LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE
GUERGUITIÁIN - I
Por Simeón Hidalgo Valencia (22-06-2015)
Escribí con fecha del 25-09-2014 un artículo con el mismo nombre
realizado con ocasión del Equinoccio de Otoño, que después de las observaciones
realizadas el día 21 de Junio de 2015 con ocasión del Solsticio de Verano tengo
que corregir en algunas de las afirmaciones o supuestos que comentaba entonces.
Reescribo con los nuevos datos el artículo porque lo que vi y comprobé
en la madrugada del día 21 de Junio del presente pienso que no da lugar a la
duda y lleva la cuestión a una más justa realidad.
*EQUINOCCIO DE OTOÑO (23 de Septiembre de
2014)
Fue al despuntar el alba del día 23 de Septiembre de 2014, cuando me
presenté en el despoblado de Guerguitiáin. El objetivo era comprobar la
orientación de la iglesia de San Martín y de paso observar el efecto de la luz
equinoccial sobre la misma, eso que se ha dado en llamar “el milagro de la
luz”.
Era algo que tenía pendiente y que en fecha tan señalada podría
observar, siempre y cuando el tiempo climatológico fuera propicio y permitiera
al sol brillar desde el primer momento de su aparición por el horizonte.
Aunque ya la puerta del edificio estaba cerrada con cadena y candado no
eché en falta el no poder entrar porque al observar la alborada me di cuenta de
que el primer rayo de sol no iba a penetrar por el ventanal del ábside e
indicar con su luz el eje de la iglesia y de que el maestro Petrus no replanteó
este edificio en época equinoccial, fuera con la llegada de la primavera, fuera
con la del otoño, como es el caso.
De todas formas pude comprobar su orientación teniendo como punto de
referencia el día y el momento en que el eje de la Tierra estaba en su punto
central y se encaminaba a recorrer los 23,5º hasta el solsticio de invierno. En
la escuela estudié que era este el momento para orientar las veletas. El Este
apuntando al lugar de la salida del sol y el Oeste hacia el lugar de su ocaso y
también para saber orientarnos teniendo como referencia al sol. [1]
Las nuevas tecnología de los móviles a través de la aplicación de la
brújula me sitúa la iglesia de Guerguitiáin en los 42º 40´ 58´´ N y los 1º 23´
17´´ O y me señala, al situarme debajo
de la ventana del ábside, que el eje de la iglesia está a los 68º NE. Lo anterior
se puede comprobar en cualquier momento del año, pero hoy, 23 de Septiembre,
día en que ha comenzado el otoño, cuento con el dato de la aparición del sol,
al que veo asomar tímidamente a mi derecha, en el punto del Este.
Al observar la fotografía siguiente se puede ver el momento en que en
un día nublado como hoy asoman los miedosos rayos apuntando hacia la zona de la
sacristía.
Amanecer desde Guerguitiáin el día 23 de Septiembre de 2014.
Como vemos en este croquis de la planta de la iglesia de San Martín de
Guerguitiáin su eje se encuentra en torno a los 68º NE, por lo que el sol, no llega
a entrar al amanecer por el hueco de la ventana del ábside en los equinoccios
ni en el solsticio de invierno, pues con los ángulos de orientación siempre el sol del
amanecer incide a la derecha de la ventana absidial. En los equinoccios a unos
23º de la misma, que marca el Este, y en el solsticio de invierno a unos 113º sureste.
*SOLSTICIO
DE VERANO (21 de Junio de 2015)
Al terminar la preciosa celebración del solsticio de verano en
Guerguitiáin el día 20 de Junio pasado,
a la que acudieron más de 80 personas, como iba ya preparado, pues quería
comprobar si realmente la iglesia de San Martín de Guerguitiáin fue replanteada
por el maestro Petrus en este momento, allá por los finales del siglo XII, me
quedé a pasar la noche en el despoblado lugar.
Solo con mi propia soledad, en medio del silencio, descubrí lo que este
paraje exento de contaminación lumínica me mostró en una noche limpia y
despejada en la que reviví mis años de adolescencia y juventud contemplando la
grandeza y enormidad de un cielo cubierto por millones de estrellas formando la
Vía Láctea.
Ese momento misterioso de fecundo orgasmo vino precedido por los primeros astros que
divisé, a duermevela entre las últimas luces del ocaso y la llegada de la
oscuridad, presididos por la diosa Luna
en creciente, escoltada por Venus, la diosa del amor, lucero de la noche y del
alba, y por Júpiter, padre de todos los dioses,
que dirían los antiguos.
Jugando con los dioses estuve hasta que Morfeo me venció, pero en este
juego me dio tiempo a situarlos a mi gusto en el escenario abierto, buscando
los puntos de mira más sugerentes y pensé en las noches en que el maestro
Petrus paseó observando en silencio la Naturaleza nocturna de este lugar y
sobre todo en la noche previa al replanteo que iba a realizar al día siguiente.
Pienso que, como yo, se fijó en estos dioses que cierran la Primavera y
anuncian la llegada del Verano y se dijo para sí que había de plasmarlos en las
tallas que para la portada de la futura iglesia de San Martín haría por encargo
del señor del lugar.
Su vigilia se extendió hasta encontrar el momento en que Luna, Venus y
Júpiter se reúnen a decidir sobre el destino de los mortales y para mostrarles,
por si acaso, el camino por si lo quieren seguir, aunque para seguirlo no se lo
pondrá fácil pues tendrán que descubrirlo ellos mismos. Él lo escribirá con su
lenguaje de símbolos sobre la piedra para que dure por los siglos. Alguien
vendrá que lo sepa descifrar, se dice a sí mismo.
No sé si lo pienso, lo sueño o lo veo realmente, cual una aparición,
pero allí hay alguien encorvado cincelando con ritmo musical el instante
elegido. A la luz tenue de una pequeña hoguera el profundo silencio de la noche
se rompe con el martilleo continuo que despierta e ilumina mi mente y me hace
salir fuera del coche para ver quién es el causante de mi desvelo. No veo a
nadie, pero oigo la cadencia delicada de la maza sobre el cincel. Sobre mi
cabeza millones de ojos escuchan también y parpadean para enfocar el origen de
ese extraño martilleo en el silencio de la noche.
Los dioses han seguido cada cual su camino después de posar para esa
extraña sombra encorvada apenas visible ya. La llama se ha apagado y sólo el
rescoldo amarillento me lo hace adivinar. El encorvado deja sus bártulos de
oficio y se retira a descansar hasta que el canto de los pájaros anuncien el
nuevo alba y recen los laudes los monjes
del lugar.
Algo hay en medio del camino. Lo toco. Adivino siluetas y me parece que
siento grabado a los dioses huidos.
Avivo el fuego mortecino y en el fugaz resplandor contemplo la obra adelantada
de un capitel para la iglesia que se replantea en unas horas.
Sí, aquí están petrificados los dioses de la noche. La Luna, Venus y
Júpiter y junto a ellos el dios supremo que rige el día. El Sol… y un pajarito
y tres hojas rodeadas por la mitad de la mandorla y unos zarcillos de vid y…
una firma.
“Petrus me fecit” llego a leer.
Como ha podido ha
plasmado a los dioses a la manera que los ha visto reunidos.
¿Pero es sueño o es realidad?
Voy a tocarlo de nuevo y mis manos penetran el vacío y un canto me
llega melodioso de los pájaros del bosque
y un horizonte se ilumina.
Me despierto.
Es el alba del día 21
de Junio de 2015.
(…continuará)
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