miércoles, 20 de septiembre de 2017

LA HIGUERA, EL ROBLE Y MI DECISIÓN

LA HIGUERA, EL ROBLE Y MI DECISIÓN


Por Simeón Hidalgo Valencia (20 de septiembre de 2017)



La sencilla y preciosa portada medieval de la iglesia de Santa Eulalia de Lizarraga de Izagaondoa transmite aún hoy día su mensaje a quien quiera y sepa leerlo. La estudié allá por el año 2010-11 y expliqué mi propia lectura por primera vez con ocasión de la Jornada Románica por Izagaondoa celebrada en octubre del 2011.

Aunque el trabajo realizado lo di a conocer a través de mi blog y más tarde fue uno de los artículos del libro “Las claves de Izagaondoa”, ahora me voy a centrar en reflexionar de nuevo sobre los capiteles del lado izquierdo de la portada, según la miramos, pues en las tallas de sus tres capiteles protogóticos veo compendiada magníficamente la doctrina que la iglesia católica transmitía a los fieles del siglo XIII y que hoy sigue teniendo vigencia también desde el punto de vista de la ética para las personas actuales, sean cristianas o no, pues en definitiva se nos habla, por medio del simbolismo, de la propia libertad que cada persona posee para tomar un camino u otro en su propia vida.

Titulo esta reflexión “La higuera, el roble y mi decisión”, porque el simbolismo de estos dos árboles se convierte en referencia ética para mí, como persona. La higuera y el roble hacen aquí de elementos paradigmáticos que nos llevan a los orígenes de lo que se ha dado en llamar el Antiguo y el Nuevo Testamento.


LA HIGUERA:

Si observamos al detalle y sin prisas el primer capitel, el exterior, llegará un momento en que identificaremos tanto la hoja del árbol como los frutos del mismo perfectamente labrados por el maestro de Lizarraga de Izagaondoa, anónimo sí, pero de tan alto nivel profesional que parece bordar en la misma piedra.
Las hojas y los frutos, sean brevas o higos, nos hablan de la higuera.



¿Y por qué se talla la higuera en este capitel?

Porque quien encargó esta portada para la primitiva iglesia de Lizarraga se propuso plasmar aquí los primeros momentos de la humanidad, cuando veía el Jardín del Edén o Paraíso Terrenal como una referencia palpable que a manera de cuento se recoge en los inicios del Génesis para poder comprender mejor y explicar de alguna forma la situación dolorosa de la condición humana en lucha constante por su propia existencia.

La Biblia inicia con el libro del Génesis, donde se narra los orígenes del mundo y de la humanidad. Hay dos relatos de la creación. El que aquí nos interesa es el segundo. Se puede leer en Génesis 2,4-26. En este último versículo se nos dice que “Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”

A continuación en todo el capítulo 3º se habla de la serpiente, de la prohibición de comer del “fruto del árbol que está en medio del jardín”. “No comáis de él. Ni lo toquéis, so pena de muerte.” De la visión de la serpiente sobre el tema: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.” [1] Etc.,…

Pero, ¿cuál era el árbol situado en medio del jardín?

Nadie lo sabe. Generalmente se habla de su fruto: la manzana, por lo que el árbol sería el manzano, pero en Lizarraga no aparece el manzano, sino la higuera con sus frutos.

¿Por qué?

Porque en esto del mito original del Paraíso perdido a través de la decisión humana de hacer caso a “la serpiente”, la fruta no es lo importante por lo que no se especifica y en Lizarraga de Izagaondoa aparece una de las versiones frutales correspondientes al árbol del centro del jardín primigenio. La higuera.

¿En qué se basa esta talla?

Quien esto manda hacer conocía muy bien las tradiciones antiguas que en el siglo X se plasman en los libros miniados realizados en los escritorios de los monasterios, focos de cultura y de transmisión de saberes. Y es en esos códices donde encuentro la posible base de lo que aparecerá no ya pintado, sino esculpido en Lizarraga unos trescientos años después.

El monje Vigila copia en el scriptorium del monasterio de Albenda de Iragua, La Rioja, entre los años 974 al 976, la Crónica Albendense y terminado el libro su contenido se recoge en gran parte en el monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso  conocido por el nombre de Códice Emilianense que se inicia en el 976 y se acaba en el 992.[2] Pues bien, en ambos códices aparece ilustrada la caída de Adán y Eva en el Paraíso Terrenal y el árbol que se representa es una higuera.[3] Pasarán más de 300 años y este mismo árbol se talla en Lizarraga para indicarnos simbólicamente el definido como “Pecado original”.

La lámina representa en el centro a la higuera. La serpiente enroscada en ella lleva en su boca un higo o una breva y se lo da a Eva que extiende su brazo y lo coge. Adán y Eva se tapan con hojas de higuera. “Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.”

La lámina especifica claramente con las palabras “LIGNVN FICI” que se trata de árbol del higo: la Higuera.

Rodeando a manera de marco  la imagen, el copista escribe comenzando desde la parte superior izquierda y siguiendo el sentido de las agujas del reloj el siguiente texto:”+ Allí entre los árboles del Paraíso Eva había tendido la mano hacia el fruto tomándolo de la boca de la serpiente. Rápidamente se la había llevado a Adán. Después juntaron hojas de higuera y se hicieron perizoniums ( delantales, taparrabos, paños de pureza…)”.[4]

La higuera, ese árbol tan familiar en muchas de las casas de nuestros pueblos, resulta, según esta tradición, ser el árbol del conocimiento del bien y del mal. Árbol representado en este capitel de la iglesia de Santa Eulalia en Lizarraga de Izagaondoa con todo su simbolismo primigenio del mal que acecha a la humanidad.



EL ROBLE:

Lizarraga de Izagaondoa hace gala de poseer un hermoso robledal que bien cuidado y limpio se asemejaría también a un pequeño Jardín del Edén. Edén que con su silencio atrae a más de un caminante a visitarlo y gozar desde su frondoso follaje de unos momentos de paz y sosiego.



Entre todos los robles el que aquí se muestra es el más antiguo y destaca sobre los demás, mucho más jóvenes. En el “Decreto Foral 87/2009. De 1 de diciembre por el que se declaran Monumento Natural determinados árboles singulares y se establece su régimen de protección”, se le cataloga de la manera siguiente:

“M.N.35
Nombre del Mnumentos Natural:
Roble de Lizarraga.
Localización: Lizarraga de Izagaondoa.
Número de ejemplares: 1
Coordenadas X e Y: 622.893 /
 4.735.976.” [5]

Hay una tradición que remonta su existencia ya a los tiempos de la familia de San Francisco Javier, allá por los siglos XV – XVI, pero unos doscientos años antes el roble aparece esculpido junto al anterior de la higuera en la portada de la antigua iglesia medieval.

Si echamos una mirada sobre el simbolismo y la importancia del roble a lo largo de la historia de las civilizaciones podremos atisbar y comprender su presencia entre las tallas de la iglesia de Santa Eulalia de Lizarraga pues se la ha tenido desde antiguo como el árbol de la sabiduría y del conocimiento. Se le ha considerado como el árbol sagrado por antonomasia, así como el árbol que da la vida bajo el cual se toman las decisiones y se establecen las nuevas leyes.

El cristianismo, que hunde sus raíces en culturas anteriores también lo tiene en consideración y al tallarlo con frecuencia en las portadas de sus iglesias, como se ve con frecuencia en iglesias de Navarra a partir del siglo XIII, lo asimila a la Nueva Ley que bajo sus ramas se proclama a través de la palabra de Jesús.

Así pues, la Higuera representa la caída, el pecado y la Ley Antigua, mientras que el Roble representa la liberación, el fuego divino que purifica, la palabra profética de la Ley Nueva que anuncia la vida, el árbol de la cruz que regenera a la humanidad. El árbol de la vida junto al árbol de la muerte.


MI DECISIÓN:

Y así, después del resumen de la Historia Sagrada por medio de las imágenes de dos árboles antagónicos, el tercer capitel me pone personalmente ante mi propia decisión. Alumbra ante mis ojos las dos realidades anteriores y me muestra a dónde me conduce el tomar un camino u otro. Mi propia libertad me llevará a tomar la decisión que me puede esclavizar o me puede liberar. Aquí interviene mi ética personal. Nadie puede decidir por mí. Soy yo el único protagonista y el único responsable de lo que en mi vida pase. Yo me lo he buscado y no vale ninguna de las excusas con que me quiera engañar a mí mismo. Soy libre. Soy responsable de mis actos.

¿Cómo se me comunica todo esto?
Mediante la figura mitológica del ser con cabeza humana de melena al viento, cuerpo de ave y cola de serpiente que enrosca desde los pies hasta el cuello de la persona que ocupa el centro del capitel. Esta persona ha sido atrapada por el mal, sigue en la ley antigua de tal manera que ella misma se va transformando físicamente en el mismo ser que le tiene dominado. Los dedos de sus pies y de sus manos se transforman y se convierten en garras de animal.

¿Podrá liberarse?
La parte derecha de este capitel da la respuesta a través de la imagen de la cabeza humana que se aprecia por encima del ave rapaz. Identifiquémosla como un águila o halcón y tendremos la respuesta liberalizadora, al igual que podemos verla por  en las cercanas iglesias de San Martín de Artáiz y de Santa María de Besolla. La aceptación libre de su presencia nos introduce en la esfera de lo divino y nos ayuda a caminar, en nuestro tiempo humano, por la senda de lo bueno, bello y verdadero.


¿QUÉ MENSAJES NOS COMUNICAN ESTOS CAPITELES?

A manera de resumen expongo lo que yo leo en ellos.

1º. En un principio el ser humano gozó de la felicidad del paraíso, pero al comer del árbol del conocimiento, representado en la higuera, descubrió además su propia debilidad.

2º. Otro árbol, el roble, símbolo de vida, representa la salvación traída por Jesús, donde encontrará su fuerza.

3º. Ante el dilema de muerte o vida, el cristiano opta por la vida, liberándose del monstruo que le atrapa y como el halcón mitológico resucita cada día a la vida.






[1] Los textos bíblicos que se citan en el artículo siguen la versión de la Biblia de Jerusalén.
[2] Consultar en Internet: Códice o Código Albendense o Vigilano y Códice Emilianense.
[3] Imagen recogida en Internet.
[4] Traducción ofrecida por Margarita Marcos González en la página de Facebook “Románicos en movimiento”.
[5] http://www.lexnavarra.navarra.es/detalle.asp?r=29923

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