LA
HIGUERA, EL ROBLE Y MI DECISIÓN
Por
Simeón Hidalgo Valencia (20 de septiembre de 2017)
Aunque el trabajo
realizado lo di a conocer a través de mi blog y más tarde fue uno de los
artículos del libro “Las claves de
Izagaondoa”, ahora me voy a
centrar en reflexionar de nuevo sobre los capiteles del lado izquierdo de la
portada, según la miramos, pues en las tallas de sus tres capiteles
protogóticos veo compendiada magníficamente la doctrina que la iglesia católica
transmitía a los fieles del siglo XIII y que hoy sigue teniendo vigencia
también desde el punto de vista de la ética para las personas actuales, sean
cristianas o no, pues en definitiva se nos habla, por medio del simbolismo, de
la propia libertad que cada persona posee para tomar un camino u otro en su
propia vida.
Titulo esta reflexión “La higuera, el roble y mi decisión”,
porque el simbolismo de estos dos árboles se convierte en referencia ética para
mí, como persona. La higuera y el roble hacen aquí de elementos paradigmáticos
que nos llevan a los orígenes de lo que se ha dado en llamar el Antiguo y el
Nuevo Testamento.
LA HIGUERA:
Si observamos al detalle
y sin prisas el primer capitel, el exterior, llegará un momento en que
identificaremos tanto la hoja del árbol como los frutos del mismo perfectamente
labrados por el maestro de Lizarraga de Izagaondoa, anónimo sí, pero de tan
alto nivel profesional que parece bordar en la misma piedra.
Las hojas y los frutos,
sean brevas o higos, nos hablan de la higuera.
¿Y por qué se talla la
higuera en este capitel?
Porque quien encargó
esta portada para la primitiva iglesia de Lizarraga se propuso plasmar aquí los
primeros momentos de la humanidad, cuando veía el Jardín del Edén o Paraíso
Terrenal como una referencia palpable que a manera de cuento se recoge en los
inicios del Génesis para poder comprender mejor y explicar de alguna forma la
situación dolorosa de la condición humana en lucha constante por su propia
existencia.
La Biblia inicia con el
libro del Génesis, donde se narra los orígenes del mundo y de la humanidad. Hay
dos relatos de la creación. El que aquí nos interesa es el segundo. Se puede
leer en Génesis 2,4-26. En este último versículo se nos dice que “Estaban ambos desnudos, el hombre y su
mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”
A continuación en todo
el capítulo 3º se habla de la serpiente, de la prohibición de comer del “fruto del árbol que está en medio del
jardín”. “No comáis de él. Ni lo toquéis, so pena de muerte.” De la visión
de la serpiente sobre el tema: “De
ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis
de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del
mal.” [1]
Etc.,…
Pero, ¿cuál era el
árbol situado en medio del jardín?
Nadie lo sabe.
Generalmente se habla de su fruto: la manzana, por lo que el árbol sería el
manzano, pero en Lizarraga no aparece el manzano, sino la higuera con sus
frutos.
¿Por qué?
Porque en esto del mito
original del Paraíso perdido a través de la decisión humana de hacer caso a “la serpiente”, la fruta no es lo
importante por lo que no se especifica y en Lizarraga de Izagaondoa aparece una
de las versiones frutales correspondientes al árbol del centro del jardín
primigenio. La higuera.
¿En qué se basa esta
talla?
Quien esto manda hacer
conocía muy bien las tradiciones antiguas que en el siglo X se plasman en los
libros miniados realizados en los escritorios de los monasterios, focos de
cultura y de transmisión de saberes. Y es en esos códices donde encuentro la
posible base de lo que aparecerá no ya pintado, sino esculpido en Lizarraga
unos trescientos años después.
El monje Vigila copia
en el scriptorium del monasterio de Albenda de Iragua, La Rioja, entre los años
974 al 976, la Crónica Albendense y terminado el libro su contenido se recoge
en gran parte en el monasterio de San Millán de la Cogolla de Suso conocido por el nombre de Códice Emilianense
que se inicia en el 976 y se acaba en el 992.[2]
Pues bien, en ambos códices aparece ilustrada la caída de Adán y Eva en el
Paraíso Terrenal y el árbol que se representa es una higuera.[3]
Pasarán más de 300 años y este mismo árbol se talla en Lizarraga para
indicarnos simbólicamente el definido como “Pecado original”.
La lámina representa en
el centro a la higuera. La serpiente enroscada en ella lleva en su boca un higo
o una breva y se lo da a Eva que extiende su brazo y lo coge. Adán y Eva se tapan
con hojas de higuera. “Entonces se les
abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y
cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.”
La lámina especifica
claramente con las palabras “LIGNVN FICI”
que se trata de árbol del higo: la Higuera.
Rodeando a manera de
marco la imagen, el copista escribe
comenzando desde la parte superior izquierda y siguiendo el sentido de las
agujas del reloj el siguiente texto:”+
Allí entre los árboles del Paraíso Eva había tendido la mano hacia el fruto
tomándolo de la boca de la serpiente. Rápidamente se la había llevado a Adán. Después
juntaron hojas de higuera y se hicieron perizoniums ( delantales, taparrabos,
paños de pureza…)”.[4]
La higuera, ese árbol
tan familiar en muchas de las casas de nuestros pueblos, resulta, según esta
tradición, ser el árbol del conocimiento del bien y del mal. Árbol representado
en este capitel de la iglesia de Santa Eulalia en Lizarraga de Izagaondoa con
todo su simbolismo primigenio del mal que acecha a la humanidad.
Lizarraga de Izagaondoa
hace gala de poseer un hermoso robledal que bien cuidado y limpio se asemejaría
también a un pequeño Jardín del Edén. Edén que con su silencio atrae a más de
un caminante a visitarlo y gozar desde su frondoso follaje de unos momentos de
paz y sosiego.
Entre todos los robles
el que aquí se muestra es el más antiguo y destaca sobre los demás, mucho más
jóvenes. En el “Decreto Foral 87/2009. De
1 de diciembre por el que se declaran Monumento Natural determinados árboles
singulares y se establece su régimen de protección”, se le cataloga de la
manera siguiente:
“M.N.35
Nombre
del Mnumentos Natural:
Roble
de Lizarraga.
Localización:
Lizarraga de Izagaondoa.
Número
de ejemplares: 1
Coordenadas
X e Y: 622.893 /
4.735.976.” [5]
Hay una tradición que
remonta su existencia ya a los tiempos de la familia de San Francisco Javier,
allá por los siglos XV – XVI, pero unos doscientos años antes el roble aparece
esculpido junto al anterior de la higuera en la portada de la antigua iglesia
medieval.
Si echamos una mirada
sobre el simbolismo y la importancia del roble a lo largo de la historia de las
civilizaciones podremos atisbar y comprender su presencia entre las tallas de
la iglesia de Santa Eulalia de Lizarraga pues se la ha tenido desde antiguo como
el árbol de la sabiduría y del conocimiento. Se le ha considerado como el árbol
sagrado por antonomasia, así como el árbol que da la vida bajo el cual se toman
las decisiones y se establecen las nuevas leyes.
El cristianismo, que
hunde sus raíces en culturas anteriores también lo tiene en consideración y al
tallarlo con frecuencia en las portadas de sus iglesias, como se ve con
frecuencia en iglesias de Navarra a partir del siglo XIII, lo asimila a la
Nueva Ley que bajo sus ramas se proclama a través de la palabra de Jesús.
Así pues, la Higuera
representa la caída, el pecado y la Ley Antigua, mientras que el Roble
representa la liberación, el fuego divino que purifica, la palabra profética de
la Ley Nueva que anuncia la vida, el árbol de la cruz que regenera a la
humanidad. El árbol de la vida junto al árbol de la muerte.
Y así, después del
resumen de la Historia Sagrada por medio de las imágenes de dos árboles
antagónicos, el tercer capitel me pone personalmente ante mi propia decisión.
Alumbra ante mis ojos las dos realidades anteriores y me muestra a dónde me conduce
el tomar un camino u otro. Mi propia libertad me llevará a tomar la decisión
que me puede esclavizar o me puede liberar. Aquí interviene mi ética personal.
Nadie puede decidir por mí. Soy yo el único protagonista y el único responsable
de lo que en mi vida pase. Yo me lo he buscado y no vale ninguna de las excusas
con que me quiera engañar a mí mismo. Soy libre. Soy responsable de mis actos.
¿Cómo se me comunica
todo esto?
Mediante la figura
mitológica del ser con cabeza humana de melena al viento, cuerpo de ave y cola
de serpiente que enrosca desde los pies hasta el cuello de la persona que ocupa
el centro del capitel. Esta persona ha sido atrapada por el mal, sigue en la
ley antigua de tal manera que ella misma se va transformando físicamente en el
mismo ser que le tiene dominado. Los dedos de sus pies y de sus manos se
transforman y se convierten en garras de animal.
¿Podrá liberarse?
La parte derecha de
este capitel da la respuesta a través de la imagen de la cabeza humana que se aprecia
por encima del ave rapaz. Identifiquémosla como un águila o halcón y tendremos
la respuesta liberalizadora, al igual que podemos verla por en las cercanas iglesias de San Martín de
Artáiz y de Santa María de Besolla. La aceptación libre de su presencia nos
introduce en la esfera de lo divino y nos ayuda a caminar, en nuestro tiempo
humano, por la senda de lo bueno, bello y verdadero.
¿QUÉ MENSAJES NOS
COMUNICAN ESTOS CAPITELES?
A manera de resumen
expongo lo que yo leo en ellos.
1º. En un principio el
ser humano gozó de la felicidad del paraíso, pero al comer del árbol del
conocimiento, representado en la higuera, descubrió además su propia debilidad.
2º. Otro árbol, el
roble, símbolo de vida, representa la salvación traída por Jesús, donde
encontrará su fuerza.
3º. Ante el dilema de
muerte o vida, el cristiano opta por la vida, liberándose del monstruo que le
atrapa y como el halcón mitológico resucita cada día a la vida.
[1] Los textos bíblicos que se citan
en el artículo siguen la versión de la Biblia de Jerusalén.
[2] Consultar en Internet: Códice o
Código Albendense o Vigilano y Códice Emilianense.
[4] Traducción ofrecida por
Margarita Marcos González en la página de Facebook “Románicos en movimiento”.
[5]
http://www.lexnavarra.navarra.es/detalle.asp?r=29923
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