DE ÁNGELES,
TROMPETAS, LUZ, MUERTE Y VIDA.
Por Simeón Hidalgo
Valencia (11-10-2023)
Lo que voy a contar lo descubrí el día 24
de septiembre de 2023, día en que llegué a la capital gallega de Ourense,
prácticamente en tiempos del equinoccio de otoño.
Después de medio día de viaje en autobús
fletado por el Club de Jubilados de Aibar era ya entrada la tarde cuando salí
por mi cuenta a dar una vuelta por la parte antigua.
Me topé, sin plan preestablecido, con la
catedral. Está dedicada a San Martín de Tours, santo, después de Santiago, el más
popular a lo largo del Camino.
Como telón de fondo de una plaza rebosante
de gente dominguera tomando y charlando en las terrazas descubrí, iluminada en
parte por el sol vespertino, la fachada oeste.
Allí, subiendo una gran escalinata, se
abre su portada principal, pero estaba cerrada, por lo que pensé que no tendría
ocasión de poder visitar por dentro la joya medieval que esas cuatro puertas
del exterior ocultaban, reflejo del maravilloso Pórtico de la Gloria, que ya en
varias ocasiones, como turista y como peregrino, pude admirar en Santiago de
Compostela.
Pero rodeé el edificio y vi la puerta norte abierta. Contemplé ligeramente su hechura y decoración y entré. Suelo dejar los exteriores para lo último.
Las sombras cubrían el ala norte del
crucero y hube de esperar a que la vista se adaptara a la oscuridad y los oídos
al rumor del silencio reinante y mi propio cuerpo se ubicara en el espacio y
mis cortos pasos calcularan las distancias… y pisé la nave norte.
Rompiendo las tinieblas un rayo de luz
recorría la nave norte penetrando desde el occidente y como la luz tiene su
propio lenguaje capturé la imagen y esperé por si iluminaba algún detalle en
concreto.
Así fue.
En unos momentos el rayo luminoso recorrió la tumba donde reposan los restos de Don Juan de Deza, arcediano de Búbal, canónigo, abad de Villaza, que falleció el 27 de febrero de 1506.[1]
Sepultura de Don Juan de Deza.
Después de esto me dirigí hacia el nártex
de la catedral para tratar de contemplar su pórtico, pero unas cintas me
impedían el paso. Se me acerca un joven que iba a rezar a la Virgen que en ese
lugar se encuentra y me pregunta:
- ¿Ha visto ya el Pórtico del Paraíso?
- Eso quería hacer, pero como hay unas
cintas que cortan el paso…
- No se preocupe, aunque estén la gente
pasa. No le van a decir nada.
Como de hecho hay dos o tres personas ya en ese espacio le doy las gracias por la información y paso por un lateral y lo que se me presenta a la vista es algo maravilloso. Toda una fachada tallada con un programa escultórico en piedra policromada con tal perfección clásica que atrapa los sentidos del espectador y lo traslada a la visión apocalíptica de San Juan al final de los tiempos.
Zona central del Pértico de La Gloria de la catedral de Ourense.
Contemplo extasiado el conjunto y los
detalles de los tres vanos de la portada. Allí está en el parteluz, cercano al
peregrino caminante, sentado, el apóstol Santiago. Sobre él, de pie, la Virgen
María con el Niño Jesús. Al mismo nivel las estatuas de los profetas del
Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo. En nivel superior por encima del
parteluz se representa a Dios Padre con el Orbe en su mano izquierda mientras
que con la derecha nos bendice. Siguen ángeles alados con las almas infantiles
de los bienaventurados y en el tímpano central la imagen del joven Martín, aún
catecúmeno, titular de la catedral, partiendo la capa que llevaba para darle la
mitad al pobre aterido por el frío y sobre esta escena los veinticuatro
ancianos tocando instrumentos musicales y alabando al que se sienta en el trono
y al Cordero.
En las arquivoltas de la portada lateral
del sur tiene lugar el juicio final y a unos se los llevan los diablos y a
otros los ángeles. Cada cual recibe su recompensa según sus propias obras.
Pero todas estas escenas se comprenden
mejor una vez descubierto que en los cuatro rincones del nártex empieza la
historia que en la portada se narra. Sí. Todo se inicia con la llamada a todos
los muertos para que resuciten y acudan al Juicio Final. Los cuatro ángeles que
se han colocado en los rincones tocan las trompetas convocando a juicio en el
atardecer del último día.
En el atardecer del 24 de septiembre estoy
contemplando esta hermosa portada llena de simbolismo y el sol al declinar el
día nos muestra su lenguaje incidiendo de manera especial desde el oeste.
Así, en el preciso momento, ilumina la escena de San Martín de Tours, el santo titular de la Catedral de Ourense, situada en el eje del pórtico realzando su virtud.
Las buenas obras de Martín le hacen
merecedor de estar en la gloria rodeado como el Padre por los Ancianos del
Apocalipsis.
Según las obras realizadas por cada cual los ángeles elevarán hasta la gloria a las personas buenas o los diablos cargarán con las personas malas y serán bienaventurados o malvados por toda la eternidad, según las creencias de la iglesia cristiana católica y así se representa en muchas iglesias y catedrales.
Cuando recojo las imágenes de los cuatro ángeles convocantes que tocan las trompetas del fin del mundo resulta que me encuentro en una de las peanas que los sustentan un detalle que parece ser anterior al cristianismo pero que por su simbolismo se plasmó durante la baja Edad Media, aquí en concreto estamos en el siglo XIII, como uno de los símbolos de la nueva vida. La llamada a la resurrección de la carne es como la renovación y el florecimiento de la vida y de la Naturaleza que tiene lugar en cada primavera, año tras año. Al final de los tiempos representaría la resurrección definitiva simbolizada en ese florecer de la vida desde las mismas entrañas del cuerpo.
Este hallazgo me llena de alegría y da
sentido a toda la portada del Pórtico de la Gloria. El hombre renacido, el
hombre y la mujer nuevos que florecen y viven para siempre. Tanto es así que el
mismo ángel trompetero luce en su vestimenta la nueva vegetación de la vida
eterna.
Comunico este detalle al joven que me
indicó que podía pasar a la zona del nártex y cuando le digo que “tenéis un
hombre verde” se muestra extrañado. No conocía este interesante detalle, que
por considerarlo “pagano” el concilio tridentino prohibió que se representara
en los recintos sagrados, aunque afortunadamente no desaparecieron los que ya
estaban desde siglos atrás.
…
Y parece ser que nuestro personaje
difunto, Don Juan de Deza, anterior al citado concilio, conocía y creía en este
símbolo de vida y se procuró que la luz del atardecer de los equinoccios
iluminara su descanso hasta tanto llegara el día de la resurrección y desde su
puesto privilegiado como canónigo y arcediano eligió este lugar del muro norte
para situar su sepultura. Así, cada año por dos veces, la luz le iluminaría y
mantendría la esperanza hasta el final del mundo.
Quizás entonces renacerá a la eterna
primavera y por sus buenas obras será digno de ser llevado por su ángel a la
vida eterna en la Gloria.
Mientras, yo he contemplado este lenguaje
de la luz el 24 de septiembre de 2023 y así os lo cuento.
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