lunes, 28 de noviembre de 2016

ARTÁIZ - LAS EDADES DEL SER HUMANO

ARTÁIZ - LAS EDADES DEL SER HUMANO

Por Simeón Hidalgo Valencia (28 de Noviembre de 2016)

Basado en mi libro “La iglesia de San Martín de Artáiz. Una lectura particular”.


Con este nombre denomino al capitel interior izquierdo de la portada, según miramos. El maestro tallista ha esculpido, siempre dentro de una decoración vegetal y manteniendo la forma clásica del capitel corintio de la portada, el rostro o figura de tres personajes masculinos y de tres animales. En el lado izquierdo del capitel se representa la figura de un niño. En el centro el fuerte rostro de una persona adulta y en la cara derecha la figura de un hombre anciano. Junto a ellos tres animales: un león, un perro y la cabeza de un ave rapaz, un águila.

Estamos ante la representación y descripción de las edades del ser humano, mujer u hombre. Para ello el tallista se sirve del simbolismo que los tres animales que esculpe representan.

Pasemos a describir este capitel y a sacar la mayor información posible de los motivos que en él aparecen.


LA INFANCIA

La primera etapa del ser humano es la infancia. Hoy, en nuestras sociedades, a los niños se les quiere y educa. Tienen sus derechos reconocidos, pero como dice un informe de Amnistía Internacinal (Al Catalunya Grup d'educació) que titula “Historia de la infancia” “La atención a la infancia. El descubrimiento de sus necesidades específicas” que se puede leer en www.amnistiacatalunya.org › ... › documentoshistoria de la infancia

“Llegar hasta el momento presente ha sido el resultado de siglos de mínimos avances, acelerados sólo muy recientemente. Un presente no obstante engañoso, o profundamente desigual: mientras parte de la infancia ha alcanzado una dignidad, un respeto y el acceso a unos recursos que sin duda hay que celebrar, otra parte sigue anclada en un pasado indigno, no solamente sumida en la pobreza, sino en muchos casos sometida a la más vil explotación (emocional, laboral o sexual). Muchas de las mayores brutalidades de la historia desgraciadamente perviven hoy en día, niños y niñas de distintas partes del mundo las sufre.”

Al niño en la  Edad Media, en general, se le considera como un adulto en pequeño. No existe, por tanto, una evolución, un desarrollo, unos cambios cualitativos. Son una propiedad privada de los padres. La infancia termina a los siete años y desde este momento, con su “uso de razón” son válidos para el trabajo. Su formación implica el cuidado físico junto a la disciplina, la obediencia y el amor a Dios, pero sin referencias al amor, al cariño que implique el buen desarrollo psicológico infantil. En relación a su educación académica prima más su condición de mano de obra frente a su preparación intelectual.  La infancia es el estado más bajo en las etapas del ser humano.

En la representación de la infancia en este capitel, se muestra a un niño arrodillado sobre su pierna derecha. La izquierda la extiende y eleva hacia su cabeza mostrando su flexibilidad física y adaptación a su medio. Es la obediencia. Es la sumisión. Es la postración.

La infancia se muestra representada por el perro débil, flaco, encorvado y sumiso que mira hacia el suelo sin posibilidad de tener horizontes propios. Su función es husmear el suelo en estado de postración. Este estado de postración lo logra el tallista a través del semicírculo que describe desde el arranque del rabo, igualmente caído, hasta su hocico alargado besando la tierra. Como este perro necesitado de cuidados también el niño ha de ser protegido, alimentado y defendido hasta tanto llegue a la edad adulta.

Pero si prestamos atención a la figura del niño observaremos que sus pies están descalzos. La desnudez de los pies es un símbolo importante a tener en cuenta y se repetirá en la escultura de Artáiz con mucha frecuencia, precisamente en los personajes que han traspasado el umbral del mundo material y de alguna manera están en esa otra esfera superior, que podríamos denominar la esfera del espíritu.

La etapa de la infancia es el momento de la vida en que el ser humano está sin contaminar. Un niño o una niña es candidez, es ternura, es espontaneidad, es sinceridad, es la bondad personificada por ausencia de malicia voluntaria, por lo que su espíritu es un espíritu libre y puro asemejado al de los ángeles y, por ello mismo, el escultor medieval lo representa en una postura que difícilmente podemos mantener los que hemos perdido ya esa inocencia natural. La postura de este niño simboliza que este ser diminuto, aunque poco contaba en la sociedad de entonces, está en un nivel superior al del resto de sus congéneres adultos. Sus pies descalzos pisan terreno sagrado.


LA MADUREZ

La segunda edad del ser humano es la madurez. Ocupa el lugar central del capitel interior izquierdo de la portada de Artáiz y aparece representada por un austero y recio rostro de hombre. Frente despejada, mirada severa, facciones de boca gruesas y muy pronunciadas, fuerte mentón, arrugas incipientes en el rostro y melena cortada en recto que tapa las orejas, definen a un personaje duro, fuerte y autoritario.

La fuerza física se impone. Fuerza para la guerra o el trabajo. Fuerza que da seguridad a los ancianos y a los niños, que protege a las mujeres, que defiende a la aldea.

Su rostro permanece atento y vigilante con todo su potencial retenido dispuesto a saltar ante cualquier provocación. Su cuerpo se asemeja a un león. Es el animal que representa a esta edad humana, en la que la plenitud física parece que le hace todopoderoso. Es su plenitud. Como león enseña sus fauces y está presto a saltar ante el enemigo. Es el reinado de la fuerza.

Físicamente se talla al león con grandes melenas que  cubren cabeza, cuello y toda su espalda. Aunque algo deteriorado, su rostro muestra unas fauces abiertas que dejan ver sus poderosos dientes mientras enseña su larga lengua. Sus fuertes extremidades terminan en  potentes garras dispuestas a atacar en cualquier momento. Su rabo aparece recogido entre sus patas traseras. Su fuerza y potencia parecen contenidas. Si se desataran, su fuerza bruta nos eliminaría en un momento.

Desde mi punto de vista se muestra aquí al león como símbolo de una de las edades humanas. La edad adulta. Edad de plenitud física, de fuerza y potencia, de reinado indiscutido, de relación creativa,…

Su reinado terminará malogrado por el paso del tiempo y con los años toda esa fuerza y potencia física se convertirá en fuerza psíquica, en conocimiento y el león dejará de ser el punto de referencia, su reinado terminará con la llegada de la ancianidad.


LA ANCIANIDAD

La tercera edad de las personas corresponde a la ancianidad. La flexibilidad de la infancia y la fortaleza de la madurez ha servido para moldear al ser humano en su auténtica condición de tal cuando en su metamorfosis llega a la última etapa de la vida. El conocimiento, la experiencia y la sabiduría del hombre anciano le llevan a dominar realmente a las etapas anteriores desde la altura de los años, a pesar de su aparente debilidad física. Se convierte ahora en la persona sabia, a la que acuden niños y adultos a pedir consejo, al que hay que escuchar y del que hay que aprender. Son las matriarcas y patriarcas de la aldea.

Esto es lo que parece querer reflejar el maestro tallista cuando trabaja la figura de este anciano en postura tan ágil que se diría representa a un contorsionista. Físicamente no cuadra con su edad, pero el anciano tiene la agilidad del conocimiento que le hace amoldarse a las situaciones más difíciles de la vida porque  ha aprendido de ella. Su sabiduría le permite adaptarse al medio. Por eso este real declive físico  se convierte, paradójicamente, en la etapa más poderosa de la vida humana, pues desde la altura que dan los años el alimento que se ingiere es el del conocimiento, que le permite discernir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que lleva a la vida o lo que conduce a la muerte. Por ello los ancianos son la voz de la sabiduría y en las aldeas toman las decisiones más ponderadas y necesarias en cada momento. Por ello, el artista medieval, como al niño, lo ha esculpido también con los pies descalzos, porque ha llegado a un estadio superior que le introduce en la esfera de lo divino.

En el capitel denominado de “Las edades del ser humano”, en relación con la etapa de la vida que representa la ancianidad, se muestra la cabeza de un águila. Con su pico toca simbólicamente la mano del anciano y le transmite la fuerza de lo divino, a quien representa. En ella destaca su mirada. Un gran ojo de mirada penetrante. Desde la altura de los años, años que dan sabiduría, la persona anciana puede adoptar posturas de contorsionista y amoldarse con sabiduría a todas las circunstancias y salir airosa. La experiencia hace contemplar los problemas con distancia y ver la totalidad de los mismos. La solución es más fácil.

...

Hoy día, en la gran parte de las sociedades occidentales, afortunadamente la infancia ha dejado de ser el perrito flaco que triste husmea el suelo con el rabo entre las piernas sin falta de motivación y de alegría. Ha pasado de no pintar nada a ser el rey de la casa y la ancianidad ha dejado de ser el espejo al que se miraba y se acudía en busca de sabias, ponderadas, justas y deliberadas decisiones. Tristemente no se valora ni su experiencia, ni su sabiduría, ni ese estadio espiritual al que han llegado en el final de su vida y, como a objetos molestos, se les recluye en residencias, asilos se decía antes, y mueren muchos de ellos en la soledad y en la tristeza.


Bien nos valiera reflexionar sobre lo que este capitel del siglo XII puede transmitir aún a las personas del siglo XXI.

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