LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE
GUERGUITIÁIN - III
Por Simeón Hidalgo Valencia (24-06-2015)
GUERGUITIÁIN (21 de Junio de 2015 a partir de las 4,30
horas solares)
Qué pena que todas las personas que
estuvieron celebrando el solsticio de verano ayer, día 20, no disfrutaran con
lo que yo vi y sentí a lo largo de la noche y de los primeros momentos del día
21.
El trino de los pájaros saludando la
alborada me despertó de mis sueños y me volvieron a la realidad. Tal era la
belleza de esta amanecida, que no tiene ni punto de comparación con la que hice
en el equinoccio de otoño el día 23 de Septiembre de 2014.
En Septiembre con el equinoccio apenas hubo
unos instantes en que asomó el sol. Sin embargo lo de hoy ha sido para
guardarlo en la retina y en lo más hondo de la conciencia y del misterio,
porque lo que vi y experimenté nunca lo había visto ni experimentado.
¡Bien merecería convocar al personal para la amanecida del próximo 21
de Junio del próximo 2016, aunque si no se dan las condiciones atmosféricas de
hoy, el embrujo de la amanecida no se verá. ¿O no son condiciones atmosféricas
las que se requieren para poder verlo?
Pero bueno, lejos queda aún el próximo año
y sabe Dios lo que este espacio de tiempo nos deparará. Por ello, siguiendo al
sabio griego Horacio viviré el momento a tope porque la vida es breve y no sé
cuándo vendrá la Parca Morta y corte el hilo de mi vida. ¡Y bien que viví el
momento y saqué fruto del mismo!
Quizás porque estaba solo conmigo mismo, quizás porque le salí al
encuentro sin poner condiciones, abierto a lo que sucediera en esa madrugada, quizás
porque es verdad eso de que en el silencio se manifiesta el Ser Supremo como un
susurro de luz, lo cierto es que escuché el silencio y se me manifestó el Ser
Supremo que da la vida a esta Tierra y me encontré con su halo misterioso circular
de dorada luz.
Había visto fotos del típico y tópico rayo
de luz que entra por la ventana absidial e ilumina el recinto sagrado,
incidiendo sea en el altar, sea en su trayectoria en algún capitel o punto
determinado buscado intencionadamente tal efecto por el maestro constructor de
turno, siguiendo la sabiduría y el conocimiento de los antiguos constructores
de Egipto, pero he de admitir que yo no vi más rayo que el que surgió repentino
con la aparición del rojo sol en el horizonte.
En la alborada la iglesia de San Martín de
Guerguitiáin estaba aún prácticamente a oscuras y sólo el vano alargado de la
ventana abocinada de medio punto de su ábside se preparaba para el momento
decisivo del nacimiento del sol. La tenue claridad de la amanecida se filtraba
tímidamente por él.
Volví al exterior y me puse bajo la ventana
absidial. Eran las 4,30 solares. A partir de esos momentos sentí no poder tener
el don de la bilocación para poder seguir bajo la ventana mirando al horizonte
y a la vez dentro de la iglesia para ver el efecto del primer momento de la salida
del sol en el recinto. Así que tuve que ir y venir raudo y veloz y a fe mía que
me detuve más tiempo absorto por lo que vi en el interior.
Desde bajo la ventana ví esto y así lo muestro en imágenes sin retocar.
Corrí al interior de la iglesia para ver qué
estaba pasando y llegué a tiempo en el que el sol se había levantado lo
suficiente como para empezar a iluminar de oro la ventana, mientras el recinto
salía de la oscuridad. Si no hubiera visto más que esta imagen me hubiera dado
por satisfecho, pero…
… un vuelco me dio el corazón al instante
siguiente en que la luz se me manifestó en su plenitud, como sol divino
renacido que traspasa el alabastro sin romperlo ni mancharlo y me quedé
estupefacto con tal visión.
Silencio. Dios está aquí.
Boquiabierto me quedé como los dos
personajes que el maestro Petrus esculpió en uno de los capiteles del fondo de
la iglesia ante tal manifestación de gloria y poderío de la Naturaleza.
El círculo de la totalidad, el círculo del
infinito, el círculo de la divinidad, el círculo protector ante todo mal estaba
frente a mí y había penetrado y sacralizado el lugar. Sentí la llamada a
renacer con la explosión de luz y de vida del solsticio de verano, momento en
que el maestro Petrus de Guerguitiáin eligió para replantear esta iglesia para
transmitir su mensaje de las creencias antiguas que rigen nuestras vidas desde
el nacimiento de la humanidad, como lo dejó plasmado en la sencilla y popular
portada donde las tradiciones antiguas están encriptadas bajo símbolos
populares por él observados y colocados en el interior del marco formado por
dos zarcillos de vid que se miran.
¡Qué grande fuiste, Maestro Petrus de
Guerguitiáin! Bien mereces ser nombrado
y celebrado como HIJO PREDILECTO DE IZAGAONDOA.
Yo, al menos, así te considero.
Y otra cosa, MAESTRO, hiciste muy bien en reivindicar tu obra,
porque sólo tú has sido capaz de mostrarnos en su plenitud la luz divina.
(... continuará)
(... continuará)
Comprendo que te impresionara!, realmente es una pasada. Felicidades y gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias, Baruk.
EliminarDurante mucho tiempo este fenómeno ha estado oculto a los mortales, dado que hasta el año 2012, con la restauración de la iglesia, esta ventana estaba cegada y oculta por un contrafuerte construido para sujetar el abside.
Además también estaba el retablo que la ocultaba como en casi todos estos edificios religiosos.
¡Cuánta belleza se oculta por no valorar la Naturaleza y tapar sus efectos con santos!
En muchos años he sido el primero en poder contemplar este prodigio natural.
hola Simeón,
ResponderEliminarqué impresionante lo que has narrado. Gracias por compartirlo.
Noemí
De nada Noemí.
ResponderEliminarGratis lo recibí. Gratis lo doy.