viernes, 23 de enero de 2015

ZUAZU DE IZAGAONDOA: 19 CANECILLOS Y UN CABALLERO

ZUAZU DE IZAGAONDOA: 19 CANECILLOS Y UN CABALLERO

Por Simeón Hidalgo Valencia (23-01-2015)



Cuando el aficionado al arte románico se acerca a visitar la comarca de Izaga para empaparse de su abundante carta románica acude sin ninguna pereza hasta Artáiz, se llega a Najurieta, no deja de visitar la recién restaurada de Guerguitiáin para admirar el trabajo del maestro Petrus y, ya de paso, como está a un tiro de piedra, sigue su ruta hasta Vesolla, que ha quedado rejuvenecida con su última restauración.

Tampoco se pierde la iglesia de Villaveta o la cercana de Santa Colomba de Meoz y, ya que está, hasta se llega a Santa María de Arce y si, además piensa como yo que hay vida antes y después del románico, hasta recorre pacientemente lugares como Aoiz, Ekai, Lizoáin, Lérruz, Izco, Monreal, Alzórriz, Urroz…, sin olvidarse de los lugares con encanto del Valle de Izagaondoa como son la Portada de la iglesia de Lizarraga, la de Idoate con su preciosa e histórica pila bautismal, la iglesia fortaleza de Reta, la de Ardanaz con su singular Almanaque Medieval, la fachada de la iglesia de Iriso, la iglesia de Turrillas con su singular Pila Bautismal o la iglesia de Induráin, resto de la Encomienda Sanjuanista, por ejemplo.

Pero en este recorrido muy pocos de ellos se acuerdan de Zuazu de Izagaondoa y pasan de largo, y al hacerlo, se pierden algunas muestras, sencillas, sí, pero que hay que conocer y saber valorar. Lo digo porque la iglesia de Zuazu es una de las pocas que expone una colección de 19 canecillos esculpidos bajo su alero de los que no se suele hablar, ni escribir, ni visitar demasiado, pero que son condecoraciones que ostenta a manera de pedigrí de una época antigua.

De Zuazu y de sus iglesias, pues tiene dos, sea la una en su caserío, sea la de mayor categoría arquitectónica entre todas las de la comarca en lo alto de Izaga, he hablado en otras ocasiones, ya en blog, ya en papel[1]. Así conocemos ya algo de su hermosa Pila Bautismal, de su Virgen y Crucificado, de su Ermita-Basílica de San Miguel, de su Criadico o de la Campana que se tañía en Izaga.

No había dado a conocer, salvo uno de sus canecillos, al que englobo en la denominada Ruta del Agua desde Idoate a San Vicente, pues muestra la figura del Zahorí concentrado buscando la corriente de agua con su horquilla de madera. Por ello he pensado que sería bueno repasar uno por uno estas humildes muestras del románico tardío por si a alguno de los que se maravillan ante los grandes hitos románicos de Navarra se animan a venir a contemplar también otras piezas no tan conocidas, pero auténticas del sentir popular a lo largo de los siglos. Ahora, los lectores que siguen estos mis escritos, podrán apreciar uno a uno los motivos tallados bajo el alero de la iglesia de Zuazu. 


LOS CANECILLOS

Los 19 canecillos tallados que se observan bajo el alero de la iglesia están situados en la cabecera absidial de la misma y en el primer tramo de la zona sur. Hay que señalar que en general están bastante deteriorados unos, a punto de saltar por los aires partes esenciales de otros y pocos son los que se puede decir que aún se conservan en buen estado.

Que los elementos climatológicos han influido en su deterioro es evidente en algunos de ellos, así como el tipo de piedra empleada, sin descontar el propio conocimiento de las características morfológicas de la piedra que se usó y la técnica empleada por el maestro tallador, pero no hay que olvidar la falta de sensibilidad de las gentes para conservar estas piezas, pues prejuicios éticos o morales sirvieron de excusa y juego para destruirlos a base de pedradas, cuyos impactos se pueden apreciar claramente  en varios de ellos.

Con todo hoy siguen ahí, en su lugar original, afortunadamente. Lo digo porque a punto estuvieron de ser vendidos por el párroco de turno a algún anticuario especulador que ofrecía unas míseras pesetas allá por el siglo pasado. Menos mal que los remordimientos que tuvo le impidieron hacer la transacción y disponer a su antojo de lo que evidentemente no era suyo, sino de las gentes del lugar.

Y ya que hasta aquí han llegado, bueno sería que la Institución Príncipe de Viana los tuviera en cuenta, así como quien dice ser su dueño oficial, para que  en algún momento se procediera a su restauración, al menos aquellos que aún tienen remedio, antes de que se disgreguen, caigan sus partes al suelo y desaparezcan irremisiblemente. No costaría demasiado y seguro que más de uno se llegaría a visitarlos.
Y después de este deseo y petición pasemos a describir cada uno de ellos comenzando por el más a la izquierda, según miramos, de los que aparecen en el primer cuerpo de la zona sur.


CANECILLO 1: 

Aunque bastante desgastado todavía se aprecian dos ojos redondos en el rostro de un animal indeterminado que gira 180º su cuello para mirarnos de frente, aunque sus dos zarpas delanteras se agarran a la moldura cóncava de la piedra. La expresión de sus ojos así como lo que queda de su rostro me hace recordar la figura de un animal, más que el de una persona.
Toda la zona de su hocico ha desaparecido, así como la zona derecha de su rostro.


CANECILLO 2:

Este canecillo representa a una persona a través de su cabeza, brazos y pecho.
Destacan sus ojos almendrados y su cabellera que cubre las orejas y se peina caída  hacia atrás. Su rostro, barbilampiño, está muy erosionado y deteriorado por las pedradas por lo que apenas se intuye la nariz y la boca. Destaca su voluminoso rostro y cuello y su papada muy desproporcionados con respecto a su pecho. Sin hombros a la vista los brazos nacen del mismo cuello. Se llegan a apreciar los intersticios de los dedos de su mano derecha. El brazo derecho ha desaparecido en parte.
Es un rostro que nos mira hierático y con tranquilidad desde su altura mostrándonos la parte superior de su desnudo cuerpo.


CANECILLO 3:

Como en el anterior también en este tercer canecillo se representa a una persona. Se le aprecian bastante bien los ojos, la oreja izquierda, la cabellera cortada en recto, la nariz y la boca entre abierta, pero también, si lo miramos desde su parte izquierda, adivinaremos que las extremidades que se tallan ahora son las piernas y si lo contemplamos de frente veremos que está en cuclillas. No se le aprecian los brazos o las manos porque en su parte esencial está mutilado.

La parte esencial y principal que se quiere resaltar son los genitales. Se conserva perfectamente el escroto y ha desaparecido, posiblemente por falso celo moralista, el pene en erección, símbolo de fecundidad y de participación en la creación, según mandato divino en los orígenes de la humanidad, si miramos la Biblia.[2]

Lo mismo se veía en la iglesia de Artáiz, mucho mejor trabajado el personaje evidentemente, donde se le talla junto a la maravillosa figura de la mujer parturienta.

Otro lugar del Valle de Izagaondoa en el que su único canecillo tallado representa el mismo tema, y no es casual, es la iglesia de San Martín de Guerguitiáin. Aquí el personaje tiene también brazos y la expresión de su rostro denota que ha llegado al clímax de la eyaculación, así como en la iglesia de Villaveta ya en el valle de Lónguida.


CANECILLO 4:

Este canecillo es uno de los que mejor se ha conservado, a pesar de su evidente desgaste por los efectos del viento, pero todavía se aprecian cada uno de sus detalles. El rostro humano, un hombre con su frente arrugada, sus ojos almendrados, su perfecta nariz, su pelo, su barbilla prominente y su boca abierta por la fuerza de las dos serpientes o culebras que parece se introducen dentro del personaje. Como en el resto de las tallas el esquematismo es evidente pues por la cabeza vemos a la persona. Aquí el motivo principal son las serpientes que invaden a la persona por su boca.

Sin duda alguna que esta talla crea ambivalencia de sentimientos al contemplarla, lo mismo que la anterior. ¿Cuál es su auténtico significado? Difícil saberlo.

De por sí los humanos tememos a las serpientes, como símbolo del mal, aunque también es verdad su simbolismo positivo frente a los peligros que nos acechan. Recordemos sólo el mito de la tentación de Adán y Eva en el Paraíso Terrenal, en los orígenes de la humanidad o más tarde las serpientes alzadas en medio del desierto cuando el Éxodo de los israelitas, como símbolo de sanación lo mismo que las serpientes de Esculapio.

Sin embargo siempre que he ido a contemplar los canecillos de Zuazu esta imagen me ha llevado más tiempo de reflexión porque por una parte no es tranquilizador que seres tan negativos se introduzcan en uno y le posean y por otra parte, tratando de superar este aspecto negativo, pienso que bien pudiéramos estar ante la plasmación de la necesidad de alimentarnos con el conocimiento, que al fin y al cabo era lo que se nos prohibía en el Paraíso Terrenal bajo el mandato de no comer del árbol del bien y del mal.[3]


CANECILLO 5:

De nuevo este canecillo representa a la figura humana concentrando su atención en la expresión de su rostro. Como vemos es uno de los que está bastante deteriorado. De la parte derecha del rostro está desfigurado. En su origen sería uno de los rostros más expresivos del conjunto. Aún se puede apreciar en lo que se conserva.

Es un rostro masculino con cabellera que cae sobre la frente formando caracolillos dejando gran parte de la frente y la oreja izquierda despejada. Esta sería la zona más equilibrada de la imagen, pues a partir del entrecejo hacia abajo la imagen infunde miedo. Se aprecia que sus ojos almendrados no presentan el mismo nivel, sino que el derecho aparece oblicuo. Nos miran fijamente realzando la mirada con el recurso de la talla de las pupilas con el trépano, al igual que las fosas nasales de su potente nariz.

Llama la atención la expresión de la boca, que en su parte izquierda aparece abierta y sus labios abultados en clara deformación. No así en su parte derecha que aunque está deteriorada algo había tallado que impedía la visión de la misma, como si el rostro estuviera claramente deformado y el papo derecho le cayera hinchado por debajo del cuello, lo que reforzaría la expresión malvada y haría que el espectador se sintiera incómodo ante tanta fealdad que, sin duda, iría relacionada con la maldad, así como a la belleza la asimilamos con la bondad.

La técnica del trepanado me hace recordar a los canecillos de la cercana Villaveta, aunque el trato que hace el artesano o maestro tallista de la piedra no es el mismo, muy personal y original en el maestro de Villaveta. También me viene a la memoria algunos rostros tallados posteriormente en el Coro de madera de la iglesia de Turrillas, hoy retirado en alguna dependencia del Museo Diocesano, en los que se aprecian deformidades bucales muy parecidas a la presente y que corresponden a rostros de monstruos y diablos.

Es una pena que el autor de éste y otros canecillos no hiciese el estudio previo de la piedra en que iba a trabajar para evitar lo que ha sucedido con el tiempo.


CANECILLO 6:

Este canecillo pudiera ser la antítesis del anterior, a pesar de su evidente deterioro y desgaste. De nuevo se talla el rostro masculino con su cabellera peinada en recto sobre la frente con flequillo que deja un poco despejada la frente. La larga melena cae por detrás de las orejas. Los ojos almendrados están en la misma línea horizontal y lo que queda de la nariz y la boca, completa y equilibrada, están en el eje de simetría del rostro, que termina en mentón puntiagudo.

Este rostro es ovalado, frente a los anteriores que eran más redondeados, lo que le otorga cierta prestancia, realzada por el noble cuello y el inicio del pecho definido por el borde del vestido de cuello cerrado.

En su origen este canecillo transmitiría seguramente paz y sosiego al espectador al igual que nobleza, pues parece que a diferencia del resto de tallas, este rostro lucía barba. 


CANECILLO 7:

También este canecillo tiene gran expresividad y desde su altura nos mira con grandes ojos bien abiertos y se dirige a nosotros pronunciando su palabra. Nos habla. La cuestión es saber qué nos comunica.

A pesar de su evidente deterioro ejerce su función con cierta dignidad y su mirada atrae la del espectador. Quizás nos quiera decir lo que Jesús reclamaba con frecuencia de sus seguidores (no olvidemos que estas tallas responden a un objetivo didáctico) en lo referente a tener cada uno de los sentidos a punto para ver y “entender” el auténtico significado de las metáforas grabadas en piedra de estos libros medievales.[4]


CANECILLO 8:

Y volvemos a encontrarnos en este canecillo la representación en solitario de los órganos genitales masculinos en bastante buen estado a pesar de su intencionado deterioro.

La influencia de Artáiz en este punto parece evidente pues, como allí, en Zuazu se repite la secuencia del personaje itifálico y del canecillo cuyo único motivo es el que nos ocupa.

A poco que hayamos viajado o estudiado las expresiones artísticas de cualquier pueblo de la tierra estaremos familiarizados con estas representaciones, sean masculinas o femeninas, pues es evidente que todo lo relacionado con el origen de la vida y su misterio ha sido motivo de representación a lo largo del tiempo y del espacio en cualquier cultura de la Tierra. Creo que esto es lo importante que hay que resaltar frente a los que defienden que estas imágenes son la representación del mal.


CANECILLO 9:

Este rostro, es uno de los mejor conservados, aunque dos surcos de fractura lo recorren en vertical. Se aprecia muy bien su cabellera, sus arcos ciliares, sus ojos almendrados, aunque la nariz prácticamente ha desaparecido. También se reconoce su mentón y la comisura de los labios arqueados ligeramente hacia abajo denotan una expresión un poco triste o melancólica, hecho que me hace pensar de nuevo en la iglesia de San Martín de Artáiz en la que uno de los rostros situados en un canecillo del alero norte tiene la misma expresión, si bien más acentuada que aquí. 


CANECILLO 10:

El ser que en este canecillo se muestra es creación de la imaginación del cantero pues tiene partes de humano y parte de animal. De humano tiene la cabellera, la frente, los ojos y los brazos. De animal su hocico y su boca.

Es precisamente al tallarlo con la boca abierta cuando la amenaza se hace realidad y el miedo sobrecoge al observador, pues le enseña sus peligrosos dientes y sus fauces.

Para mostrarnos más aún su fiereza el personaje se estira con sus manos la gran lengua amenazadora, quizás símbolo del mal uso que de ella hacemos al hablar, que nos convierte en fieros animales, en contraposición al personaje del canecillo número 7 que nos habla con mayor discreción gestual.


CANECILLO 11:

Este otro está muy deteriorado aunque la zona derecha del rostro todavía nos muestra el rostro de otro animal difícil de identificar. A primera vista se diría que también saca una gran lengua, pero no es tal, dado que no sale de la boca.


CANECILLO 12:

Un animal más seriamente mutilado en la zona del hocico y en sus orejas se recoge en este canecillo. Por la posición de las mismas pudiera tratarse de un felino, pero queda en supuesto nada más.


CANECILLO 13:

Poco queda de la talla en este canecillo, aunque por el detalle de los restos de su oreja izquierda se pueda deducir que otro animal era representado. Desgraciadamente este es el camino que llevan los canecillos de Zuazu si no se actúa sobre ellos para consolidarlos. Sería una pena que se perdieran.


CANECILLO 14:

Seguimos con la serie de canecillos que representan a animales. En este caso también la amenaza es patente como en el canecillo número 10, pues nos muestra su terrible dentadura de dientes afilados. ¿De qué animal se trata? Posiblemente la intención del tallista haya sido la de representar el rostro de un león rugiente, si nos fijamos también en la melena que le cae por los laterales de la cabeza y por encima de la misma. Sea lo que sea, es evidente que también actúa como advertencia de un peligro que acecha a las personas.

Técnicamente es una de las figuras en que se emplea la técnica de trepanado para resaltar los orificios del rostro. En este caso las fosas nasales. Aunque los cuatro orificios que se realizan no correspondan a la realidad


CANECILLO 15:

Este sea, quizás, el motivo más atrayente de los que se representan en estos canecillos, pues creo que está claro lo que comunica. De él hablé ya y publiqué en mi blog hablando que es la representación de un zahorí en plena faena de búsqueda de la corriente de agua subterránea. Su valor etnográfico es pues importante y se haría muy bien en actuar sobre él y el resto para conservar y evitar que con el tiempo pierda parte de su rostro.

¿Tomarán nota “a quien corresponda” de estos peligros? Hasta el momento es el único ejemplar que conozco de zahorí tallado  en piedra allá por los finales del siglo XII o comienzos del XIII

Esta es la referencia del artículo que hace casi dos años escribí.[5] 


CANECILLO 16:

Estamos ante la talla mejor conservada  en los canecillos de Zuazu. Corresponde a un animal. Por las características de su anatomía pudiéramos hablar que se trata de un zorro. A pesar de su buen estado de conservación también en él se aprecian los impactos de las piedras lanzadas en épocas de menor sensibilidad patrimonial.

Su presencia puede responder a que normalmente los artistas tienden a plasmar en sus tallas medievales lo que es habitual en la zona y siéndolo ofrecen lecturas didácticas para los fieles que vayan a la iglesia. Así la astucia, la prudencia, la inteligencia, la adaptabilidad al medio, su buen olfato,… serían cualidades a tener en cuenta para aplicarlas, en su justa medida, en el comportamiento humano. 


CANECILLO 17: 

Se vuelve en este canecillo a la figura humana representando de nuevo su rostro. Rostro con las características ya vistas: Cabellera que cae sobre la frente a modo de flequillo y recogida por detrás de las orejas, ojos almendrados bien resaltado y enmarcado por los párpados y arcos ciliares, rostro ovalado pero tendiendo al círculo y barbilampiño. En este caso se refleja una ligera e incipiente sonrisa en el rostro que ofrece una sensación de tranquilidad a la manera de la figura del canecillo número 6. Tampoco se libra de la amputación habitual en parte de su rostro.


CANECILLO 18:

Es el único canecillo que recoge la figura de cuerpo entero, al menos en lo que hoy vemos. Representa a un animal agazapado y de espaldas al espectador aunque, como se vio en el primer canecillo, la cabeza la gira 180º, mirándonos. Se diría que se trata del mismo animal.

Tanto sus patas delanteras como las traseras tienen cuatro garras que atrapan una especie de rodillo o palo en el que se sujetan al modo que lo hacen algunos de los perros y la paloma tallados en los canecillos de Villaveta.[6]  Está bastante bien conservado. 


CANECILLO 19:

El último canecillo del conjunto también parece que representaba la figura humana de cuerpo entero, aprovechando el poco espacio del canecillo y adaptándola al medio. Para ello se talla la figura humana enroscada. Es evidente su desproporción por lo que se aprecia del resto de su cabeza cuyo rostro ha desaparecido.

Parece tratarse de un hombre que está desnudo con su cuerpo en circunferencia como haciendo “ejercicio gimnástico” aparentemente de contorsionista ayudándose con sus propias manos, muy bien perfiladas, para levantar las piernas hacia su cabeza. Sería el supuesto más inocente.

Por el estado actual de la talla, claramente mutilada, bien pudiera representar este canecillo una autofelación, motivo que justificaría la censura, por obscena, en épocas menos tolerantes que cuando se hizo. 

La talla de las manos me recuerda igualmente a la de algunos canecillos de Villaveta.


Hasta aquí los 19 canecillos que se conservan hoy día en la iglesia de Zuazu que tienen todos los visos de ser originales.


EL CABALLERO

Todo edificio antiguo hay que remozarlo oportunamente con el paso del tiempo para evitar su deterioro. Lo mismo parece que sucedió con la iglesia de Zuazu, pues como podemos apreciar en la zona del ábside y del primer tramo del lado sur se abrieron nuevas y hermosas ventanas que por sus características podemos situarlas, como pronto en el siglo XIII aunque más me inclino por el XIV y que responden al estilo predominante en esta época.

¿Por qué se abrieron estas ventanas? Creo que la respuesta está en el origen del repetido problema que estos edificios religiosos presentaban a poco que no estuvieran bien asentados sobre tierra firme. Se abren por el sitio más débil. Éste era la zona del ábside que se debilitaba por el vano abierto a lo largo de su centro para iluminar el recinto con la luz del alba. Posiblemente se detectaron grietas peligrosas que aconsejaron poner remedio y para ello se colocaron dos nuevos contrafuertes en toda la altura del ábside, coincidiendo uno de ellos con el hueco de la ventana mencionada. Al cegar este vano la luz natural quedaba muy reducida limitada a la que penetraba por la portada y por el vano de la ventana occidental del fondo de la iglesia. Así pues se abrieron dos nuevas ventanas, que son las que hoy se conservan.

La que se abre en el primer tramo se proyectó a manera de una pequeña portada de iglesia de la época y hasta se colocaron sendos capiteles de los que se ha conservado en parte el situado a la derecha según miramos. Es la figura de un caballero ricamente vestido, caballo y caballero, con los atuendos usados para la guerra.

Para el que conozca un poco las portadas de las iglesias de la zona no le extrañará ver en esta ventana-puerta tal riqueza escultórica, pese a haberse perdido más de la mitad del conjunto, pues en lugares de la comarca de Izaga vemos también sendos caballeros en sus portadas: Larrángoz en el Valle de Lónguida, Lizoáin y Redín en el actual Valle de Lizoáin Arriasgoiti. Son los otros tres caballeros que,  junto al de Zuazu del Valle de Izagaondoa, bien merecen una visita.

Aunque ya escribí sobre estos tres lugares, ahora me limito a ofrecer el enlace en el que mi amigo y compañero fundador de la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa, Mikel Zuza, alaba las hazañas y los amores de éste de Zuazu.[7]

Pero para proteger el recinto violado de alguna forma por esta obra, por más que fuera sagrado, como he visto  en otros lugares, sea en Santa María del Campo en Navascués, sea en Santa María de Arce, el cantero marcó discretamente la jamba de la ventana-puerta con la marca de la cruz para que las desgracias no tocaran ni penetraran en el recinto.

Única marca de cantería encontrada en la iglesia de Zuazu situada en la jamba derecha de la ventana del caballero. 

3 comentarios:

  1. Muy bien expuesto, claro y ordenado. Esta muy bien tomar perspectivas diferentes del mismo canecillo, no todo el mundo toma esa precaución. Me encanta tu blog.

    Felicidades por la iniciativa.

    Tengo un blog de románico y creo que estaría muy bien enlazar el tuyo!

    Saludos!

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    1. Muchas gracias Baruk por tu opinión.
      No hay ningún inconveniente en que enlaces mi blog al tuyo.
      Antes de escribir en éste lo hacía en over-blog también.
      Por cierto ¿Cuál es el tuyo?
      Saludos

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  2. De hecho tengo dos, uno donde muestro mis pinturas románicas -elaboradas siguiendo la técnica antigua del temple al huevo- y otro en el que damos nuestra particular visión de los diferentes temas románicos. Salud y Románico http://saludyromanico.blogspot.com.es/ y Pintura Medieval http://pinturamedieval.blogspot.com.es/.

    Si quieres échales un vistazo.

    Un abrazo
    PD enlazo tu blog ya, gracias! :-)

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