EUNATE. EL CAPITEL
DE LA RESURRECCIÓN.
Por Simeón Hidalgo Valencia (09 de septiembre de 2021)
Aprovechando que en los dos últimos
sábados no he tenido que atender a ninguna visita guiada ni en Artaiz ni en el
Petrus Museum, he dedicado una parte de estos días a poder renovar mi colección
de “hombres verdes” y como los que tenía de Eunate no me satisfacían del todo,
me he acercado en esta época veraniega en que se abre al público con la
seguridad de poder hacer las fotografías con tiempo y paciencia.
Es el siguiente:
http://miradaesoterica.blogspot.com/2012/05/santa-maria-de-eunate-ascension-y.html?m=1
Como digo, el día 4 de septiembre, también estuve, pues cuando observé más al detalle el capitel en cuestión tuve dudas sobre la interpretación de la “Ascensión”, pues los personajes que se citan en el artículo no me encajaban con lo que yo veía y por ello decidí volver a echar la tarde de nuevo frente a los enigmas de Eunate centrándome en la observación detallada correspondiente a este capitel situado a la derecha del arco de entrada al “claustro” por el que se accede a la entrada principal del lado norte, normalmente cerrada. Si saliésemos de la iglesia por esta puerta principal normalmente cerrada, el capitel nos quedaría a nuestra izquierda.
Por su situación en el conjunto del primitivo claustro pienso que éste es el principal motivo escultórico de todos los que hay en el exterior y por dos motivos básicos:
El primero ya está comentado. Ocupa el principal lugar de tránsito, tanto para quien entra como para quien sale del edificio, el que nos lleva a la portada norte. Esto es así porque quien la promovió quiso que esta entrada fuera la mejor trabajada donde se volcó el mejor arte del maestro cantero que la esculpió, frente a la puerta que actualmente más se usa que es la del oeste y que apenas presenta decoración.
El segundo porque en este capitel se
representa a Jesús, sea crucificado, pero sin cruz, sea ascendiendo a los
cielos. Jesús es el principal personaje de entre todos los esculpidos en Eunate.
Centrémonos, pues, en este importante capitel a la vez que principal del claustro de Eunate.
Este capitel está labrado por sus cuatro caras. En todas ellas se representan personas. En total son 15, repartidas de la manera siguiente: En la cara norte 4 personas. En la sur 3. En la cara del este 4 personas. En la del oeste 4 personas.
¿Quiénes son las personas representadas?
1º: No hay ninguna duda de que el personaje central de todo el capitel sea Jesús. Parece que no está crucificado, aunque la primera impresión sea esa. Es claro que falta el soporte de la cruz, lo cual es interesante, pues es un detalle importante que hay que tener en cuenta en esta primera fase de la identificación de lo que vemos, para la propia interpretación posterior que se haga de la escena. Por ello hay que pensar que está flotando en el aire. Está vestido con túnica que le llega hasta las rodillas y se le representa por encima de dos personajes que están por debajo de sus brazos extendidos cuyos antebrazos están más elevados. Sus manos abiertas nos muestran las palmas y los dedos pulgares apuntan hacia arriba. Aunque el deterioro de la imagen es muy grande, como en el resto del capitel y no podemos apreciar rasgos distintivos de su rostro, si nos fijamos con atención hasta se puede vislumbrar algún resto del halo de luz que rodea su cabeza. ¿Estamos, como dice Ángel Almazán, ante la escena de la Ascensión de Jesús a los cielos?
2º: Parece que existe unanimidad en señalar que los representados en las caras norte, este y oeste son los 12 apóstoles con la licencia iconográfica habitual de contar entre los 12 también al apóstol Matías elegido para reemplazar a Judas Iscariote o en su lugar a Pablo, el apóstol de los gentiles, pero como no se llega a distinguir ninguno de los atributos propios de cada uno de los apósteles, salvo que varios portan lo que parecen ser sendos libros, es imposible precisar más. Los cuatro mejor conservados corresponden a la cara oeste del capitel, aunque ninguno de los 15 personajes tallados haya conservado su rostro.
Donde algunos ven La Crucifixión o La Ascensión yo veo la Resurrección. Así, este primero y principal capitel del claustro de Eunate podría denominarse el Capitel de la Resurrección de Jesús.
Ángel Almazán argumenta su tesis sobre su visión como capitel de La Ascensión basándose en la función de la propia iglesia de Eunate (Onate) “cual fue la de servir de sede a la Cofradía de las Ánimas de Onate”. Y lo que él comenta veo yo que sirve igualmente si consideramos el capitel como La Resurrección de Jesús, pues este hecho de su vida se convierte en el Evangelio, en la Buena Noticia que hay que transmitir, por encima de la misma Ascensión de Jesús a los Cielos. Los apóstoles reciben del mismo Jesús resucitado la misión de anunciarlo por todo el mundo, como recogen los evangelistas Mateo y Marcos.
“Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.[1]
“Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación”.[2]
Si nos fijamos en los orígenes de este edificio religioso hay que mencionar los estudios de José María Jimeno Jurío, pues vincula el mismo con la Cofradía de la Virgen de Onat, teniendo como fuente documental “la copia conservada en el Archivo Diocesano de Pamplona, integrada en un proceso extenso, registrado bajo la signatura Car. 1.006, n 11. Las medievales ocupan los folios 67-75, y las del siglo XVI del 75 al 79” [3]. En otro de sus estudios[4], comenta al comienzo del citado, “creí necesario y previo desmontar algunas teorías surgidas durante el siglo XX en torno a la basílica, sede y centro de la que fue cofradía propietaria del inmueble y de las tierras contiguas. Intenté explicar que el templo de Onate ni en sus orígenes ni en su evolución tuvo relación alguna con la Orden del Temple, y que los Templarios nada tuvieron que ver con la elección del lugar por sus extraordinarias condiciones telúricas, ni con la construcción del templo, ni con la hipotética “linterna de los muertos”. Que como hospital o sepulcro de peregrinos jacobeos no desempeñó un papel más destacado que cualquier otra basílica, ermita o capilla edificada al borde de la ruta santiaguista”.
Según las Ordenanzas de esta cofradía se deja muy claro en el prólogo que se constituye la cofradía “a honor y serbizio de la Virgen Santa María de Unat, et a honor de las animas de los Cofrades finados, y por mantener regla et ordenanza comun de los Cofrades vibos que a presente son et serán en los tiempos por venir”. Es, por tanto, un templo relacionado directamente con la muerte, pues en este lugar se llevaban a cabo las exequias de cada cofrade que moría, se colocaban velas a su alrededor y terminada la misa se le enterraba en su claustro-cementerio y a lo largo del año en el templo se celebraban los rezos establecidos en las Ordenanzas por las almas de los cofrades difuntos, según el credo católico en la esperanza de la resurrección.
Los cofrades, todos hombres, al morir eran llevados a hombros por sus compañeros. Entrarían por la puerta norte, como hacen en la actualidad los modernos cofrades en las romerías anuales. Para entrar al templo debían pasar con el difunto bajo el arco central del claustro teniendo a su derecha el capitel que analizamos y que he denominado Capitel de la Resurrección, dando así pleno sentido a la muerte física. El mensaje que se quiso comunicar con este capitel puede ser el siguiente: “Aunque hayas muerto vivirás”, que es el que se comunica en la resurrección de Lázaro: “Le dice Jesús: “Tu hermano resucitará”. “Ya sé, le respondió Marta, que resucitará el último día, en la resurrección”. Jesús le respondió: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”[5]
Con esta esperanza en la resurrección, el cofrade difunto era enterrado en este claustro-cementerio a la espera de dar el paso definitivo a la Vida. Velaban su descanso símbolos de vida, todos ellos esculpidos en los capiteles. El principal el Capitel de la Resurrección. Pero en el mismo arco y el siguiente, a la izquierda según entramos, se representa a uno de los símbolos más empleados en la iconografía románica como es el león, que como en otros muchos lugares, recuérdese la catedral de Jaca o la iglesia de San Martín de Artáiz, sentenciará de manera definitiva en el último día. Además, otros dos de los capiteles florecen y nos presentan también la vida,
pero es un tercer símbolo lo que llama más la atención y que se repite en este claustro-cementerio al menos en cuatro capiteles, amén de los presentes en el interior de la iglesia. Representan distintos tipos de caras monstruosas de cuyas bocas surgen tallos vegetales que se convierten en hojas y flores. Aparentemente puede causar una impresión negativa al ver los rostros y más de uno los cataloga como diablos, pero a la vez surge la pregunta. ¿Cómo de un ser tan horrible y deforme puede surgir algo tan bello y sensible?
Estamos ante la presencia del símbolo. Hablamos de los cofrades enterrados, con sus propios defectos y debilidades que, como a todos los humanos, les conducen a la monstruosidad moral si no ponen remedio a su situación. Pero aquí está lo aparente. Como siempre digo, hagamos el esfuerzo de penetrar el exterior del símbolo y descubramos el mensaje interno, porque “no es lo que entra en la boca lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que hace impuro al hombre… ¿No comprendéis que todo lo que entra en la boca pasa al vientre y luego va al excusado?[6]
Lo importante, pues, es lo que en nuestro interior florece y se manifiesta hacia el exterior con la belleza de los buenos resultados. Estos seres están haciendo se propio esfuerzo de transformación. Están pasando de la muerte a la VIDA, con mayúsculas y son metáforas de los cofrades que, abajo enterrados, como el grano de trigo después de morir da el buen fruto a través de sus obras. Todo nos habla del resurgir de la nueva vida, de la transformación, de la resurrección. Estas figuras fueron muy empleadas en los siglos XI- XII- XIII sobre todo y colocadas en zonas importantes de los edificios religiosos, pues, aunque después de Trento fueron prohibidas por considerarlas paganas, hasta la Baja Edad Media, XIV – XV, se admitían y colocaban en claves de bóvedas y arcos, portadas o en capiteles, como es el caso de Eunate. Estos “hombres-verdes” u “hombres primavera” son el símbolo del renacer y de la esperanza positiva de que todo tiene remedio. En este caso, hasta la misma muerte, porque Jesús ha resucitado.
Este podría ser el mensaje que se comunica en el Claustro-Cementerio de Eunate porque es lo que da sentido a la propia vida terrenal. Ya lo dijo el apóstol Pablo en la primera carta a los Corintios en su capítulo 15 al hablar de la resurrección de los muertos. “Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; estáis todavía en vuestros pecados… Si los muertos no resucitan comamos y bebamos, que mañana moriremos…”.[7]
Capitel de Santa
María de Zamartze. Navarra.
[1] Mateo,
28, 18-20.
[2] Marcos.
16,14-15.
[3] JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ JURÍO, “Eunate y su cofradía.
Ordenanzas antiguas”. file:///C:/Users/User/Downloads/Dialnet-EunateYSuCofradia-16096.pdf
[4] JOSÉ
MARÍA JIMÉNEZ JURÍO, “Eunate y sus enigmas”. file:///C:/Users/User/Downloads/Dialnet-EunateYSusEnigmas-16028.pdf
[6] Mateo
15, 10-20
[7] Primera
epístola a los Corintios, 15.
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