lunes, 23 de junio de 2025

ROMERÍA A SAN MIGUEL DE IZAGA

 

ROMERÍA A SAN MIGUEL DE IZAGA

 

Por Simeón Hidalgo Valencia (23 de junio de 2025) 

 

“En punto y aparte quiero también reseñar, como nota destacadísima, la presencia de nuestro Sr. Obispo Don José María Cirarda Lachiondo. Ignoro si ésta fuera la primera visita, bendición y celebración de misa de un Sr. Obispo a esta Ermita (San Miguel de Izaga); desde luego, si no fue la primera vez, pocas veces serán las que le precedieron”. 

Esto lo dice el señor Don Fermín Zuza Zunzarren, nacido en Zuazu de Izagaondoa, al poner por escrito sus memorias sobre los pasos que tuvieron que dar él y sus compañeros entusiastas de la restauración de la Ermita-Basílica de San Miguel de Izaga, que corría serio peligro de derrumbe hace ahora cincuenta años. 

—¿Qué cómo yo sé esto?

—Pues porque desde el 23 de julio de 2024, un hijo suyo, Mikel, me pasó toda la documentación que había recopilado su padre a lo largo de los años 1975-1986 sobre San Miguel de Izaga, desde sus propias notas escritas de puño y letra, con muy buena caligrafía por cierto, como se estilaba entonces, hasta escritos en la prensa local, trámites oficiales ante estamentos de la Diputación Foral o ante el Gobierno de Navarra, así como la recopilación de sus decisiones aprobadas, reportajes fotográficos, …, y con tanto material hemos podido cumplir el sueño que Don Fermín no pudo realizar en su vida: hacer el libro titulado “SAN MIGUEL DE IZAGA. HISTORIA DE UNA RESTAURACIÓN. (1975-1986)”. 



El pasado 15 de junio del año en curso 2025, seguramente que para Don Fermín y para el grupo de entusiastas compañeros que ya partieron, fue un día de alegría al ver, desde esa otra vida que la fe nos promete, que por suerte el récord alcanzado por la Ermita-Basílica de San Miguel de Izaga en cuanto a la dignidad eclesiástica de mayor nivel que la ha visitado ha sido batido por Don Celestino Aós Braco, vecino de Artaiz, un cardenal de la iglesia católica, sencillo y cercano a la gente que a sus 80 años fue un romero penitente más. 

Yo también estuve presente este año y, como suelo hacer, doy fe de esta tradición que une a todos los pueblos del valle, pues San Miguel y su morada en lo alto de Izaga es el imán espiritual que los atrae y les da identidad. Allí coincidieron parroquianos de Artaiz, Zuazu, Reta, Lizarraga, Ardanaz, Iriso, Urbicáin, Turrillas e Induráin. Todos con sus cruces parroquiales. Todos con sus inquietudes, ideas, deseos, proyectos y ruegos. Unos, a ponerse bajo la protección de San Miguel Arcángel, otros a participar de un día de convivencia en el monte y todos, en buen ambiente y camaradería. 


Me llamó la atención y observé con alegría que volvieron a subir entunicados, hombres y mujeres jóvenes, que auguran la pervivencia de esta costumbre. También, entre las más de 150 personas que calculé, había mucha juventud. Son el futuro… y parece que lo hay para esta romería pues, aunque los ya mayores pensemos que con nosotros se acaba la historia, afortunadamente no es así y la juventud adaptará esta bonita tradición con nuevas expresiones. 


Tengo que hacer notar que lo comentado en el artículo anterior referido a la subida del “Criadico” sobre el estado del camino al inicio de su recorrido, que se ha saneado y no hubo ningún problema para subir motorizados. También hay que reseñar la invitación que hizo el Ayuntamiento de Izagaondoa a todos los romeros invitándonos con un rico almuerzo preparado por la Panadería de Idoate. Muchas gracias. Son detalles que se agradecen y ayudan a una mejor convivencia vecinal. 

En la misa el cardenal Celestino nos animó a vivir la religión y a ser agradecidos por el don de la fe.



“Demos gracias a Dios. Demos gracias a Dios y a nuestros padres y a nuestros abuelos porque nos enseñaron la religión. La religión no es una cosa de un loco que es para unos pocos. Hay gente que vive sin religión, cierto, pero la religión es una gran bendición y a nosotros nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hermanos, nuestra familia nos la enseñó. 

Cuando uno tiene la experiencia que yo he tenido de estar ahora, por ejemplo, en Roma, en la muerte del papa Francisco y en la elección del papa León y nos encontramos cardenales de todo el mundo, qué hermoso el decir: a mí me bautizaron al día siguiente de nacer, cuando yo tengo un cardenal a mi lado que me dice: Yo soy de una familia pagana de allá, de Corea y yo descubrí a Jesús cuando estaba en la universidad… y en medio de eso está feliz de ser cristiano.

Este año, en la Pascua que hemos vivido, sólo en París, que está aquí cerquita, se han bautizado 18000 personas adultas. 18000 personas que no habían conocido al Señor, que conocieron al Señor, padecen un proceso, porque no se trata de dar una charlita, sino de cambiar la mente y la vida y se han bautizado.

Darle gracias a Dios por el don de la fe, que parece que no nos enteramos mucho…



¿Y esta fe qué significa? Esta fe que está sellada por los mártires, esta fe que han vivido, imagínense, cuántos miles de personas creyentes han venido aquí a edificar en aquellos tiempos esta ermita, que han venido aquí a rezar y después se fueron y después volvieron… ¿Cuántos?... Pero ¿Saben qué? Nuestra fe. Nuestra fe. 

Después de todo, cuando yo veía al papa Francisco allá en el cajón, en el ataúd, este hombre no era un buen político, no tenía un ejército, … ha vivida su fe, ¿en quién? en Jesucristo que está en la cruz. Ustedes han traído las cruces de sus pueblos. Nosotros creemos en Jesucristo porque el Espíritu Santo así nos lo enseña. 

Yo me acordaba en estos momentos, cuando en mis años de estudiante yo estaba en Zaragoza, yo tenía 17 años cuando yo fui a la universidad y uno de los días volví al convento nuestro, convento nuestro que es la basílica de San Antonio y había un muchacho que miraba por allá. Yo me acerqué. Él era norteamericano. Yo no sé inglés, pero vamos, nos entendimos. 

—¿Y esto qué es, es una iglesia católica, un templo?, ¿Se puede entrar?

—¡Claro! La puerta está abierta. ¡Puede entrar cualquiera! 

Y entramos y yo empecé a explicarle, con toda mi buena voluntad, pues esto es un templo, aquí está el altar, ahí donde se bautiza y cuando llegamos, en el presbiterio hay un gran Cristo colgado en la cruz y me dijo: 

—¿Y ese?

Le dije

—Ese es Jesús. Ese es nuestro Dios. Ese es nuestro Dios y Señor. Nuestro Salvador.

Él me dijo:

—¿Cómo?

—Ese es mi Dios y mi Salvador…

y me dejó cortao, porque se dio media vuelta y me dijo:

—¡Ese Dios no me interesa!

Y se fue. 

Yo después pensaba, y dije:

— ¡Claro!… Ese Dios no le interesa porque él era uno de los pilotos que estaba bombardeando Vietnam. Sus valores eran el honor, que le den una medalla por haber hecho una atrocidad más grande, la fama, el dinero, que le paguen bien… y, ¡claro!, los valores que tenemos nosotros siguiendo a Jesús son otros. ¡Ese Dios no me interesa!... 

A lo largo de mi vida he encontrado a mucha gente que dice “ese Dios no me interesa”, pero he encontrado mucha gente que dice: ¡a mí, ese Dios me interesa!, y ¡a mí, me interesa!... y por eso sigo siendo cristiano, porque ese Dios me interesa, porque quiero que Jesucristo sea mi luz, el camino de mi vida y al final será (¿?) ... 

La última vez o una de las últimas veces que yo vine fue con mi padre. Mi padre que era un montañero que todo el mundo conoce porque tenía que llevar como diecisiete pueblos los que tenía él, era el lucero, entonces no había horarios, entonces había que ir porque de repente en Idoate no hay luz, en Lizarraga han cortado la luz, en Ardanaz no sé qué, ¡y había que ir! Y había que ir a cambiar la “polleta”, la bombilla, porque la vaca iba a parir o iba a parir la yegua… ¡y siempre parían de noche! Y había que ir entonces a cambiar la “polleta”, la lámpara, para poner una más potente y una vez que pasaba eso otra vez se volvía a la antigua…Eran otros tiempos…pero esta es nuestra tierra… y uno puede ir a otro sitio y puede estar en Roma, en Jerusalén o en Chile. A mí me tocó estar en el desierto más árido del mundo durante cinco años, en el desierto de Atacama. Allí hay zonas en que no llueve, aquí le pedimos agua a San Miguel, … allí llueve una vez cada cinco años o cada siete. El mundo tiene rasgos distintos, pero uno lleva en el corazón, eso, la fe que recibió y el cariño por la tierra que le vio nacer y por las personas que conoció, por eso os invito a que hoy, efectivamente, este día de la Trinidad y a los pies del arcángel San Miguel, demos gracias a Dios por nuestra fe. Tratemos de vivirla, porque ahora los tiempos han cambiado, pero la fe es la misma y entonces deseo que sean felices y que un día nos podamos encontrar así en la gloria del cielo. 

Como ustedes están de pie y estarán cansados… aquí corto el rollo, no me alargo más, no se asusten.

Vamos entonces a proclamar nuestra fe rezando juntos el credo: “Creo en Dios Padre…” 



Después de la misa se cantaron Los Gozos a San Miguel y, como todos los años subimos a la loma para la bendición de los campos, ya sazonados muchos de ellos para su cosecha. Es una imagen que me gusta fotografiar con las cruces de todos los pueblos mencionados y en este año con el señor cardenal bendiciendo a los cuatro puntos cardinales.



Ya en la despedida, la cercanía y sencillez del cardenal Celestino, como un paisano de la tierra, hijo de Artaiz, las demostró acompañada de otra virtud importante como es la paciencia, pues muchos de los asistentes nos acercamos a él para guardar un recuerdo a su lado de la primera vez que un cardenal subió como romero penitente acompañando a sus vecinos de Izagaondoa.

Termino este artículo deseando que los buenos sentimientos y la grata convivencia que se respira en lo alto, en las citas de las romerías a Izaga, se mantenga también en el día a día en cada uno de los pueblos del valle. 



—Ya ve, Don Fermín, cómo ha sido la romería de este año de 2025 a su querida Ermita. Año en que se cumplen los 50 en que con su grupo de “entusiastas” comenzó a “mover Roma con Santiago” para que se restaurara. Hoy, un cardenal venido de Roma, ¡nada menos! ha presidido, junto a sus paisanos, los bonitos momentos de esta última romería. Yo me acordé de Usted y no dudé de que estaría muy contento al ver su Ermita de San Miguel tan bien restaurada como en la ceremonia de su reinauguración en 1986, presidida por el arzobispo José María Cirarda.