lunes, 2 de enero de 2017

RECUERDOS DEL SR. DOMINGO LARRAYA

RECUERDOS DEL SR. DOMINGO LARRAYA

Por Simeón Hidalgo Valencia (2 de enero de 2017)

Hay personas en el Valle de Izagaondoa que han marcado de alguna manera esta segunda parte de mi vida, cuando volví a esa tierra tan querida después de mi contratiempo en la salud. Ya van para diez años y buena parte de ellos hablé con frecuencia con el Sr. Domingo, uno de los que ha dejado huella en mí, y como a otros que ya se han ido, le entrevisté por el año 2010-11, recogiendo sus recuerdos.
Entonces, el recién creado Grupo Cultural que hoy es la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa, preparó en la iglesia de Iriso la “EXPOSICIÓN ETNOGRÁFICA DEL VALLE DE IZAGAONDOA” y con este motivo se editó un CD titulado “IZAGAONDOA. MEMORIA PARA EL FUTURO”, que era el comienzo de una serie de publicaciones que sobre el desconocido Valle de Izagaondoa se publicaba. Junto a una colección de fotos antiguas, ya existente, se dio a conocer una colección de fotos actuales, otra del románico del valle y una serie de narraciones y escritos entre los que aparecen las entrevistas a las que me he referido.
Ahora, como recuerdo, agradecimiento y en memoria del Sr. Domingo reproduzco a mi estilo lo que me contó, a veces con la ayuda de sus hijos, en su casa de Iriso.


LA CANDELERA

La fiesta de La Candelaria, denominada La Candelera en Izagaondoa, se celebra el día 2 de Febrero. La fiesta litúrgica celebra el día de la presentación de Jesús y de su Madre María en el templo de Jerusalén para cumplir con el precepto de la purificación de la madre después de los cuarenta días de haber dado a luz. Debían presentar dos pichones para hacer el rito sacrificial.
Por las tradiciones y costumbres que esta fiesta origina a lo largo del año hay que deducir que era una conmemoración muy importante en otras épocas. Hoy día ¿qué joven sabe de esta festividad? Vamos a recordarla.
Llegado el 2 de Febrero, aunque no fuera fiesta de guardar y por tanto no había obligación de ir a misa, muchos fieles se acercaban a la iglesia parroquial llevando una vela. En el rito del día se bendecían y encendían las velas y se cantaba el Nunc Dimitis. Se recordaba lo que dice el evangelio cuando al presentarse San José, que llevaba dos pichones, María y el Niño Jesús en el Templo de Jerusalén para cumplir con el rito de la purificación y de la presentación de Jesús como primogénito, según la ley judía, se encontraron con un anciano llamado Simeón, que esperaba con ansiedad conocer a Jesús antes de morir. Cuando les vio se dio cuenta de que era el personaje que esperaba y lo cogió en sus brazos y dijo:

“Ahora, Señor, puedes, según tu palabra,
dejar que tu siervo se vaya en paz,
porque han visto mis ojos tu salvación,
la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
luz para iluminar a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel.”

Como se dice de Jesús que es la luz que ilumina a las gentes, por eso se bendecían y encendían las velas.
Pues bien, me cuentan en la casa de los Larraya de Iriso cómo la vela se metía en la candelera y la tenían todo el año en la repisa del hogar. Siempre que se avecinaba una tormenta se encendía la vela y se rezaba al Sagrado Corazón de Jesús y a San Miguel para que la tormenta no dañara las cosechas ni a los animales. Las tormentas de Mayo y
Junio eran las más peligrosas porque el cereal estaba ya crecido y granado, por lo que si
la tormenta era fuerte podía dejarlos en la miseria.
Para evitarlo se rezaba con mucho fervor y preocupación a Santa Bárbara, la abogada contra las tormentas. Se rezaba en voz alta, para que la santa oyera bien la oración por encima de los truenos y toda la familia escuchaba con recogimiento y en silencio la oración a la santa que dice así:

“Bárbara, divina y santa,
que con la palma del martirio
estás con Cristo y su Padre
triunfando en el cielo empíreo,
lo que Cristo predicaba
creías con grande amor.
De la Virgen su pureza
y la Santa Encarnación.
Tu padre, herético y rey,
en un castillo te encierra,
colgándote de los pies
con grande ira y soberbia.
Aquella noche te deja
encerrada en el castillo.
Dices con ansias de muerte:
CREO EN DIOS UNO Y TRINO.
Tu padre de que lo supo
vino al castillo con ira
y dice ¿quién sanó tus males
y te ha dado nueva vida?
Llamé y al punto vinieron
los que sanaron mis males
y nueva vida me dieron.
Con un alfanje a su hija
hizo su cuerpo pedazos diciendo:
¡A ver si te cura ese Dios profeta y falso!
Dios, que miraba esta injuria
arrojó un rayo encendido
y en cuerpo y alma
a su padre lo sepultó en los abismos.
Y ahora, Bárbara Santa,
por tu muerte y tus martirios,
líbranos a los devotos
de los riesgos y peligros.
De rayos y centellas,
de morir sin confesión,
líbranos a los devotos
que te tienen DEVOCIÓN.

DICHO POPULAR SOBRE LA CANDELERA

“Si por candelera flora,
el invierno fuera.
Y si no flora,
ni dentro ni fuera.”

Este dicho hace relación a que la primavera está ya cerca. Los signos de la Naturaleza, como es la floración de algunos árboles, presagian que el invierno se acaba y que poco a poco los días malos del invierno se terminan.
En una sociedad atada al campo como era el Valle de Izagaondoa, debían fijarse en las señales del mismo. Más sobre todo al estar en unas latitudes en donde no podían fijarse en el hecho del regreso de las cigüeñas, porque no es clima apropiado para ellas. En latitudes más bajas se decía para expresar lo mismo, teniendo como referencia el día siguiente a La Candelaria, el 3 de Febrero, fiesta de San Blas.

“Por San Blas
la cigüeña verás.
Y si no la vieres,
año de nieves.”

DICHO POPULAR DEL MES DE FEBRERO

El mes de Febrero marca la cumbre del invierno. Nuestros mayores hablan siempre del tiempo que hacía en sus años mozos, cuando nevaba mucho más que ahora y hacía mucho más frío.
Era un momento del año en el que era muy difícil disponer de pasto fresco para las ovejas y los corderos. Por eso solían decir los dichos siguientes:

“Febrerico,
No me mates el corderito.”

“¡Ay febrerico, febrerico!
¿Cómo me vas a quitar el corderito?”

VOLVEMOS A LA CANDELERA

En Semana Santa

Además de encender la vela cuando había tormenta también se encendía en Semana Santa. El Jueves Santo, después de la celebración del oficio de la misa de la tarde se encendía la vela y permanecía encendida, día y noche, hasta la noche de Pascua, cuando Jesús resucitaba.
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Las cruces en los campos

En el valle había una costumbre de proteger las cosechas poniendo cruces en los campos. Esta tradición consistía en lo siguiente: Una vez bendecidos los ramos en el Domingo de Ramos, con ramitas bendecidas se construían pequeñas cruces.
En algunos lugares, como en casa Larraya de Iriso me cuentan que cortaban dos palitos, les quitaban las hojas y los cruzaban. Para que se sujetara la cruz encendían la vela de la candelera y echaban en el cruce de los palitos unas gotas de cera y cuando se enfriaba se sujetaban bien y así tenían la cruz.
El Sr. Ildefonso a sus 96 años recuerda y me cuenta que también hacían en Izánoz las cruces, pero no echaban la cera de la vela bendecida, sino que a uno de los palitos les hacían un corte y metían por ese corte el otro palo de la cruz.
Una vez habían realizado todas las crucecitas necesarias se iban a los campos y en los sembrados colocaban en posición estratégica las cruces. Así se protegía la cosecha en caso de tormenta, pues la piedra les podía dejar sin cosecha. Esto, unido a la oración a Santa Bárbara y a San Miguel, reforzaba el que las cosechas fueran buenas.
Después de la concentración parcelaria la preocupación de algunos era a ver si el poder de las cruces que ponían era suficiente como para llegar a abarcar toda la extensión del nuevo campo. Por si acaso ponían cruces abundantes para asegurarse.

SAN GREGORIO CORONADO

En el día de San Gregorio Coronado, tenía lugar en Izagaondoa un hecho muy esperado por todos los escolares. Ese día era fiesta y lo celebraban primero no teniendo clases y segundo con una comida. Para ello era costumbre ir de casa en casa pidiendo alimentos y con lo que les daban hacían la comida. Quien unos huevos, quien unos chorizos, quien unas magras,… así llenaban el cesto.
Para animar a la dueña de la casa cantaban los escolares a San Gregorio y halagaban al ama tratándola de santa para arriba. Esta es la letra del cantar en versión del Sr. Domingo Larraya, que a sus 82 años lo recuerda mejor que sus hijos.

“San Gregorio Coronado,
fue obispo bueno y
honrado.
San Gregorio Coronado,
está a la puerta,
esperando la respuesta.
Con un papelito blanco
que reluce todo el campo.
Somos pobres estudiantes
que venimos de estudiar.
En una mano cinco dedos
y en la otra tres y dos.
Contaremos uno,
contaremos dos.
Una limosnita por amor de Dios.
La patrona de esta casa
Es una santa mujer,
Pero más santa sería
Si nos diera de comer.”

Recuerda con nostalgia la escuela de Ardanaz y la gran fiesta que se hacía ese día, que cuenta era el 12 de Marzo. Se celebraba así el Día de la Escuela. Por la mañana se recogían los alimentos, pero también les daban dinero y vino. Alguno, en la siguiente generación, ya lo cató a gusto. Pues, y no digo nombres, se dedicó a beber los culines de
vino que quedaban en los vasos de los alumnos mayores y culín a culín el pobre empezó a ver doble y no se tenía en pie. Todo ello a sus cuatro añitos.
Según me cuentan, esto se hacía en todas las escuelas del valle. En tiempos del Sr. Domingo Larraya había cinco escuelas en el Valle de Izagaondoa. A saber: en Induráin,
Turrillas, Ardanaz, entre Reta y Zuazu, la misma para los dos pueblos y en Lizarraga para los niños de Idoate y Lizarraga.

EN PRIMAVERA

Canta el cuco

Con la llegada de la primavera en lugares frondosos y con riachuelo o torrenteras se oía cantar al cuco. La gente solía contar las veces que el cuco cantaba de seguido y asociaba la repetición del canto con los años que se iba a vivir. Así se lo decía al Sr. Domingo su abuelo, que se quadaba escuchado y contando y le decía luego a un nieto: “Esos son los años que me quedan todavía”. Ello originó esta rima popular en la que se preguntaba al cuco lo siguiente:

Cuco de Marzo,
cuco de Abril.
¿Cuántos años me das
para vivir?”


Se hacen las chulubitas

También en primavera se hacían las chulibitas, que eran silbatos de corteza fresca de chopo. Había que trabajar la corteza para darle el grado apropiado de flexibilidad para que sonara bien. Para ello se le daba unos golpecitos acompasados y con ritmo y a la vez que se golpeaba se cantaba lo siguiente:

“Chulubí, chulubí,
salte buena para mí.”

EL BURRO Y EL CAMPANARIO – CUENTO DE LA FAMILIA LARRAYA

Este relato se contaba a los niños de la familia Larraya por el abuelo.

“Contaba el abuelo que un día, como en casa se criaban gallinas, conejos, corderos y demás… salió por los pueblos a vender algunos productos. Era pleno invierno y ya de par de mañana empezó a nevar… ¡pero con las nevadas que había antes, cuando nevaba de verdad, no como ahora, que caen cuatro copos y enseguida desaparecen!
Pues bien, estuvo el abuelo todo el día por los pueblos con su negocio y no dejaba de nevar. Cayó tanta nieve que los caminos se cerraron. Cuando vendió toda la mercancía y compró para la casa lo que la abuela le había encargado, emprendió el camino de regreso, pero no veía prácticamente nada porque se había hecho de noche.
Guiado por su instinto comenzó a andar hasta su pueblo, pero lo hacía a ojo porque había tanta, tanta nieve, que los caminos habían desaparecido. Tampoco se veía ninguna luz de los pueblos.
Por el tiempo que llevaba andando tenía que haber llegado a casa y como no había rastro de la misma decidió pasar la noche a la intemperie, envuelto en las mantas que había comprado con lo que había sacado de sus productos.
En el sitio donde paró asomaba lo que parecía un palo y decidió atar al burro allí, para que no se escapara. Así pues, tendió una manta en la nieve y se envolvió en otras dos y se echó a dormir junto a su burro para tener un poco de calor. Estaba tan cansado por la jornada tan dura que había tenido que se quedó profundamente dormido.
Por la noche el tiempo se despejó y mejoró mucho, por lo que la nieve desapareció.
Cuando empezó a amanecer y los primeros rayos del sol calentaron su rostro se despertó. La nieve había desaparecido y él estaba sobre el suelo. Se levantó y vio que el burro había desaparecido. Ya se habrá asustado por los lobos, pensó y se puso a buscarlo mientras lo llamaba.
En esto se dio cuenta que estaba en su pueblo, junto a la iglesia.
¿Cómo se ha podido escapar mi burro si lo até al palo que salía de la nieve?, se preguntaba mientras se rascaba la cabeza.
En estas cavilaciones estaba cuando oye rebuznar a su burro, que lastimero, parecía pedirle auxilio. Lo extraño era que el rebuzno venía desde lo alto. Al levantar la cabeza no daba crédito a lo que veían sus ojos.
¡El burro colgaba del pararrayos de la iglesia!”


  
Con la despedida al año 2016, el  Sr. Domingo se nos fue a sus 89 años.
Seguro que el arcángel San Miguel, del que fuiste tan devoto, descendió de su casa de Izaga y viendo tus buenas acciones, aleteando hacia las alturas, te llevó a tu nueva morada en los cielos.
Desde allí haz también tú de ángel protector de los que quedamos en este hermoso valle, que fue tu casa.

Descansa en paz, Domingo.

Un beso de tu amigo Simeón.


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