madera colocados por el exterior de su ábside y a los distintos gremios trabajando en su construcción, porque veo las obras paradas y a los trabajadores emigrar a otras obras al cerrarse la compuerta de la financiación, porque veo volver a alguno de los antiguos y a muchos más nuevos para terminar la obra y porque da la impresión de que está casi tal cual se construyó allá por los finales del siglo XII o comienzos del XIII, sin añadidos de torres, de capillas laterales, de coros, púlpitos o sacristías tridentinas.

Pero hay otra razón más que para mi es importante y es que en esta iglesia está el estilo de una escuela de tallistas o canteros medievales que he estudiado con paciencia, aún lo sigo haciendo, cuyo mayor exponente parece ser un tal Petrus, cuya firma dejó grabada en un capitel interior de la iglesia del lugar de Guerguitiáin, en el Valle de Izagaondoa. “PETRUS ME FECIT”, escribió y con ese gesto pasó a engrosar la lista de maestros rebeldes que rompen la norma del anonimato, cuyos nombres di a conocer en otro escrito. [1]

En el libro “La ruta del maestro Petrus de Guerguitiáin” escribí lo que sigue”

“La iglesia de Santa María de Aibar  es románica con cabecera de ábside semicircular y nave única de cuatro cuerpos. A simple vista se distinguen dos fases en su construcción.

La primera fase corresponde a la cabecera y al primer tramo de la nave, que presentan una unidad de estilo, donde sobresale la imposta ajedrezada que recorre el conjunto y que  separa el primer nivel del segundo.

La segunda fase de la obra corresponde a los tramos 2º, 3º y 4º de la nave así como a la puerta románica que se abre del lado sur.


La existencia de estas dos fases se confirma, en primer lugar, al estudiar las numerosas marcas de cantero encontradas por todo el edificio, pues son básicamente diferentes las catalogadas en una u otra fase y en segundo lugar, por las huellas constructivas existentes: distinto tipo de sillares en una y otra fase, línea clara vertical de los encuentros entre las dos fases y huecos de sujeción de los andamiajes de la primera fase.

El edificio corresponde a finales del S. XII. La fecha más exacta nos la podría dar la investigación sobre un tal García Fortuñones de cuya muerte nos da noticia un sillar grabado que forma parte de la primera hilada por encima de la imposta ajedrezada del lado del evangelio. En él se dice “Nonas aprilis obiit senior Garcia Fortunionaes”. En mi investigación particular he llegado a dar con un García Fortuñiones de Badoztain que en la documentación recopilada por Ángel J. Martín Duque en su libro “Documentación medieval de Leire (siglos IX a XII), aparece como auditor y testigo en 1170. Si fuera este personaje al que hace referencia la inscripción confirmaría la datación de la iglesia a finales del S. XII.

El  5 de Abril muere el señor García de Fortuñones.

En la segunda fase de la obra nuestro personaje, el maestro Petrus, parece que trabaja también aquí, pues su huella es evidente en uno de los capiteles de la nave. Su hechura estilística y la labra corresponden como un calco a lo visto en Guerguitiáin.


Después de lo que llevamos analizado no resulta difícil afirmar que estamos ante un Petrus que ha perfeccionado la labra de la piedra y que realiza un capitel sobrio pero con equilibrio y calidad artística. En él se representan los motivos básicos de su estilo: Los zarcillos de vid y las cabezas humanas con grandes ojos abiertos.”

Pero estudiada con mayor atención esta iglesia en posteriores ocasiones me di cuenta de que hay otros dos motivos que se pueden referir a la escuela de Petrus, uno de los cuales nos lo colocaría trabajando desde la primera fase de la obra, pues representa el mismo motivo que el recogido en la también iglesia petrina de Vesolla, en el Valle de Ibargoiti, que como en Aibar, fue la capilla del señor del señorío medieval.

Si nos fijamos en la basa que sostiene la primera semicolumna derecha, según miramos la cabecera de Aibar, veremos que se conserva aún uno de los motivos que es común con la basa de la última semicolumna izquierda, siempre mirando al altar, de Vesolla. Este motivo son dos cabecitas humanas que el paso del tiempo y las caricias de las gentes ha ido desgastando y puliendo. Tanto en Santa María de Aibar, como en Santa María de Vesolla se esculpen en los encuentro de las caras de la basa. En Aibar se conservan las dos. En Vesolla se conserva sólo una. La otra ha sido desgajada con golpe certero por alguien que la querría para adorno particular en su casa o cosa parecida.

El otro motivo podría ser el capitel que se apoya en la última semicolumna del lado izquierdo, en la que están presentes los zarcillos de la vid en sus tres caras. En las dos laterales se representa además sendas aves, que si bien pudieran ser catalogadas como perdices o codornices, la curvatura de su cuerpo, el cuello y su pico, pudieran hacer referencia al IBIS egipcio, con toda la simbología espiritual que esto conlleva, comentada también en la publicación citada, en la que no entro en este momento.


Esto lo escribo para que los que el día 18 de Abril se animen a acudir a la cita que la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa ha programado para realizar EL RECORRIDO MEDIEVAL por Aibar y San Zoilo de Cáseda, tengan algún dato de lo que se va a ver y comentar más al detalle en esta ermita o iglesia, según autores, de Santa María de Aibar.

A los que vengan, con mucho gusto les haré de guía y si quieren colaborar con los proyectos de la asociación, podrán adquirir el libro “La ruta del maestro Petrus de Guerguitiáin”, al precio de 10 €, que irán íntegros al proyecto del PETRUS MUSEUM, que se está montando en el lugar de Lizarraga del Valle de Izagaondoa. Conocerán mejor a uno de los canteros que trabajó en Santa María de Aibar.






[1] http://elblogdesimeonhidalgo.blogspot.com.es/2014/09/maestros-romanicos-que-firman-su-obra_89.html

viernes, 20 de marzo de 2015

ECLIPSE

ECLIPSE.

Por Simeón Hidalgo Valencia (20-03-2015)

A pesar de que tenía todo preparado para poder observar el eclipse de sol sin ningún peligro para la vista, me he tenido que contentar con verlo por la tele, dado que las caprichosas nubes lo han impedido y la verdad que me he quedado con las ganas, pero a cambio me ha venido una idea que en este momento doy a conocer.

Escribir sobre los astros que los canteros y artistas medievales nos dejaron por Izagaondoa y su comarca, pues a más de uno estos acontecimientos extraordinarios no le dejarían indiferente dado que, tanto el sol como la luna, eran los regidores de la vida. Tanto, que desde la antigüedad fueron considerados los dioses primigenios sustentadores de la vida en todas las civilizaciones. La luna la esposa, diosa de la oscuridad. El sol el esposo, dios de la luz.

Así pues me he ido en mente hasta Guerguitiáin y he recogido la imagen de uno de sus capiteles exteriores en el que se muestran el día presidido por el sol y la noche en la que la luna aparece con algunas estrellas. Junto a esta plasmación astral la figura de un ave o pajarillo, tres hojas enmarcadas por la derecha con una parte de la mandorla y a la derecha del capitel un par de zarcillos de la vid que se abren hacia el exterior.

En otros escritos he tratado de interpretarlo y dar cierto sentido a esta aparente maraña de motivos, que el cantero medieval Petrus nos dejó como herencia, por lo que no me detengo en ello en este momento. 



Después me acerco hasta Vesolla y me encuentro con el gran sol del cristianismo labrado finamente en el tímpano de su portada. Ese sol invictus que, cual Apolo, surca el firmamento y presagia los nuevos tiempos en forma de Crismón. Sol equinoccial de primavera, eje divisorio de los tiempos, principio y fin, denominado “Χριστός”.


Contemplo también los capiteles de la portada y me centro en el que muestra la tosca figura de un cordero y veo de nuevo al sol debajo de él en forma de estrella de ocho radios. Cordero y sol, o rueda solar, están enmarcados por los zarcillos petrinos enfrentados, típico del estilo de esta escuela popular medieval. Simbología cristiana muy sugerente.

Entro en la iglesia y levanto la mirada hacia las pinturas renacentistas de la bóveda de su ábside, zona celeste de la iglesia, y veo un rostro de luz que desde lo alto me observa y me atrae.

Es el rostro del sol con sus destellos radiantes y luminosos. El divino símbolo antiguo sigue rigiendo el curso de los tiempos, irradiando vida a los que desde el suelo le imploramos.

Aquí no hay nubes que me lo tapen, ni luna que se interponga entre los dos y lo eclipse.

¿Por qué la figura del generador de la vida en la Tierra dentro de una iglesia cristiana?

Todo es un gran símbolo o metáfora. ¡El que sepa mirar, que entienda! Verá que no hay nada nuevo bajo el sol.  



Y ya que estoy, cual águila, inmerso en este viaje astral, vuelo sobre la sierra de Izco con mirada penetrante y desciendo en el lugar del mismo nombre para sentirme renacido al contemplar tanta vida plasmada en los capiteles de su portada.


Vida transformada en flor de lis, runa de la vida, pata de oca, que florece bajo la presencia de sol y de la luna, el esposo y la esposa, que en su acto amoroso producen vida al descubierto.

Decidido a no interrumpir mi viaje vuelo hasta Ororvia y en el suelo de la entrada de su iglesia, donde me espera el rostro verde de la Naturaleza como hombre renovado, miro hacia el suelo y veo, una vez más, su empedrado en forma de rueda solar de ocho radios, como lupa donde incida y se concentre la energía para fecundar la Tierra.


Entro ágilmente por  su campanario y observo en mi vuelo las claves de la nave y coro y me encuentro de nuevo con el sol a manera de flor de infinitos pétalos tallados. Sol  y flor. Eguzkilore protector frente a la oscuridad del mal, fiel a las tradiciones antiguas que protege también el recinto sagrado.

Alzo bien protegido el vuelo y pongo rumbo hacia Olite, la sede real del Noble rey Carlos y me uno a su séquito, que desciende la escalera de caracol, camino de los jardines.

Yo observo los sillares grabados con marcas misteriosas y me topo, una más, con la huella astral del sol y de la luna otra vez juntos, recordándome que son, por antonomasia y aunque no les hayan coronado, desde sus inicios los reyes del lugar.

Cerca estoy de Ujué y me digo a mí mismo, y lo quiero comprobar, a ver si es verdad que desde la cumbre de su sierra se divisa la de Izaga, a cuya sombra trabajó el maestro Petrus.


También aquí están los dioses en lo alto, escoltando al nuevo Dios en el tímpano de la destartalada iglesia de San Miguel, rodeados del firmamento entero poblado de estrellas.

Ya que estoy, no quiero despertar sin llegarme hasta el Monasterio de la Oliva para, suspendido en el aire, venerar reverente la fe antigua y la nueva plasmada también en la portada de la gran iglesia abacial.

El nacimiento divino del nuevo sol, su victoria de la muerte como cordero y su majestad entronizado en la mandorla, con sus cuatro símbolos de su palabra.

Presidiendo todo el conjunto, el sol y la luna de nuevo.  

Hoy los dioses antiguos de siempre se han unido  ante la mirada de los humanos. En su clímax creador se ha hecho la oscuridad por momentos.

Ha habido eclipse de sol.

Yo he viajado a su encuentro.